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Siempre me ha dejado perplejo la adicción de los estadounidenses a las armas de fuego. Una pistola pequeña debería bastar para la defensa personal, pero en lugar de ello, en el mercado se pueden comprar libremente fusiles de asalto e incluso armas diseñadas para destruir un tanque de guerra a la distancia.
Tras la más reciente masacre, el Día de San Valentín en la preparatoria Douglas, en Parkland, Florida, en la cual murieron 17 personas y quedaron heridas 14 más, el presidente Donald Trump hizo una más de sus propuestas descabelladas: que en cada escuela haya un grupo de profesores y entrenadores capacitados en el uso de armas para disuadir a cualquier “loquito” de atacar a ese establecimiento.
Su propuesta remite una vez más a una salida falsa: el problema son los “loquitos” y no la permisividad de los legisladores ante los mercaderes de la muerte, los fabricantes de armas y la Asociación Nacional del Rifle (NRA). Muchos legisladores y funcionarios electos, tanto demócratas como republicanos, están en el bolsillo de la NRA; temen que les corten el financiamiento a sus campañas electorales si se deslindan de ésta. El joven Cameron Kasky, sobreviviente de la masacre, hizo trizas al senador republicano por su estado, Marco Rubio, y lo exhibió frente a la audiencia global de CNN. Le preguntó de manera directa: Senador, ¿usted está dispuesto a dejar de recibir dinero de la Asociación Nacional del Rifle? El senador cascabeleó, dio rodeos, pero no contestó con un sí o un no a la interrogante.
Todo esto tiene enormes implicaciones para México. Como lo señala el experto mexicano Eugenio Weigend Vargas, el debate sobre la protección de las fronteras estadounidenses ignora el papel de Estados Unidos como uno de los mayores proveedores de las armas usadas en crímenes violentos alrededor del mundo.
En el caso de México, el impacto del tráfico rampante de armas desde EU ha sido devastador. En 2017, México alcanzó el más alto nivel de homicidios en los últimos 20 años, con una tasa de 20.5 homicidios por cada 100 mil habitantes. Aun cuando esta cifra se debe en buena medida a los altos niveles de impunidad y de conducta criminal, el acceso a las armas de fuego ha sido un factor clave en el incremento en el número de homicidios. En 1997, 15% de los homicidios en México se cometieron con armas de fuego; en 2017, ese porcentaje subió a 66%.
El 24 de marzo los jóvenes estudiantes y muchos ciudadanos más tomarán las calles de Washington DC y otras ciudades (https://www.marchforourlives.com), para exigir que el gobierno federal y los legisladores tomen la vida y la seguridad de los estudiantes como una prioridad y pongan fin a las masacres en las escuelas.
Cada día, la violencia de las armas cobra 90 vidas estadounidenses. La pregunta relevante no es ¿habrá otra masacre?, sino ¿en qué fecha ocurrirá la próxima? y ¿me van a matar a mí?
Los preparatorianos de Parkland, y con ellos millones de sus colegas a lo largo y ancho de EU, se rehúsan a vivir en el miedo. Están decididos a sacudir a un sistema político para el cual es más sagrado el derecho a portar y usar armas que la vida humana misma.
Profesor asociado en el CIDE