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Los actos racistas como el que el mexicano Dave Monklova sufrió en Dublín se han vuelto comunes en Irlanda y casi siempre son llevados a cabo por jóvenes de entre 11 y 18 años.
Dave, quien el pasado sábado fue víctima de agresiones físicas y verbales por hablar español, expresó en entrevista telefónica con EL UNIVERSAL su preocupación ante la situación que viven los inmigrantes en suelo irlandés. Aunque descarta que todos los nacidos en la Isla Esmeralda sean racistas, considera que sí existe un problema cultural que afecta a la población en general, pero que apunta con más saña hacia los foráneos con dificultad para comunicarse debido a la diferencia de idiomas.
“Hay un problema actual en Dublín”, cuenta. Y es la forma de actuar de los jóvenes, que se sienten protegidos por la ley y hacen cosas como las que le hicieron a él. “Estos jóvenes, que serán el futuro, deben ser educados en cuanto a la tolerancia, a no ser racistas, a tolerar a otras nacionalidades”. “La discriminación ante la barrera del lenguaje se nota en establecimientos o en la propia aduana, donde la actitud cambia cuando no hablas inglés”, explica Dave, quien trabaja como cleaner para costear sus estudios de idioma, razón principal de su estancia en ese país. El problema se agudiza, considera, por el poco control de las autoridades sobre los menores de edad. Los irlandeses tienen la idea, explica, de que no hay que “tocar a los menores, aunque hagan cosas ilegales”.
Como los golpes que le dieron a él dos chicas locales, evidenciados en un par de videos que compartió en redes sociales y que se volvieron virales. El joven de 26 años revela que se inició una investigación a raíz de que se difundió lo ocurrido y que, durante el proceso, la policía ha cuestionado una y otra vez sus razones para actuar legalmente: “El oficial que me comunica los avances me ha pedido que lo piense bien, bajo el discurso de que —las atacantes— son sólo adolescentes que requieren apoyo”.
Las autoridades le informaron que ya identificaron a sus agresoras, quienes están dispuestas a pagarle sus audífonos, rotos en el forcejeo, y quedaron de contactarlo nuevamente para continuar las pesquisas. El mexicano asegura que no desea afectarlas, sólo crear consciencia en la gente que imparte justicia.
“No existe la cultura de la denuncia. La falta de acción de la autoridad ha orillado a que los extranjeros tengan miedo de dar a conocer sus casos, y está claro que [el trato] no es igual para los residentes que para los inmigrantes”, comenta.
El oriundo de León, Guanajuato, confiesa que tanto la embajada de México en Irlanda, como el cónsul en Dublín, le han dado continuidad a su situación, pero le han pedido discreción, con el fin de no crear temor en los mexicanos que aspiran a estudiar en aquel país. Monklova llegó a Dublín hace un año y ahora le tocó vivir en carne propia lo que experimentan cientos de brasileños y africanos, según su propio testimonio; sin embargo, señala que es una problemática que existe en todo el mundo.
“Cada ocho meses renuevo mi visa y la próxima vez que lo haga habrá un antecedente. Ojalá no me afecte, porque si excluyo esta ocasión, los irlandeses se han portado amigables, aun en los mensajes que me envían debido a lo que pasó”, concluye.