Bruselas.— Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron es un político al que le gusta tomar riesgos, así lo ha demostrado a lo largo del camino que lo llevó al Palacio del Elíseo.
El nacido en Amiens, una ciudad en el norte de Francia, dejó el cargo de ministro de Economía y Asuntos Digitales durante la administración del presidente socialista Francois Hollande para lanzar en 2016 su propio movimiento En Marcha.
Desafiando las tendencias del momento, inclinadas cada vez más hacia el discurso de la derecha radical, apostó por el centro y una agenda a favor de la integración de Europa. Contrario a lo que anticipaban los horóscopos, en la contienda de 2017 Macron se convirtió en el presidente más joven de la quinta República.
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El aventurero político sorpresivamente se impuso a las dos fuerzas políticas que por medio siglo dirigieron Francia, los Republicanos y Socialistas, asestándoles un golpe del que a la fecha no se han repuesto.
Desde entonces, cada contienda electoral es una batalla entre el partido centrista de Macron, hoy Renacimiento, y la extrema derecha, Rassemblement National (RN), de Marine Le Pen, hija de Jean-Marie Le Pen, negacionista del extremismo nazi que colocó la primera piedra de esa fuerza política.
Sin embargo, la apuesta de Macron de disolver la Cámara Baja del Parlamento de Francia y convocar elecciones legislativas en dos rondas, el 30 de junio y el 7 de julio, en reacción al catastrófico resultado de las elecciones europeas, es completamente de otro calibre.
Expertos consultados por EL UNIVERSAL afirman que en esa partida de naipes, Macron se juega su legado, pone en riesgo la estabilidad de Francia y compromete la operatividad de la Unión Europea.
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“En estas elecciones está en juego el futuro del gobierno de la sexta potencia económica a nivel internacional en un contexto extremadamente delicado para Europa, con la guerra en Ucrania y las implicaciones que tiene para las naciones europeas”, afirma Gaspard Estrada, politólogo y director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC) de Sciences Po, en París. “La decisión inesperada del presidente Macron tiene implicaciones muy importantes para el futuro de Francia y Europa. Esta elección es un parteaguas, por primera vez en la historia de la quinta República la extrema derecha podría llegar por la vía electoral al poder. De confirmarse, Francia viviría tiempos difíciles de aislamiento internacional, lo que sería una muy mala señal a pocos meses de la elección en Estados Unidos”, apunta.
El riesgo radica en que vuelva a repetirse la derrota ante la ultraderecha en las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio, en las que el partido nacionalista antiinmigración obtuvo 31.37% de los votos, un resultado histórico, más del doble del partido Renacimiento de Macron, 14.60%. Un desenlace similar puede resultar en un escenario en el que Macron, que permanecerá en el cargo hasta 2027, tenga que cohabitar, compartir el poder, con un gobierno bajo liderazgo de un premier de las filas del RN.
No sería la primera vez que se aplicara en Francia el formato de cohabitación: la última ocasión tuvo lugar entre 1997 y 2022, cuando el cargo de primer ministro lo ocupó el socialista Lionel Jospin y el de presidente Jacques Chirac, de centroderecha, pero la convivencia nunca ha sido con la extrema derecha.
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Auténtico enredo
Ante la sorpresa de todos, la noche del 9 de junio Macron disolvió la Asamblea Nacional y convocó a elecciones legislativas.
La decisión fue en reacción a los resultados que colocaron a RN muy por delante en las elecciones parlamentarias de la Unión Europea, y a la débil posición que se encontraba desde 2022; el mandatario gobernaba en un ambiente de crisis permanente al carecer de mayoría absoluta en la cámara francesa, su alianza tiene 250 escaños de los 577 disponibles. “Los observadores piensan que Macron tiene una visión demasiado optimista de sí mismo, una visión de lógica que le hace pensar que puede cambiar a los franceses con la palabra, con un golpe político como fue disolver la Asamblea y llamar a elecciones”, sostiene Yves Sintomer, politólogo de la Universidad de París VIII. “Al final, el resultado es el opuesto a la convicción del presidente francés. Su posición es ahora más débil, su popularidad es más baja que en las elecciones europeas y de antes de su decisión de convocar nuevas elecciones”.
Con los aires electorales soplando en contra del presidente y considerando que el triunfo de la corriente macronista no es realista, Sintomer dice que el escenario más optimista para el mandatario galo sería la victoria de la izquierda, la formación de una mayoría absoluta que pudiera apoyarse sobre los gobiernos locales, que en una parte importante son dirigidos por la izquierda.
Otra posibilidad es un gobierno técnico al estilo italiano y que podría gobernar Francia hasta nuevas elecciones legislativas —debe haber un plazo mínimo de un año entre una y otra—. “Estos son los escenarios más optimistas, pero su posibilidad es bastante baja”, dice Sintomer.
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Por el contrario, son mucho más probables los dos peligros a los que se enfrenta Francia al momento de la apertura de las casillas. “En el orden de plausibilidad de los escenarios, existen dos peligros, una Asamblea que no permita un gobierno estable, un caos total en la gobernanza del país. El otro, la victoria de una extrema derecha carente de un programa que asegure el futuro de Francia y Europa”, sostiene Sintomer.
Gaspard afirma que un gobierno de extrema derecha tendría gran impacto en la sociedad francesa. Entre otros, el programa de RN contempla restringir derechos de franceses con doble nacionalidad, privatizar los servicios de audiovisual y disminuir las cotizaciones patronales. “Todo está abierto, nada se puede descartar, todo ha sido una sucesión de sorpresas. Aunque si se concretan las encuestas será la victoria de la extrema derecha con al menos una mayoría relativa, con un cambio muy importante en la cabeza de Francia con repercusiones para Europa. Macron hizo una apuesta de alto riesgo y parece que ya está perdida”, señala el experto.
Macron llegó al Elíseo prometiendo apagar los movimientos incendiarios de una extrema derecha que se había colocado a las puertas del poder llegando a la segunda vuelta de las presidenciales con Marine Le Pen. Siete años más tarde, la llama del extremismo parece una flama imparable que terminará quemando el Palacio de Gobierno.
Son múltiples los factores que explican el fracaso de Macron ante la marcha sin freno de la ultraderecha. Uno de ellos tiene que ver con la incapacidad de cambiar las percepciones de la gente con relación a la situación económica. Ante el público, el gobierno sigue sacando calificación de reprobado.
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“Será la gran paradoja de su gobierno, si tuvo resultados tangibles en el plano económico, pero no ha logrado transformar esos resultados en una percepción positiva de cambio. El legado que está dejando es el de un presidente que se saboteó a él mismo y a su propio legado. Prometió que su gobierno, gracias a la mejora de la economía, haría que la extrema derecha disminuya y pierda influencia electoral, pero sucedió lo contrario”, indica Gaspard.
La polarización de la sociedad, la propagación de noticias falsas, la normalización de la narrativa xenófoba, y la desatención de los reclamos de miles de personas que han participado en las protestas masivas de los últimos años han contribuido al progreso de los ultras. “La estrategia de desestabilizar la extrema derecha francesa ha sido exitosa. Además, en Francia, a diferencia de otros países, hay una tendencia más fuerte de rechazo a las élites y de crítica a la política institucional”, dice Sintomer.
“La izquierda no ha sido capaz de proponer una alternativa creíble para una mayoría de la ciudadanía y la extrema derecha sí ha sido capaz de exprimir la voluntad de cambio político del país. RN nunca ha encabezado el gobierno nacional, nunca ha estado en los gobiernos regionales o municipales, por lo que aparece como una formación nueva que podría cambiar el país por el bien”.