Madrid.— Esta historia que se desarrolla en el extremo sur de África y que por ahora tiene un final risueño, está repleta de adversidades, frustraciones y trabas judiciales, pero, ante todo, es una muestra de la perseverancia y el coraje que exhibieron el mexicano Guillermo Delgado y su marido, Phillip Lühl, para reivindicar como pareja homosexual su derecho a la paternidad en un país como Namibia, apegado a tradiciones y que no considera las uniones legales entre personas del mismo género.
Guillermo y Phillip, ambos arquitectos, acaban de sentar un precedente histórico en la lucha por los derechos LGBTTTIQ+, al conseguir que la justicia de Namibia, país en el que residen, otorgue la ciudadanía a su hijo mayor, Yona, quien nació en 2019 en la vecina Sudáfrica mediante gestación subrogada y con todos sus papeles en regla.
“La historia puede sonar simplificada, pero cada paso, cada victoria que obtuvimos, implicó mucho tiempo, desgaste y mucha presión social, además de continuas comunicaciones con los abogados. Es toda una lucha. Y, desde luego, un precedente para familias como la nuestra de la comunidad LGTBI, pero también para familias heterosexuales que decidan tener hijos a través de la paternidad subrogada”, señala Guillermo en entrevista con EL UNIVERSAL.
“Cuando se produjo el veredicto fue un día feliz, todo el mundo estaba contento, mi suegra, mis cuñados, mis amigos. Pero yo mantengo la cautela, porque el gobierno namibio tiene un plazo de 20 días para apelar la sentencia. Aunque tengo esperanza de que no lo hagan, esperaré para la celebración”, agrega el arquitecto, originario de la Ciudad de México.
La pareja de Guillermo, de ascendencia alemana, nació en 1980 en Namibia, excolonia sudafricana que se independizó en 1990, por lo que Phillip tiene residencia permanente en Sudáfrica; si los dos integrantes del matrimonio hubieran sido extranjeros, no habrían podido recurrir a la vía de la gestación subrogada en este país.
“Sudáfrica tiene altos niveles de igualdad para la comunidad LGBTTTIQ+, por lo que allá tuvimos acceso a los recursos disponibles para los homosexuales, incluida la paternidad subrogada, lo que significa que desde que Yona fue concebido a través de la fertilización en vitro, él es nuestro hijo. Ello lo habilita una orden emitida por un juez sudafricano; algo importante para nosotros, porque no queríamos que en ningún momento hubiera duda de nuestra paternidad”, resalta Guillermo.
“Ya de vuelta en Namibia aplicamos por la ciudadanía de Yona y empezaron a las dificultades, porque nos pedían requisitos extraordinarios y al final nos dijeron que sólo se le iba a otorgar la ciudadanía en caso de que se confirmara genéticamente que Phillip era su padre, desconociendo la paternidad de ambos y los documentos sudafricanos que la acreditaban.
La sentencia de la Alta Corte de Namibia a favor de la ciudadanía de Yona implica que les deben ser devueltos a la pareja los costos judiciales que Guillermo y Phillip asumieron de forma privada, sin ninguna subvención, por lo que casi se quedaron en la banca rota.
La de Yona no es la única pelea en los tribunales que libran los dos arquitectos que contrajeron matrimonio en 2014, aunque sí la más intrincada. En marzo de 2021 llegaron a la familia las dos gemelas, Paula y Maya, también concebidas mediante gestación subrogada en Sudáfrica y que fueron vetadas por el gobierno namibio que, incluso, les negó salvoconductos para entrar en el país, pese a que los certificados de nacimiento de las autoridades sudafricanas reconocían legalmente a la pareja de homosexuales como padres de las niñas. Finalmente, fue aprobado el ingreso a Namibia de las bebés que contaban solo con un mes de edad.
Poco tiempo después, los tres hijos del matrimonio obtuvieron la nacionalidad mexicana, luego de que la embajada de México en Sudáfrica culminara los trámites para respaldar los derechos de la pareja, algo que Guillermo agradece. El arquitecto mexicano, que está peleando en los tribunales el reconocimiento de su estatus migratorio, reconoce que ahora puede ser un buen momento para confrontar al gobierno de Namibia y que se reconozca la igualdad de la comunidad LGTBI, con la emergencia en el país africano de movimientos juveniles críticos y activos.
La sentencia de la Alta Corte que aprueba la concesión de la ciudadanía namibia al mayor de los hijos de Guillermo y Phillip, podría beneficiar por extensión a sus hermanas gemelas, que están pendientes de que se avale su ciudadanía tras otro litigio emprendido por la pareja.
La llegada del mexicano a Namibia fue circunstancial, fruto de la relación sentimental que estableció con Phillip en Holanda, donde ambos estudiaban una maestría en 2007. “Resultó que Phillip era de Namibia, esa es la razón. No escogimos Namibia, sino que Phillip y yo nos escogimos el uno al otro. En 2010 se presentó la oportunidad para que mi marido trabajara en la primera escuela de arquitectura del país. Pensamos que eso era algo increíble, que no había que desaprovecharlo. Y henos aquí”, rememora.
Cuando se plantearon tener hijos en 2014, la pareja barajó como primera alternativa la adopción. Pero desistieron después de que trabajadoras sociales les dijeran que no conseguirían nada cuando se descubriera su condición homosexual. Entonces apostaron por la gestación subrogada en Sudáfrica, donde está regulada, para acceder a una paternidad que se les negaba en el país donde residían.
A pesar de las contrariedades que han tenido que enfrentar en los últimos dos años, la familia descarta mudarse de Namibia.
“Todo lo que hacemos es consolidar nuestra estancia aquí, donde vivimos. Mucho del trabajo que realizamos es social. Nuestro principal cliente es el gobierno y trabajamos con ellos en desarrollo de programas nacionales y políticas de vivienda. Es algo que nos ha arraigado aquí”, concluye Guillermo, quien trabaja con su marido en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Namibia (NUST).
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