Miami.— En una campaña en la que se han oído declaraciones racistas, amenazas e insultos, el mitin que encabezó el candidato presidencial republicano, , el domingo en el Madison Square Garden de Nueva York, se ha convertido en el punto más bajo de la política estadounidense en años. Las declaraciones de humoristas y simpatizantes de Trump han encendido las alertas sobre el odio profundo que parece estarse cimentando en Estados Unidos y el temor a lo que ocurrirá una vez que se sepa quién ganó las presidenciales del 5 de noviembre.

“Lejos de ser un cierre de campaña lleno de esperanza, fue un evento lleno de miedo”, señala a EL UNIVERSAL Eduardo Gamarra, politólogo y catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Internacional de la Florida (FIU). “Las campañas se mueven entre el miedo y la esperanza y esto del miedo le está funcionando” a la campaña del candidato presidencial republicano, Donald Trump. Sin embargo, a decir del analista, el chiste del comediante Tony Hinchcliffe, quien dijo que Puerto Rico es un “basurero flotante”, puede afectar a Trump.

“El voto puertorriqueño ha sido históricamente bajo, el voto latino ha sido bajo, el promedio es menos del 50%”, pero las declaraciones del domingo, explica, pueden convertirse en un gran motivador. “El orgullo nacional sí motiva al voto”.

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Un usuario en X señaló que “muchos votantes puertorriqueños pueden responder a este racismo vil”. Recordó que hay 450 mil puertorriqueños en Pennsylvania; 100 mil en Carolina del Norte; 65 mil en Wisconsin, 50 mil en Michigan y 1.1 millones en Florida que pueden votar y expresar allí su rechazo.

Para el catedrático e investigador en Ciencias Sociales de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Octavio Pescador, dar luz verde para que un comediante insultara a toda una población fue un error “nefasto por permitir que ese tipo de expresiones se hicieran en un foro como el que se llevó a cabo. Desde el punto de vista político y mediático —el evento— era muy vistoso, pero lo que ha quedado no es la cantidad de gente que llegó y los que se quedaron afuera esperando entrar a pesar de haber pagado; lo que queda es la denigración al llamar basura a toda una población que además es estadounidense. Porque, a fin de cuentas, aunque no sea un estado como tal —de la Unión Americana—, los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses”.

“No nos convertiremos en un perdedor una vez más. Nunca olvides que los puertorriqueños ¡se respetan!”, afirmó Eddie Morán, alcalde de Reading, Pennsylvania.

Para los dos analistas consultados por este diario, el equipo de campaña republicano y el mismo Donald Trump no están midiendo las consecuencias en todo su peso. Los votantes puertorriqueños, latinos y afros se han ido moviendo demográficamente de acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos, hacia algunos de los estados llamados “péndulo” o “bisagra”, como Pennsylvania y Florida, donde quienes votan no han definido si ganará Trump o la candidata presidencial demócrata, Kamala Harris. “Pennsylvania tiene al menos tres ciudades donde el voto puertorriqueño va a tener una alta presencia”, comenta Eduardo Gamarra; “y en Pennsylvania, como —el voto electoral— es un sistema uninominal, los votos electorales no se dividen, quien gane por un voto —a favor— se lleva los 19 votos electorales”.

El último en hablar la noche del domingo fue Trump, quien lanzó ataques directos contra Harris, refiriéndose a ella como “la vicepresidenta más incompetente en la historia de Estados Unidos” y cuestionando su liderazgo. Trump afirmó que Harris “no tiene la capacidad para dirigir” y sugirió que sus políticas representan “una amenaza comunista”. Los insultos son ya una constante de parte de Trump.

Sin embargo, con cada uno de ellos, y con declaraciones como las que desfilaron el domingo, crece el temor sobre lo que pasará después de las elecciones. Por un lado, existe el temor de que, si Trump pierde, no reconozca los resultados.

Una encuesta de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research revela que aproximadamente 4 de cada 10 votantes inscritos se declaran “extremadamente” o “muy” preocupados por los intentos violentos de anular los resultados tras las elecciones.

Una proporción similar se muestra preocupada por los intentos legales de hacerlo. Y aproximadamente uno de cada tres votantes se declara “extremadamente” o “muy” preocupado por los intentos de los funcionarios electorales locales o estatales de impedir que los resultados sean definitivos.

Las encuestas favorecen actualmente ligeramente a Trump, a pesar de todos los escándalos. En Pennsylvania, InsiderAdvantage reporta una ventaja mínima de Trump con 48.5% sobre 48.1% de Harris, reflejando una reacción positiva de la base republicana al mitin del domingo. En la opinión del catedrático e investigador Octavio Pescador, “la única manera en que cambien las cosas y que el margen de error esté muy equivocado en términos de las encuestas, es que las mujeres en una movilización no antes vista —en elecciones presidenciales— salgan a votar de manera implacable en el país y en todos esos estados péndulo”.

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Más allá del resultado, y de si Trump reconocerá, o no, los estadounidenses están preocupados por cómo podría evolucionar la democracia estadounidense en función del resultado de las elecciones y por el odio y división que, lejos de disminuir, se acrecientan en el país.

Cerca de la mitad de los votantes cree que Trump debilitaría la democracia en Estados Unidos “mucho” o “algo” si gana, mientras que aproximadamente 4 de cada 10 dicen lo mismo de Harris.

Para muchos, el verdadero lema de Trump y su legado serán: “Haz que América odie otra vez”.

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