México transita entre dos realidades alrededor del aborto; por un lado, su despenalización en la capital del país ha generado un ambiente de apertura en el que, poco a poco, el asunto ha dejado de ser un tabú. Sin embargo, en el resto del territorio aún existe silencio alrededor del tema y las mujeres se enfrentan a estigmas producto de creencias religiosas, tradiciones y la cultura misma, afirma Sofía Garduño Huerta, cocoordinadora del Fondo de Aborto para la Justicia Social MARIA, en la Ciudad de México.

En entrevista con EL UNIVERSAL, la sicóloga resalta el papel de la educación de género como factor estigmatizante de las mujeres que deciden abortar: “Estamos formadas en un país en donde todo lo femenino está asociado a la dependencia, a la obediencia y al cuidado. Hay una visión de nosotras como incapaces de tomar decisiones, que necesitamos de tutela, y principalmente de hombres. También [en nuestra cultura] está muy valorada la maternidad, que se liga a la identidad femenina. Puede haber alguien muy exitosa en otros ámbitos de la vida, pero si no es madre o no tiene una pareja, hay una visión de que está incompleta”.

“Crecemos rechazando el aborto y aceptando la maternidad. Cuando vives un momento en el que un embarazo no es viable, no sólo le estás diciendo no a ese embarazo, sino también a la educación que nos han dado”, expone la sicóloga.

En 2007 la Ciudad de México despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo. Desde entonces, y hasta abril de 2017 la Secretaría de Salud capitalina ha registrado 176 mil 355 mujeres que han recurrido a este procedimiento, incluyendo a quienes se trasladan del interior de la República donde, dependiendo del estado, únicamente se permite abortar si la vida de la madre peligra, por condiciones económicas, violación, o por malformaciones del feto.

La más reciente encuesta de Parametría arrojó que 7 de cada 10 mexicanos están en contra de que una mujer aborte sin ser penalizada.

Por ello, “quienes están en esa situación tienden a reservarse lo que les ocurre, lo cual las vuelve víctimas de segregación y propensas a la desinformación o a practicarse procedimientos inseguros con personal médico que puede llegar a violar sus derechos humanos”, señala la especialista.

Precisa que “los pros y contras” de un aborto “son parte de una decisión personal que responde a una situación particular de la mujer y sobre la cual nadie puede opinar ni se puede generalizar. No se pueden enlistar argumentos a favor o en contra”.

Sobre las consecuencias emocionales que implica interrumpir un embarazo, la especialista señala: “El mayor factor de riesgo para la salud mental y emocional de una mujer que interrumpe su embarazo va a ser la misma salud mental y emocional que se tenía antes de la práctica y no la experiencia del aborto en sí misma”.

“La decisión de interrumpir un embarazo es personal, quien ya la tomó la va a llevar a cabo”, dice y agrega que la diferencia está en el apoyo y acompañamiento que pueda tener para que no se exponga a riesgos.

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