Miami.— Desde hace una década, en se ha fortalecido el discurso oficial en materia de drogas; se ha sostenido sobre una paradoja: por un lado, se presume la incautación de toneladas de drogas como evidencia de victorias históricas frente a los cárteles, pero, por el otro lado, la política sanitaria estadounidense ha girado hacia un modelo pragmático y frío: asegurar que los consumidores, aunque sigan drogándose, no mueran. Los funcionarios de EU celebran las reducciones en muertes por sobredosis, pero rara vez hablan de reducciones en el consumo. Las declaraciones de especialistas y las cifras oficiales apuntan en la misma dirección: “A Estados Unidos le preocupa menos que la gente deje de drogarse que el hecho de que sobrevivan mientras lo hacen”, señala a el médico especialista Enrique Martínez.

En siete meses de gobierno de Donald Trump, la agencia antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) reportó la incautación de 70 mil libras (31 mil 751 kilos), la misma cantidad que se decomisó en todo 2024. El administrador interino Robert Murphy explicó que las cifras casi duplican lo alcanzado el año anterior y advirtió que los cárteles mexicanos controlan 100% de la producción, el contrabando y la distribución de metanfetamina en el país. EU consume en masa, pero no produce y todo lo que llega lo hace por canales dominados por organizaciones criminales transnacionales que tienen la logística de corporaciones. “No hay que perder de vista que la recepción, distribución y venta al interior del país lo realizan células de narcos estadounidenses”, subraya el especialista en seguridad nacional, Guillermo Alberto Hidalgo.

Los operativos de la DEA han dejado decomisos que se anuncian con espectacularidad. En Georgia se descubrieron 705 libras (320 kilos) escondidas en un camión cargado con pepinos. En Minnesota se aseguraron 889 libras (403 kilos) listas para su distribución. En California, un laboratorio clandestino escondía 240 libras (109 kilos) cristalizadas y 151 galones (572 litros) de metanfetamina en forma líquida, preparados para abastecer a miles de consumidores. En Texas, entre Galveston y Austin, las autoridades interceptaron más de 2 mil 400 libras (mil 89 kilos) en días. A esto se suman 44 millones de pastillas de fentanilo, 4 mil 500 libras (2 mil 41 kilos) de su polvo y 201 mil 500 libras (91 mil 399 kilos) de cocaína, decomisos que el Departamento de Justicia (DOJ) presentó como prueba de que la “guerra contra el crimen organizado transnacional” sigue librándose con intensidad.

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La fiscal general Pam Bondi señaló recientemente que no es lo que se exhibe en bodegas tras ser confiscado lo más preocupante, sino lo que sigue circulando en las calles. Advirtió sobre la producción y venta de metanfetamina disfrazada de medicamentos legítimos, especialmente pastillas que imitan al Adderall, recetado en miles de hogares para tratar el trastorno de déficit de atención; “puede que no te maten al instante, pero pueden volverte tan adicto a la metanfetamina que puede destruir tu vida”, alertó.

“Lo más grave no es la droga como tal, sino la trampa, porque la presentan como un medicamento y eso hace que miles de personas la ingieran sin siquiera pensarlo, hasta que descubren, demasiado tarde, que ya no pueden dejarla”, advierte el doctor Martínez.

El consumo de drogas en EU es el reflejo de la otra cara de la moneda. Entre 2015 y 2019, el uso de metanfetamina en el país creció 43%, mientras que las muertes vinculadas a sicoestimulantes distintos a la cocaína, principalmente metanfetamina, se multiplicaron por cinco entre 2012 y 2018, pasando de poco más de 5 mil 500 a más de 15 mil casos, según un estudio publicado en JAMA Psychiatry, basado en datos de la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud (NSDUH) y del sistema de estadísticas vitales de EU.

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En 2023 se registró la primera reducción anual en seis años, con 107 mil 543 muertes por sobredosis, 3% menos que en 2022, de acuerdo con datos del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA). La caída fue aún más drástica en 2024, cuando el Centro Nacional de Estadísticas de Salud reportó 80 mil 391 fallecidos, lo que representó 26.9% menos que el año anterior y marcó la cifra más baja desde 2019. Estas estadísticas fueron celebradas como un éxito histórico, pero esconden un matiz esencial, el número de consumidores no se redujo al mismo ritmo, en muchos grupos se mantuvo estable y en algunos aumentó.

En 2023, 3.8 millones de jóvenes consumieron drogas ilícitas, 100 mil más que en 2022. Entre ellos, 40 mil usaron metanfetamina, lo que representó un aumento de 112% respecto al año anterior. El consumo de cocaína subió 58%; el de opioides no recetados, 41%, y el de fentanilo, 47%, de acuerdo con cifras de la NSDUH difundidas por la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA).

“Estas cifras contradicen cualquier defensa de estabilidad juvenil que algunos informes oficiales insisten en promover desde la pandemia”, dice Martínez; “y confirman que los jóvenes no sólo consumen, sino que lo hacen con drogas cada vez más peligrosas”.

La naloxona es capaz de revertir los efectos de una sobredosis por opioides en minutos. Foto: Cortesía Kelley-Ross
La naloxona es capaz de revertir los efectos de una sobredosis por opioides en minutos. Foto: Cortesía Kelley-Ross

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La explicación de la caída en las muertes está en la expansión masiva de la naloxona. Este antagonista opioide, capaz de revertir los efectos de una sobredosis en minutos, se ha convertido en el centro de la política de reducción de daños. Según el portal Vox, “si se administra de inmediato tras una sobredosis, la naloxona ha demostrado ser cercana a 99% efectiva en prevenir la muerte”. El doctor Rahul Gupta, exdirector de la Oficina de Políticas de Control de Drogas de la Casa Blanca, dijo que “la gente morirá como consecuencia, no hay duda al respecto. Las vidas dependen de la disponibilidad de medicamentos que salvan vidas como naloxona”.

Un estudio del Centro de Servicios de Medicare y Medicaid mostró que quienes recibieron metadona tras una sobredosis redujeron su riesgo de morir en 58%, los que recibieron buprenorfina lo disminuyeron 52%, y hasta quienes sólo llenaron una prescripción de naloxona bajaron el riesgo 30%. “Lo importante no es que los adictos dejen la droga, sino que no mueran usándola y el consumo o, dicho de otra manera, el negocio no disminuya”, comenta el doctor Martínez.

Los expertos ya han advertido que la siguiente gran crisis no será el fentanilo, sino la metanfetamina. Un artículo publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina concluyó que “hay evidencia que sugiere que el trastorno por uso de metanfetamina podría ser la próxima crisis de consumo en Estados Unidos y posiblemente a nivel mundial”.

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El doctor Michael Li, de la Universidad de California en Los Ángeles, señaló que no existe un sólo medicamento aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) para tratar esta adicción, aunque ensayos recientes con combinaciones de fármacos muestran resultados iniciales prometedores.

El neurocientífico Carl Hart, profesor de Sicología en la Universidad de Columbia y uno de los especialistas más influyentes en el debate sobre drogas, ha insistido en que “la política de drogas en EU y en la mayor parte del mundo se basa en suposiciones y anécdotas, pero rara vez en evidencia científica”. Lo que Hart señala es que las decisiones suelen responder más al impacto que tendrán en titulares de prensa o en campañas electorales que a su capacidad real para reducir consumo o salvar vidas. “La visión del doctor Hart cuestiona de raíz la consistencia de un sistema que, mientras presume decomisos récord y descensos en sobredosis, sigue atrapado en el ciclo de improvisar políticas sólo para tranquilizar a la opinión pública, pero que no atacan las causas profundas de la adicción en el país [EU]”, explica Martínez.

Son muy pocos quienes piden ayuda y salen delante del infierno de las drogas. Jessie Hadlock, en proceso de recuperación, narró con esperanza que “hoy llevo poco más de cinco meses limpio. Física, mental y espiritualmente, mi copa rebosa”. Trent, exusuario de metanfetamina, recordó su descenso al abismo, “pensé que la metanfetamina era lo más asombroso del momento, pero luego mi vida se salió de control, lo único que quería era morir; desde mi primer día en el Centro Walker sentí algo distinto, ahora vuelvo a sonreír”. Sarah, en recuperación, relató cómo la adicción destruyó el vínculo con sus hijos.

Por un lado, los programas de telemedicina, la disponibilidad de naloxona y el desarrollo de tratamientos asistidos con medicamentos permitirán que la mortalidad siga bajando. Pero al mismo tiempo, la llegada de nuevas combinaciones letales como el fentanilo mezclado con xilazina, así como el tráfico digitalizado a través de redes abren la puerta a una generación de consumidores aún más jóvenes. A esto se suma el debilitamiento de instrumentos como la NSDUH, que enfrenta recortes y limita la capacidad del Estado para diseñar políticas basadas en evidencia real. “Estados Unidos ha demostrado que puede salvar a sus adictos, pero no ha demostrado que pueda combatir la adicción”, concluye el médico Martínez.

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