La relación estratégica con , lamentablemente ignorada y desaprovechada en los últimos años, muestra el estado lamentable de nuestra política exterior. Es un país y una relación poco conocida. Para combatir esta situación de ignorancia destaco la obra fundamental de una investigadora de la UNAM, Tere Gutiérrez Haces: Los Vecinos del Vecino, un título muy apropiado, y algunos trabajos, como el reciente del Comexi: Canadá y México: 2 Naciones en una Asociación de Norte América. Hay en ese desconocimiento hechos interesantes. Si bien la relación diplomática data de sólo 80 años, el primer Comisionado de Comercio con México llegó en 1905.

En Canadá (y también en México) siempre ha habido dos corrientes: la de “bilateralistas”, que privilegian la relación con Estados Unidos, y los “trilateralistas”, que buscan incluir a México. El dilema ha sido siempre entre dos relaciones bilaterales o una trilateral-continental. Consecuentemente las relaciones diplomáticas entre los dos países han tenido claros y oscuros, acercamientos y distanciamientos.

Un gran paso hacia adelante fue la exitosa negociación en 1994 del TLCAN... a pesar de la frase de : “El peor tratado comercial de la historia”.

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La negociación del nuevo Tratado Comercial, el T-MEC, a partir de 2017 hasta su conclusión en 2020, durante el primer gobierno de Trump, representa cambios y lecciones importantes. En la primera etapa, Trump no quería el tratado. Inició con una avalancha de ataques a México, al que llamó “país de violadores, narcos, criminales”.

El oportunista Justin Trudeau nos consideró un estorbo y se fue por la vía bilateral, un acuerdo entre “güeritos”. Recibió pronto una “puñalada”: Trump impuso en abril de 2017 un arancel sobre las importaciones de aluminio (producto clave de exportación canadiense) y acero de México y Canadá. La prensa canadiense lo reflejó dolida. “No way to treat a friend” (así no se trata a un amigo). En un momento álgido, Canadá se retiró prácticamente de la mesa de negociaciones del T-MEC, que finalmente fue rescatado gracias a los esfuerzos del entonces canciller mexicano, Luis Videgaray; el entonces secretario de Economía Ildefonso Guajardo y Jared Kushner, yerno de Trump, para lograr, a juicio de éste, el “mejor acuerdo comercial”.

La renuncia de Trudeau, el 5 de enero, es la crónica de una muerte anunciada. Trudeau, en su primer periodo, noviembre de 2015, había arrasado electoralmente al primer ministro Stephen Harper, conservador, de la escuela de Trump, antiinmigrante, que había impuesto visas a México.

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Trudeau se convirtió pronto en un ícono progresista, carismático, líder de un país con imagen muy liberal. Duró en el poder 10 años, el mayor de cualquier líder del G7. Pero se fue desgastando a lo largo del tiempo. Sufrió varios “escándalos” por supuesta corrupción. Su manejo político y económico de la pandemia fue muy malo. Mantuvo, sin embargo, una política liberal proinmigrante —ingresaron en 2024 medio millón, muchos de Siria en momentos de alto desempleo—. Esto determinó el desplome de su popularidad. En dos elecciones subsecuentes (noviembre de 2019 y septiembre de 2021) sólo logró gobiernos de minoría. Como golpe final, en diciembre de 2024 renunció su viceprimera ministra y ministra de Finanzas, Chrystia Freeland que, como canciller, había negociado el T-MEC; se rompió su coalición con los socialdemócratas.

Al anunciar su renuncia, pospuso la reapertura del Parlamento de fin del 27 de enero al 24 de marzo. Como comentó la prensa, Canadá se queda para todos los efectos prácticos sin líder y sin Parlamento en el peor momento: la toma de posesión de Trump y sus nefastas políticas.

Todo indica que, en la elección que debe celebrarse en Canadá a más tardar el 20 de octubre, va a ganar el Partido Conservador con su líder, Pierre Poilievre, afín a Trump y que ha expresado simpatías por un acuerdo bilateral, excluyente de México, que lleva 20 puntos de ventaja.

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Dos primeros ministros de provincias muy importantes —Ontario y Alberta— se han sumado al campo bilateralista de excluir a México del T-MEC. Es evidente que resienten que México haya desplazado a Canadá como primer socio comercial de Estados Unidos con seria caída de la industria automotriz canadiense, precisamente en Ontario.

Trudeau no aprendió la lección de Trump e incurrió en graves errores. Fue a postrarse a Mar-a-Largo. Eso sólo sirvió para que Trump se burlara expresando públicamente que: “Canadá debía ser el 51 Estado de la Unión Americana”. Trump, en su discurso de Davos (enero 23), dentro de sus erráticas ocurrencias, convirtió a Canadá en su “villano favorito”. Como tema central expresó la queja de que “hay un gran déficit comercial con Canadá” (por cierto, inferior a México), lo cual significa para él darle un gran subsidio. Y reiteró la amenaza de aranceles de 25% a México y Canadá.

Unidad anti-Trump

Trump ha logrado la unidad nacional de los canadienses en su contra. El exprimer ministro Liberal Jean Chrétien ha escrito una gran filípica: “Exhorto [a Trump] a que reordene su cabeza”. Argumenta que “los canadienses defenderán su independencia y su modelo social”. Recomienda a los líderes que, como en el hockey (su deporte nacional), no se gana jugando a la defensiva, sino que vayan a la ofensiva con propuestas concretas. Por ejemplo, establecer reglas contra el tráfico de armas americanas, como lo propone México, o convocar a una reunión de líderes de países agraviados, como Dinamarca, Panamá, México y la Unión Europea.

Canadá ha reaccionado proactivamente con algunas medidas adecuadas, dignas de considerar. Creó ya un “Equipo Canadá”, un consejo de alto nivel, plural para la “defensa de Canadá”. Ya amenazó que está estudiando medidas concretas arancelarias y otras como cortar el suministro de energía a estados del este de Estados Unidos, que dependen de Canadá.

Para México es un serio problema la situación de Canadá y su actitud. Sí hay un movimiento real de algunos sectores, sobre todo políticos que favorecen que se haga sólo un acuerdo bilateral con Estados Unidos, excluyéndonos. Ante ello, carecemos de una estrategia visible para corregir años de “abandono”. Hay reclamos sobre nuestro “embajador fantasma” (Carlos Joaquín) que, en el peor momento, no defiende eficazmente nuestros intereses.

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Los canadienses han enviado embajadores de “peso”. Graeme Clark y ahora Cameron MacKay. Necesitamos una activa estrategia hacia nuestros aliados naturales que son los empresarios. Hay más de 2 mil empresas canadienses. Somos su tercer socio comercial. Canadá tiene la mayor inversión extranjera en minería, pero les impusimos en el momento más inoportuno un derecho especial. Recibimos anualmente 2 millones de turistas, de sol y playa, los snowbirds.

A cambio los mexicanos vamos a sus centros de Esquí en Whistler y Mont Tremblant, donde tenemos la fama de ser los mayores gastadores. Somos economías complementarias. Podemos aprovechar su experiencia en ferrocarriles y en el sector energético. Tienen gran presencia en el sector aeronáutico, en Querétaro. Hay importantes flujos de estudiantes, más de 14 mil, y un programa muy exitoso bien diseñado, ejemplar de trabajadores agrícolas temporales de casi 30 mil familias por año. ¡Hay buenas bases!

En lugar de caer en provocaciones y “reacciones” tácticas coyunturales, debemos proponer una estrategia visionaria de largo plazo para avanzar en una mayor integración económica de América del Norte para fortalecerla y ser, como se ha dicho, el mayor y más competitivo bloque regional.

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La respuesta hacia las preocupaciones esenciales de Trump que son contra China, sería conformar una Unión Aduanera con un arancel externo y políticas comunes. Ir más allá de un Acuerdo de Libre Comercio, siguiendo los pasos de la Unión Europea: ampliar la cooperación científica, la educativa, a través de la ampliación del programa de becas, como el Erasmo de la Unión Europea. He formulado dos ideas concretas: necesitamos crear, no una gran burocracia, como la de Bruselas, pero sí un Secretariado Técnico del Tratado de América del Norte, pequeño, con gente de alto nivel que impulse propuestas y les dé seguimiento. Debe desechar mentiras con datos duros de que somos la principal puerta de productos de China a Estados Unidos y Canadá.

También, como ya lo propuso nuestro destacado economista Alejandro Werner, resucitar el “fantasma” del Banco de Desarrollo de América del Norte (NADBank), al que se incorpore Canadá y pueda financiar, para lo que se creó, infraestructura regional y fronteriza, proyecto rentable en zonas que expulsan mano de obra, que es mejor que “levantar muros”.

En suma, los problemas que estamos sufriendo el terrible embate “trumpiano” son también una gran oportunidad para hacer cambios estructurales en instituciones, una nueva política de desarrollo económico y una nueva estrategia de gran visión de cooperación y mayor integración regional, y no confrontación y fragmentación. ¡Fortalecer el gran potencial de la olvidada relación estratégica en Canadá!

Embajador de México en Canadá (2013-2016)

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