San José.— La cuenta de José Miguel Vivanco en Twitter es un muro de lamentos o de felicitaciones de infinidad de latinoamericanos y caribeños que le reprochan o le alaban por denunciar las violaciones a los derechos humanos en México, Cuba , Colombia , Brasil , Venezuela , Chile o Nicaragua .
Chileno, de 60 años, abogado y con más de 30 de exhibir los abusos de gobiernos de izquierda, centro o derecha, Vivanco culminará hoy su labor como director para las Américas de Human Rights Watch (HRW) , agrupación no estatal mundial de defensa de los derechos humanos con sede en Washington, Estados Unidos.
En entrevista con EL UNIVERSAL , Vivanco afirmó que trabajará en prevenir las violaciones a los derechos humanos.
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México vive asesinatos de activistas de derechos humanos, periodistas, impunidad, azote del narcotráfico. ¿Cómo evalúa a México y su futuro, no sólo en los 35 meses que le quedan a Andrés Manuel López Obrador, sino en el periodo post-AMLO?
—México atraviesa una crisis de derechos humanos . La situación de los periodistas y defensores de derechos humanos es aterradora. En el gobierno de Andrés Manuel López Obrador , 28 periodistas y 38 defensores han sido asesinados. Hay casi 100 mil personas desaparecidas —25 mil durante el gobierno de López Obrador—. Los homicidios continúan a niveles sin precedentes. Soldados y policías siguen matando a civiles y ni hablar de las atrocidades de los narcos. Es muy preocupante que, al Presidente, no le parece preocupar esa situación.
¿Qué implican estrategias como abrazos, no balazos, militarizar la seguridad, enviar a la Guardia Nacional a contener migrantes y acosar a periodistas y a críticos?
—Durante la primera mitad de su mandato, López Obrador ha optado por continuar algunas de las políticas más abusivas de sus predecesores. En lugar de regresar las Fuerzas Armadas a sus cuarteles como prometió en campaña, ha ido aún más lejos que sus predecesores en la búsqueda de justificaciones legales para mantener a los militares en las calles.
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El Presidente ha desplegado más de 28 mil soldados para prevenir que los migrantes lleguen a la frontera estadounidense. Los militares han separado a familias, pateado y golpeado a migrantes, irrumpido por la fuerza en viviendas particulares para perseguir a extranjeros y agredido a miembros de la prensa, activistas y representantes de la Comisión de los Derechos Humanos de México que intentaban documentar los abusos.
En estos choques han resultado heridos tanto migrantes como autoridades mexicanas.
López Obrador también ha intentado intimidar y presionar a periodistas, satanizándolos en las [conferencias de prensa] mañaneras y acusándolos de mentirosos y conservadores.
Tras casi tres décadas en defensa de derechos humanos, ¿cuál es su legado?
—Eso sería pretencioso de mi parte. He intentado hacer un trabajo lo más profesional posible sustentado en informes con evidencias sólidas e interpretación rigurosa de los hechos. No fue solo denunciar sin evidencias, sino reflejar un compromiso universal con la causa de los derechos ajeno a sesgos ideológicos.
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No dejarnos influir por simpatías o antipatías personales respecto a un régimen o un gobierno y medirlos a todos, derechas o izquierdas, con la misma vara. Y estar dispuestos a hacer el reconocimiento que corresponda cuando las autoridades hacen bien las cosas. Nobleza obliga, por credibilidad propia.
Hace 30 años América Latina y el Caribe salían de las dictaduras militares con sus violaciones a los derechos humanos. ¿Cómo analiza la situación actual?
—En derechos humanos es similar a hace 30 años y no hay ni grandes progresos ni grandes retrocesos. En México sí hay retrocesos: las cifras de desapariciones y ejecuciones son una cosa realmente casi fuera de control. Son unas cifras espantosas, pero esa no es la realidad de toda América Latina , felizmente.
Obviamente que en Nicaragua y Venezuela hay enormes retrocesos. Pero en el caso de Chile no ni en el de Perú, que en la década de 1990 vivía bajo la dictadura de [Alberto] Fujimori. Colombia estaba peor hace 30 años. No digo que hoy esté mucho mejor. Se compensan unos países con otros.
¿Y cuál es la situación actual de la democracial?
—Veo retrocesos serios y es lo más preocupante, en la adhesión popular al sistema democrático de gobierno. Hace algunas décadas, cuando salíamos de las dictaduras, había una mayoritaria adhesión al sistema democrático con la convicción de las mayorías de que la democracia era mejor que la dictadura. Era una convicción mucho más firme, profunda y sólida que la de hoy.
Lo preocupante es que las democracias que construimos no han mejorado las condiciones reales de vida de la población. La corrupción es asunto complejo. Salíamos de regímenes dictatoriales, incluyendo México con un sistema de partido único [Partido Revolucionario Institucional, PRI] que gobernó más de 70 años sobre el fraude electoral sistemático .
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Existía la ilusión de que, en democracia, con debate público abierto sin censura ni persecución, era posible mejorar la calidad de vida de la población. Ahí es donde se ha ido incrementando la desilusión con la democracia.
En los últimos 30 años la ciudadanía ha usado la democracia electoral para castigar o premiar a los gobiernos de turno. En el voto castigo el peligro es que la gran mayoría ha ido perdiendo fe en la clase política en general y cree que los políticos son todos lo mismo: llegan al poder a llenarse los bolsillos y traicionar sus promesas de campaña.
Eso es muy riesgoso: allana el camino para elegir a populistas autoritarios, mesías, caudillos que se presentan como antisistemas, antiélites, pero son de la clase política tradicional.
El caudillo llega al poder por vía democrática, pero luego gobierna de manera autoritaria y empieza a transformar la democracia en tiranía concentrando el poder, debilitando a la sociedad civil, atacando a los medios independientes de comunicación, tratando de controlar al Poder Judicial y con un efectivo aparato de propaganda. Eso es muy peligroso para los derechos humanos, que florecen y se respetan en democracia y no en tiranía.