Miami.— En medio de los temores por los planes de deportación masiva de Donald Trump, hay un grupo que es el más vulnerable: el de los menores migrantes. Ya objeto de polémica en su primera administración por la separación de familias que derivó en miles de niños desaparecidos en el sistema, ahora las ONG advierten sobre cómo puede impactar en los niños la estrategia de Trump.
Los menores siguen llegando a la frontera de Estados Unidos. En una sola semana, arribaron unos 100, solos o con coyotes, se reportó en noviembre pasado.
De acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) entre 2021 y 2024, más de 600 mil menores no acompañados han sido detenidos en la frontera sur de EU. Cada año, las cifras se han acumulado: 146 mil en 2021, 152 mil en 2022, más de 137 mil en 2023 y casi 110 mil en 2024.
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El zar fronterizo designado por Trump, Tom Homan, ha dicho que el gobierno de Estados Unidos “no puede encontrar” a más de 300 mil niños migrantes, y que muchos han sido engañados para realizar trabajos forzados y tráfico sexual. “Muchos de los niños, dicen los expertos, podrían estar en las direcciones que aparecen en los registros del gobierno, pero simplemente no pudieron asistir a sus citas judiciales”, aclaró la BBC.
La cadena británica reportó que “varios abogados de inmigración (...) sugirieron que es probable que la administración haga mucho más difícil convertirse en ‘patrocinador’ de niños indocumentados, incluso si el patrocinador es un miembro de su familia. En la práctica, esto significaría que más niños indocumentados permanecerían detenidos”. “No estoy seguro de que ellos mismos sepan qué van a hacer con los niños”, dijo Alexander Cuic, abogado de inmigración y profesor de la Universidad Case Western Reserve.
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El proceso de los menores
Los agentes de CBP los interceptan, detienen y los trasladan a centros de detención para menores, donde toman sus datos, fotografías, huellas dactilares y les abren una ficha. En menos de 72 horas, según la ley, deberían ser transferidos de las estaciones de CBP a la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR). “Pero la saturación del sistema a menudo prolonga su tiempo en estas instalaciones temporales, convirtiendo días en semanas para muchos”, señala la voluntaria de la ONG Raíces.
Para los menores, el tiempo se vuelve eterno.
Cuando Mateo dejó su casa en San Pedro Sula, Honduras, llevaba más sueños que pertenencias. “Su madre había reunido lo poco que tenía para pagarle a un coyote, con la esperanza de que su hijo pudiera cruzar la frontera hacia Estados Unidos y escapar de la violencia y la pobreza que los rodeaban. Mateo había escuchado que al llegar a EU estaría a salvo, que habría personas para ayudarlo y que podría reunirse con su mamá”, quien lo esperaba en Carolina del Norte.
“Pero apenas cuando había cruzado, al estar ya en territorio estadounidense, se encontró con luces cegadoras, un motor de una camioneta blanca de la Patrulla Fronteriza y el inicio de un proceso que jamás imaginó; se sintió como en un laberinto frío y confuso”, es el relato que el menor le platicó a Rosa María Gonzáles, voluntaria de la ONG Raíces, que da atención y seguimiento a los casos de menores no acompañados llegados a la frontera.
Igual que Mateo, Candelaria cruzó la frontera, pero de noche; de 16 años, fue llevada junto con otros menores a una camioneta. Así lo describe Rosa María a este diario en otro caos al que tuvo acceso.
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La saturación de los refugios de la ORR obliga a muchos niños a pasar días adicionales en estos bodegones helados. Mientras los menores esperan su transferencia, los agentes de CBP y trabajadores sociales externos realizan una evaluación inicial. Después de completar el registro y la evaluación inicial, CBP coordina con la ORR la transferencia de los menores a refugios especializados. Cuando Mateo y Candelaria fueron trasladados “lo primero que sintieron fue un poco de tranquilidad, les cambió su realidad”, describe Rosa María.
Sin embargo, la estancia de Mateo ahí se prolongó por meses. La madre de Mateo, quien trabaja limpiando casas en Carolina del Norte, tuvo que buscar ayuda para completar la documentación requerida. “Me pedían tantas cosas que no sabía por dónde empezar. Si no hubiera sido por esta organización [Raíces] que me ayudó, no sé si lo habría logrado”, dice a EL UNIVERSAL tras finalmente reunirse con su hijo. “Este es el día más feliz de mi vida, es como si volviera a dar a luz a mi hijo”, añadió.
No todos los casos de reunificación son historias de éxito. En algunas situaciones, los menores son colocados con patrocinadores que no pueden proporcionar el entorno seguro que necesitan. Un informe de 2024 señaló que 10% de los menores reportaron sentirse inseguros o desatendidos tras ser reunificados con familiares o terceros. El proceso se complica más cuando los menores dejan de serlo mientras están en los refugios. Entonces, pasan al control del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE), y son transferidos a centros de detención para adultos, un entorno mucho más hostil.
Activistas alertan que en este entorno, donde los procesos con los menores se extienden meses, la llegada de Trump es una nueva amenaza. Las deportaciones masivas que planea significan que los procedimientos se retrasarán mucho más. Para los menores, eso sólo significa una cosa: una pesadilla sin fin.