San José.— El narcoterrorismo entró con fuerza al hervidero electoral peruano de ingobernabilidad, Covid-19, crisis económica y corrupción, tras un ataque del Militarizado Partido Comunista de Perú (MPCP) que dejó 16 muertos y abrió un trillo de intrigas acerca de que si el atentado fue una perfidia política para sacar provecho rumbo a la segunda y definitiva ronda de los comicios presidenciales del próximo 6 de junio.
Al llegar hoy a la ruta final de 12 días por la presidencia de Perú, aún hay nebulosas sobre el efecto real y contundente que el acto terrorista tendrá en la batalla electoral entre la política y administradora de empresas Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, y el maestro y sindicalista Pedro Castillo, de Perú Libre, populistas y sobrevivientes de la primera vuelta del 11 de abril.
“Puede afectar, no significativamente. El domingo próximo es el debate Castillo-Fujimori y puede tener impacto mayor en el grupo de indecisos e invertir la tendencia”, aseguró el politólogo peruano Fernando Tuesta, profesor de Ciencia Política de la (no estatal) Pontificia Universidad Católica de Perú.
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“Castillo ha mantenido preferencia en intención de voto. Fujimori había crecido, pero detuvo el crecimiento”, dijo Tuesta a EL UNIVERSAL.
En una proclama escrita, el MPCP se atribuyó la sangrienta emboscada del domingo anterior contra una cantina de un pueblo del central departamento (estado) peruano de Junín y advirtió a los peruanos que votar por Fujimori es ser “traidor”.
Por separado, Fujimori y Castillo repudiaron el mortal acto.
Apellidos en lucha
Los volantes de los rebeldes agitaron una polémica en Perú por el ligamen, real o falso, de los apellidos de ambos competidores con el terrorismo: Fujimori por combatirlo y… Castillo por el presunto o denunciado nexo con ese fenómeno por la vía de socios de su partido.
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Como presidente de Perú, de 1990 a 2000, Alberto Fujimori, padre de la candidata y hoy encarcelado, aplastó al Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL), la organización maoísta, marxista y leninista y narcotraficante que sembró de terror a la sociedad peruana de 1980 a 1992 y de la que surgió el MPCP.
El PCP-SL quedó desmovilizado luego de que su líder, Abimael Guzmán, presidente Gonzalo o camarada Gonzalo, fue capturado en 1992 y, tras controversiales juicios, condenado en 2006 a cadena perpetua.
Guzmán pactó la paz con el Estado en 1993 y entre 2009 y 2008 creó en prisión el Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef) como brazo político de Sendero Luminoso e impulsó, sin éxito, su liberación y la de otros senderistas.
El Movadef persistió todavía en 2020 en la clandestinidad. Un clan del peruano Víctor Quispe Palomino siguió alzado en armas y en narcoactividad desde la década de 1990, fundó el MPCP en 2018 y se instaló en la zona donde atacó el domingo.
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“Castillo rechazó el atentado, [pero] en su partido hay gente que se dice tiene vínculos o cercanías con Movadef, brazo de Sendero y no del MPCP, que es distinto. Pero para fines electorales sostienen que es lo mismo”, describió Tuesta, al rememorar que “en casi” todos los comicios desde 1992 hubo acciones violentas similares.
“El ‘terruqueo’ en Perú es señalar [a alguien] como parte directa o indirecta de Sendero Luminoso y está asociado al anticomunismo. Es difícil que esto tenga impacto severo” en las elecciones, agregó.
El peruano Vladimir Cerrón, secretario general del partido de Castillo, minimizó el suceso en Junín y sugirió oscuros intereses electorales: “¿Es la izquierda [Castillo] que necesita de SL [Sendero Luminoso] para ganar las elecciones o es la derecha [Fujimori] que la necesita? Al final los contrarios se necesitan, los contrarios son idénticos”, tuiteó.
Para el antropólogo, escritor y periodista Jaime de Althaus, el panfleto del MPCP influiría en los comicios porque pidió “no votar” por Fujimori, “lo que indicaría” apoyo a Castillo.
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“Reforzaría la versión de que hay relaciones de Castillo y Cerrón cuando menos con Movadef. Hay seis congresistas electos acusados de vínculos con Movadef o con terrorismo o narcotráfico”, adujo De Althaus a este diario. Si el terrorismo se “vuelve nuevamente amenaza o despierta miedo, el recuerdo de Fujimori [padre] derrotándolo se activaría e indirectamente beneficiaría a Keiko Fujimori”, dijo.
Tras destacar que el impacto mermaría porque se polarizó la campaña, mencionó que en Perú ya circula la versión de que el atentado fue una maniobra del fujimorismo para beneficiarse. “Eso es totalmente absurdo. Pero en una campaña tan polarizada hay personas que pueden creer esas versiones”, advirtió.
Los grupos de Fujimori y Castillo cruzaron culpas en la “rumorología” sobre nexos de uno u otro con el terrorismo y el narcotráfico, planteó a este periódico el abogado y analista político peruano Enzo Elguera, director ejecutivo de la encuestadora Imasolu, de Perú.
“Algún remanente [de Sendero] aprovecha la campaña para ganar publicidad”, insinuó.