Carolina Cano estaba con Juliana Velandia el sábado en el callejón de Itaewon, en Corea del Sur, celebrando el Halloween cuando la multitud se salió de control, empezaron los empujones y se desató una avalancha humana que hasta el momento ha dejado 156 fallecidos. La mexicana pensó que no saldría viva de ahí y en determinado momento, se despidió de sus padres con su mente y su corazón.

Carolina, de 21 años, estudiante de Negocios Internacionales, compartió su historia con EL UNIVERSAL y, a la vez, pide ayuda a la Embajada de México en Corea del Sur para recibir, tanto ella como su amiga Juliana, la asistencia sicológica que requieren luego de la pesadilla que les tocó vivir.

Carolina llegó a Corea del Sur apenas el 23 de agosto, como estudiante de intercambio .

El sábado, con Juliana, decidieron trasladarse a Itaewon, donde se celebraba Halloween por primera vez en dos años, después del encierro que provocó la pandemia de Covid-19.

“Itaewon es una zona muy popular para la fecha y mucha gente se disfraza todos los años, por lo que Juliana y yo decidimos ir a pasearnos un rato para disfrutar del ambiente”, explica.

Las jóvenes llegaron alrededor de las ocho o nueve de la noche. Cenaron en un restaurante y decidieron salir a caminar.

“Necesitamos ayuda sicológica”, dice mexicana que sobrevivió a avalancha humana de Halloween en Seúl
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El callejón de la muerte

“Eran las 10 de la noche más o menos cuando observamos que en la zona ya había demasiada, demasiada gente, así que decidimos regresar y tomar el metro como de costumbre. Desafortunadamente decidimos tomar el callejón del accidente como nuestra vía de salida”.

De acuerdo con las autoridades, unas 100 mil personas se congregaron en la zona.

“Ese callejón daba hacia la estación de metro, creo que por eso la exagerada aglomeración de gente”, narra Carolina.

Era tanta la gente que comenzaron los empujones, y todo se salió de control.

Para la mexicana, “el evento fue muy desafortunado, demasiadas variables que dieron paso a lo sucedido: el callejón estaba en pendiente hacia abajo, como en una colina”.

Las jóvenes decidieron seguir caminando, hasta que ya no fue posible. “La gente comenzó a empujar y empujar, y empujar cada vez más fuerte. En uno de esos empujones yo solté mi celular y ahí lo perdí”.

Una masa de gente enredada

En medio de los empujones, detalló, “la gente se comenzó a caer. Las personas comenzaron a caer unas encima de otras. Íbamos de bajada, como una masa de gente enredada”.

En la aglomeración, Carolina perdió de vista a Juliana. Y no podía hacer nada por buscarla, o por moverse. “Tenía mi cuerpo aplastado, incluso mi cuello, gente gritando pidiendo ayuda y otra tanta inconsciente”, recuerda.

La mexicana temió por su vida. “Creí en un momento que no saldría con vida, pues ya no tenía como respirar, el aire era denso y tenía el codo del muchacho al lado de mi aplastando mi cuello”.

Así estuvo poco más de media hora, pero lo crítico, añade, “fueron los últimos minutos antes de ser rescatada”.

En esos momentos, indica, “tenía mi cuello más aplastado, apenas podía sacar mi cabeza de la multitud, mis lentes estaban contra mi nariz, estaba ahogándome básicamente”.

Unas personas estaban sobre otras, y era imposible respirar. A su alrededor, dice, había personas desvanecidas. “Ya no reaccionaban”.

Carolina perdió la esperanza de sobrevivir. “Minutos antes de ser rescatada yo estaba despidiéndome de mis papás en mi cabeza y tratando de calmarme cerré mis ojos. Pensé que si eran mis últimos momentos quería irme en paz”.

Milagro

Entonces se produjo lo que la joven mexicana considera “un milagro”.

“Abrí mis ojos y vi que comenzaron a jalar gente, un policía o rescatista me jaló del brazo y así es como salí”, comenta. “Es un milagro el haber sido salvada en ese preciso momento”.

En shock, no logró decir algo a la persona que la rescató. “En cuanto me ayudaron a salir me hicieron a un lado pidiéndome que me fuera, y bueno las palabras no me salían”.

Una vez que salió de la aglomeración, su preocupación se volvió encontrar a su amiga Juliana. Pero como había perdido el celular, no podía contactarla. Tampoco podía quedarse allí, porque los rescatistas estaban pidiendo despejar el área para auxiliar a los afectados.

Las imágenes de ese momento muestran a policías y ciudadanos tratando de reanimar a quienes yacían en el suelo.

De nueva cuenta, alguien ayudó a Carolina. “Una muchacha con su grupo de amigas me tomó de la mano y nunca me soltó hasta encontrar a Juliana, me prestó su celular para ponerme en contacto con amigos que me ayudaron a localizarla. El problema es que no había señal y las llamadas no entraban”.

Carolina temió por su amiga, al ver lo que estaba pasando. “Creí que le había pasado lo peor”.

El reencuentro

Alrededor de hora y media después, logró localizar a Juliana. “Fue un momento muy emotivo, ella y yo nos abrazamos y lloramos mucho”.

Las mexicanas no podían regresar al dormitorio. El metro estaba cerrado y por la hora, cuenta Carolina, “ya era tarde para regresar hasta nuestra escuela, pero un amigo se puso en contacto y pasamos la noche en su casa que afortunadamente se encuentra en Itaewon”.

Juliana se puso mal y fue trasladada al hospital, donde se le diagnosticó rabdomiólisis, que se produce cuando el oxígeno no llega a los músculos (en caso de aplastamiento, por ejemplo) y la descomposición del tejido pasa al torrente sanguíneo, pudiendo dañar después los riñones, además de provocar otras posibles secuelas.

Carolina dice encontrarse “bien físicamente, pero sigo en busca de ayuda psicológica. Al día siguiente acudí al hospital, ese mismo día me dieron de alta, nada grave sólo moretones y contusión”.

Pero ni ella ni Juliana saben cómo enfrentar las secuelas psicológicas de lo que vivieron.

Carolina explica que el embajador de México en Corea, Bruno Figueroa, ha estado en contacto con ellas, pero aún no reciben “una respuesta concreta” en torno a su petición.

El gobierno surcoreano admitió hoy la ausencia de protocolos en el país para evitar una avalancha humana como la que se registró el fin de semana, pero prometió “cambios regulatorios” para crear un sistema que impida que se repita un suceso así.

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