Miami.— Un mar de prendas color rosa inundó el durante el primer discurso de ante el Congreso durante la toma de protesta de su segundo mandato. Decenas de congresistas demócratas vistieron ese color en señal de protesta lanzando un mensaje contundente: “El rosa no es sólo un color, es un símbolo de protesta, un símbolo del poder y la perseverancia de las mujeres. La verdad es que las mujeres no pueden permitirse el lujo de tener a Trump”, escribió en redes en enero la legisladora Norma Torres. Con esta acción coordinada, el Caucus de Mujeres del Congreso denunció “la traición de Trump a las mujeres de Estados Unidos en favor de los hombres multimillonarios”.

Trump arrastra décadas de actitudes y decisiones polémicas hacia las mujeres. Antes de volver a la Casa Blanca, su historial ya invitaba a la preocupación; el magnate llevaba años prodigándose en comentarios denigrantes hacia las mujeres; fue encontrado responsable en un juicio civil por agredir sexualmente a la escritora E. Jean Carroll y encausado por ocultar pagos a una actriz porno para silenciar un escándalo sexual.

Como presidente en su primer mandato (2017-2021), propició el mayor retroceso en el acceso al aborto en la historia reciente del país, al nombrar jueces conservadores que acabaron revocando el derecho federal a la interrupción del embarazo tras casi medio siglo de vigencia. En la última campaña Trump prometió “proteger a las mujeres, quieran las mujeres o no”.

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Durante su segundo mandato, ha presumido de haber incluido a más mujeres en su administración, destacando figuras como Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional; Pam Bondi como fiscal general y Susie Wiles como jefa de gabinete por mencionar sólo a tres. Sin embargo, su postura frente a la violencia contra ellas sigue siendo ambigua. Mientras su administración celebra la reducción del desempleo femenino y la creación de trabajos ocupados por mujeres, organizaciones feministas y defensoras de los derechos humanos denuncian que estas cifras no compensan las decisiones políticas que han debilitado la protección de las víctimas de violencia de género.

Violencia en el hogar

Según estadísticas recientes, más de 10 millones de mujeres sufren abuso por parte de su pareja cada año. Una de cada tres mujeres experimentará violencia doméstica en algún momento de su vida y tres mujeres mueren a diario a manos de su pareja o expareja, muestran estudios.

El homicidio es la primera causa de muerte entre embarazadas. En 2018, la administración de Trump redujo la definición federal de violencia doméstica para limitarla exclusivamente a agresiones físicas denunciables, dejando fuera el abuso sicológico, económico y coercitivo. Joe Biden la revirtió y actualmente la definición federal de violencia doméstica en Estados Unidos ha vuelto a ser más inclusiva.

Según la Oficina sobre la Violencia contra las Mujeres (OVW, por sus siglas en inglés), del Departamento de Justicia, la definición reconoce la violencia doméstica como un patrón de comportamiento abusivo que incluye no sólo agresiones físicas, sino abuso emocional, sicológico, económico y coercitivo.

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La violencia doméstica no sólo se manifiesta con golpes y agresiones físicas. Muchas mujeres sufren abuso emocional, aislamiento social y coerción económica que las deja atrapadas en relaciones abusivas. Control sobre sus finanzas, amenazas de quitarles a sus hijos, manipulación sicológica y limitación de sus redes de apoyo son tácticas comunes utilizadas por los agresores. Las políticas de Trump que redujeron en el pasado los recursos disponibles para que ellas puedan escapar de sus verdugos podrían volver.

Las organizaciones defensoras de víctimas han denunciado que, a raíz de las órdenes ejecutivas firmadas por Trump desde enero, la falta de financiamiento en programas de refugios y asistencia legal ya han comenzado a afectarlas, debido a los recortes en fondos federales.

Futures Without Violence, una organización con décadas de trabajo en el apoyo a víctimas de violencia de género, alertó sobre la reducción de asistencia a víctimas, lo que deja a muchas mujeres sin opciones seguras para salir de una situación de abuso. “Estamos viendo refugios que van a cerrar, líneas de ayuda sin fondos suficientes y una disminución de opciones para mujeres que necesitan escapar de la violencia”.

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En el trabajo

El ámbito laboral tampoco escapa a esta crisis: 40% de las mujeres ha sido víctima de acoso sexual en el trabajo, una realidad que quedó expuesta con el auge del movimiento #MeToo, el cual reveló un patrón de violencia sistemática en sectores como el cine, la política y la tecnología. Lejos de respaldar este movimiento, Trump lo calificó de “una caza de brujas” y expresó su preocupación por los hombres acusados.

En su primer mandato, Trump eliminó regulaciones que obligaban a los contratistas federales a reportar violaciones laborales, debilitando las protecciones contra el acoso sexual en los espacios de trabajo. Esto dejó a muchas trabajadoras expuestas a entornos inseguros, especialmente en sectores como la hotelería, la industria de servicios y el trabajo doméstico.

Las mujeres migrantes en EU enfrentan un doble riesgo. En muchas industrias, las trabajadoras son amenazadas con avisar a las autoridades de migración si denuncian abusos laborales o sexuales. Organizaciones como la National Women’s Law Center han advertido que la combinación de políticas antiinmigrantes y la falta de medidas contra el acoso laboral han generado un ambiente hostil para ellas.

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La brecha salarial de género sigue siendo una realidad en EU. En promedio, las mujeres ganan 84 centavos por cada dólar que gana un hombre, según un análisis reciente del Pew Research.

El acoso y la violencia de género en las escuelas y universidades son una realidad cotidiana para miles de niñas y adolescentes en EU. En 2021, una de cada cinco adolescentes de secundaria sufrió violencia sexual y más de una de cada 10 fue violada.

En 2020, Betsy DeVos, entonces secretaria de Educación, reformó el Título IX, la legislación que protege a los estudiantes contra la discriminación de género en las escuelas y universidades. Organizaciones como End Rape on Campus han denunciado que estas reformas desalentaron en su momento a las víctimas de denunciar y permitieron que muchos agresores queden impunes. El acoso escolar también es un problema creciente.

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Creando redes

A pesar del miedo, las mujeres están decididas a luchar y a ayudar a otras. Para combatir la violencia de género, hay organizaciones como Women Helping Women, que cuenta con una hotline para escuchar a víctimas de violencia de género, así como un livechat. Además, apoya a sobrevivientes de violencia de género en 26 hospitales en cinco condados en Ohio.

La Coalición Nacional Contra la Violencia Doméstica (NCADV) también cuenta con una hotline para ayudar a víctimas de violencia doméstica y lograr que vivan “vidas libres de abuso”.

Women’s Aid, además de ayudar a víctimas, hace campañas para informar a la población, ayudarla a entender cuáles son las señales de una relación abusiva. Su sitio web cuenta con un quizz para reconocer cuando una persona está en una relación poco sana.

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Y está también el movimiento #HerToo, heredero del #MeToo, que busca ayudar a aquellas mujeres que sufren la violencia en silencio porque no se atreven a hablar de su situación. #HerToo ha unido fuerzas con UNICEF USA, para ayudar a niñas y adolescentes a alzar la voz.

Los grupos y redes de apoyo se extienden en Estados Unidos, con el reclamo: “¡Ya basta!” a la violencia de género.

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