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Podría decirse que México está en el origen de la Revolución Cubana. En 1955, los hermanos Castro y Ernesto Guevara realizaban ensayos belicosos en el Nevado de Toluca y en la zona montañosa de Ayotzilco, Chalco. En 1956, fueron arrestados por la Dirección Federal de Seguridad de México y permanecieron detenidos varias semanas hasta que el ex presidente Lázaro Cárdenas intervino para que los liberaran.
En 1956 zarpó desde Tuxpan, Veracruz, el yate Granma, que llevó a los revolucionarios a las costas de Cuba. El 1 de enero de 1959, la ciudad cubana de Santa Clara alumbró el triunfo de la guerrilla comandada por Fidel Castro y la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista. El marxismo no estaba en los orígenes del movimiento, la revolución llegó al poder “sin ideología”, según declaraciones del mismo Castro. No obstante, para echar a andar la economía, el gobierno revolucionario expropió tierras propiedad de estadounidenses y ganó, de inmediato, la enemistad de Washington, que impuso el embargo económico que perdura hasta nuestros días. A pesar de ello, en plena Guerra Fría, México reconoció, el mismo 1959, al gobierno revolucionario.
La Unión Soviética y Cuba empezaron, después, a relacionarse económica y culturalmente. En 1962, la Organización de Estados Americanos (OEA) excluyó a Cuba porque su marxismo-leninismo significaba su adhesión al bloque comunista, el cual “era incompatible con el resto del Sistema Interamericano”. México fue uno de los países que se abstuvo de participar en dicha votación y continuó con las relaciones diplomáticas cordiales con el gobierno de Castro, basándose en la Doctrina Estrada. En general, México se mantuvo a favor de la inserción de Cuba en acuerdos internacionales y rechazó las medidas condenatorias de la isla. Además, fue el principal inversionista latinoamericano en Cuba, mientras que Cuba era el segundo socio de México en el Caribe.
Las relaciones diplomáticas entre La Habana y el priísmo mexicano se mantuvieron estables y relativamente armoniosas hasta finales del siglo. Fidel Castro fue invitado especial de José López Portillo. Y asistió a la toma de protesta de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Hubo algunos roces ligeros, como la protesta del gobierno cubano porque el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz sometía a un escrutinio humillante a las personas que se dirigían o regresaban de Cuba, confiscando, principalmente, libros.
A partir finales de los 80 –durante el gobierno salinista–, las políticas de ambos gobiernos se vieron afectadas por circunstancias internacionales: el avance del neoliberalismo y la desintegración de la Unión Soviética y el socialismo europeo. El comercio exterior se vio mermado. En esos años, Estados Unidos promulgó la Ley Torricelli y, con el propósito de “promover la transición pacífica hacia la democracia en Cuba”, reforzó el embargo económico que había impuesto en los 60, con la aplicación de sanciones a los países que sostuvieran relaciones comerciales con la isla. Por su parte, el gobierno salinista rechazó la injerencia de Washington en las decisiones internacionales y sostuvo el comercio con Cuba.
En 1998, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, Fidel Castro denunció el acercamiento de México con Estados Unidos, al tiempo que sostuvo que los niños mexicanos reconocían más “a Mickey Mouse que a los héroes nacionales”, por lo que México retiró temporalmente a su embajador de la isla.
Desde el inicio de su sexenio, Vicente Fox hizo un esfuerzo por acercarse comercial y políticamente a Washington, por lo que las relaciones con La Habana se enfriaron aún más. En 2002, se llevó a cabo en México la Conferencia Internacional sobre el Financiamiento para el Desarrollo convocada por la ONU, a la que asistieron Fidel Castro y George W. Bush. Castro dio a conocer una grabación en la que Fox lo invitó al almuerzo que se sirvió para los jefes de Estado, “inclusive a que se sentara al lado de él” y le pidió que después “se regresara a la isla de Cuba” –“o adonde Castro quisiera”–, “para dejarlo libre y no complicarle el día”. El famoso “comes y te vas”. Además el mexicano le pidió al mandatario cubano “no hablar de las relaciones diplomáticas México-Cuba” y “no agredir al presidente Bush”.
El mismo año, contrario a su costumbre, México se adhirió a Estados Unidos en la ONU cuando condenó las violaciones a los derechos humanos en Cuba. En 2004, La Habana declaró que “Estados Unidos controlaba las relaciones exteriores de México”, por lo que México expulsó al embajador cubano y retiró a la embajadora mexicana de Cuba. Las relaciones entre México y Cuba se deterioraron los siguientes seis años.
Durante el sexenio de Felipe Calderón, el entonces presidente cubano Raúl Castro asistió a la Cumbre la Unidad de América Latina y el Caribe, llevada a cabo en Quintana Roo. En 2014 ocurrió el último encuentro de un presidente mexicano con Fidel Castro, cuando Enrique Peña Nieto visitó la isla y reiteró “los lazos de fraternidad” y “amistad” entre las dos naciones. En este sexenio se firmó una serie de acuerdos, entre los que destaca la condonación del 70% de la deuda de Cuba con México. En 2015, Raúl Castro realizó otra visita oficial a México.
En 2018, Miguel Díaz-Canel fue invitado a la toma de protesta del ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien agradeció la presencia del presidente de “la hermana República de Cuba”. El mexicano aseguró que “México no dejará de pensar en Simón Bolívar y José Martí”. Díaz-Canel declaró que AMLO representaba “una esperanza para América Latina y el Caribe”.