De una mayor importancia de Estados Unidos en el plano internacional con Donald Trump, a un posible cambio de gobierno en Canadá, con un gobierno de Justin Trudeau en crisis, a una mayor relevancia de EU con Centroamérica al auge de la ultraderecha en el Viejo Continente, a los posibles ceses el fuego en Ucrania y Gaza a las complicaciones que el fentanilo ha traído para AL, estos y otros son los temas que marcarán el año que entra.
Elecciones en Canadá
Solange Márquez | Analista internacional
El 2025 podría marcar el fin de la era Trudeau en Canadá tras una década en el poder. El otrora carismático líder liberal enfrenta su mayor desafío político, con las encuestas mostrando un panorama sombrío para su partido. El primer ministro se encuentra 22 puntos por debajo de los conservadores liderados por Pierre Poilievre, quien ha capitalizado hábilmente el descontento social por la inflación, la inmigración y la crisis de vivienda.
El gobierno de Trudeau, antes celebrado internacionalmente, hoy luce desgastado y es percibido como un lastre electoral incluso por su propio partido. La reciente renuncia de la influyente Chrystia Freeland al gabinete ha subrayado esta crisis interna.
Poilievre, con su retórica populista, refleja un cambio hacia posiciones más conservadoras. Su potencial victoria plantea interrogantes sobre el rumbo de la política exterior canadiense, especialmente ante las amenazas arancelarias de Donald Trump y su trato hostil hacia el primer ministro canadiense.
Las elecciones de 2025 no solo decidirán el futuro político de Trudeau, sino que podrían reconfigurar el panorama norteamericano de cara a la renegociación del TMEC en 2026. Pese a la creciente presión para que dimita, el líder liberal intenta evitar una elección anticipada y mantenerse en el cargo hasta octubre de 2025.
La crisis política en Ottawa tiene ramificaciones que van más allá de las fronteras canadienses que podrían alterar significativamente las relaciones con Estados Unidos y México.
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Trump y el tablero de juego en América Latina
Ricardo Smith | analista internacional y maestrante en la Universidad de Georgetown
La segunda administración de Donald Trump asumirá el 20 de enero con una agenda internacional compleja. Durante la campaña y en declaraciones recientes, el magnate y presidente electo se comprometió a abordar los conflictos armados en Ucrania y Gaza. Además, deberá tomar decisiones clave sobre el futuro de la presencia diplomática y militar de Estados Unidos en Siria tras la caída del régimen de Bashar al-Assad.
En este contexto, el nuevo gobierno buscará proyectar influencia en América Latina. Contará con un equipo que comprende la relevancia geopolítica de la región y sus desafíos. Marco Rubio, nominado para encabezar el Departamento de Estado, probablemente impulsará una política renovada para contener y contrarrestar la influencia de China en la región, además de aumentar la presión sobre regímenes adversos como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Mauricio Claver-Carone, exdirect del Banco Interamericano de Desarrollo y posible enviado especial para la región, ha propuesto utilizar herramientas de inversión y comercio para fortalecer alianzas con países como Argentina, El Salvador y Ecuador. Este equipo tendrá la misión de implementar una política exterior coherente y mitigar el impacto de las acciones impulsivas del presidente, como su reciente llamado a recuperar el control estadounidense del Canal de Panamá.
México, por su parte, enfrentará el reto de renegociar el T-MEC y redefinir los términos generales de la relación bilateral, sin descuidar la oportunidad de ejercer liderazgo político en América Latina. El gobierno mexicano deberá mantener una posición soberana y firme, reconociendo al mismo tiempo que la región enfrenta problemas reales como la migración, el combate al crimen organizado y focos rojos de gobernanza, los cuales requieren soluciones conjuntas.
Magro futuro para los migrantes
Luis Herrera Lasso M. | lherrera@coppan.com. Director del Grupo COPPAN
La migración es fenómeno histórico que responde a causas socio económicos y que siempre ha beneficiado a quienes deciden migrar y a quienes deciden acogerlos; de otra manera la migración no existiría. Dos situaciones suelen afectar seriamente los flujos migratorios: las recesiones económicas y los nacionalismos a ultranza.
Estados Unidos es el principal receptor de migrantes en el hemisferio occidental. México es país de origen, tránsito y destino de migración. Más de 12 millones de mexicanos hacen su vida en Estados Unidos, aproximadamente seis millones son indocumentados. En México varios millones de familias cuentan con las remesas para su subsistencia.
Actualmente no existe ningún tipo de acuerdo entre los dos países para asegurar que la migración sea segura, legal y ordenada. La administración Trump amenaza con deportaciones masivas y el gobierno de México no parece contar con políticas y recursos para contrarrestar esta ofensiva que no solo afectará a los migrantes mexicanos sino a todos aquellos que transitan por México para llegar a Estados Unidos.
La migración promete ser un tema de constante tensión entre los dos gobiernos en 2025 y de escasa buenas noticias para los migrantes, quienes pagarán las consecuencias del nacionalismo de Trump y sus políticas excluyentes y de la incapacidad e indiferencia de su país de origen para brindarles algún apoyo; magro futuro para los migrantes en 2025.
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Desafíos humanitarios y nuevas oportunidades
Scarlett Limón Crump | Internacionalista
La migración global alcanzó niveles históricos en 2024, con más de 280 millones de personas desplazadas debido a conflictos, crisis económicas, cambio climático y persecución política. Este fenómeno afecta principalmente a África y el Medio Oriente, donde los desplazamientos masivos han generado crisis humanitarias. Latinoamérica, a su vez, se ha consolidado como una región clave de origen y tránsito migratorio, con Venezuela, Haití y Centroamérica a la cabeza de esta tendencia. México, que ha reforzado su rol como país de tránsito y destino, enfrenta un panorama migratorio complejo, con un aumento en las solicitudes de refugio y caravanas migrantes en su frontera sur.
En 2024, México superó las 130,000 solicitudes de refugio, mientras que la presión de Estados Unidos ha llevado a medidas restrictivas, como el programa "Quédate en México", que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en el país. Con la vuelta de Donald Trump a la presidencia en 2025, se prevé un endurecimiento de las políticas migratorias, lo que podría aumentar los riesgos en las rutas migratorias y sobrecargar a México como receptor de migrantes. Además, la migración se enmarca dentro de una tendencia global creciente, impulsada por crisis humanitarias y sociales que afectan a diversas regiones del mundo, lo que coloca a México en el epicentro de este desafío.
Para México, 2025 será un reto humanitario y diplomático. Será clave fortalecer su infraestructura migratoria y adoptar un enfoque regional que aborde las causas estructurales de la migración, como la pobreza y la violencia, que afectan especialmente a América Latina. La migración, lejos de ser solo un desafío, también representa una oportunidad para enriquecer a las sociedades receptoras, y en este contexto, proteger los derechos humanos de los migrantes no solo es un imperativo ético, sino también una estrategia para construir economías inclusivas, fomentar la cohesión social y promover un desarrollo sostenible.
El dilema del proteccionismo verde
Yu Chen Cheng | asociado COMEXI
En un mundo cada vez más preocupado por el cambio climático, se ha creado un concepto conocido como proteccionismo verde que ha cobrado relevancia en los últimos años.
Aunque su se trata de políticas que, en teoría, buscan reducir las emisiones globales al imponer restricciones a productos y servicios que no cumplen con estándares ambientales estrictos. Suena bien, porque al final del día, la agenda busca un planeta más limpio. Sin embargo, detrás de esta intención ecológica, a menudo se esconden intereses económicos nacionales. Por ejemplo, algunos países están implementando impuestos fronterizos de carbono, que encarecen las importaciones de productos fabricados con altos niveles de emisiones.
Esto, en teoría, motiva a las empresas extranjeras a volverse más sostenibles. Pero en la práctica, estas medidas suelen afectar de manera desproporcionada a los países en desarrollo, que no tienen acceso a tecnologías limpias o recursos para modernizarse al ritmo que se exige. Así, el proteccionismo verde se convierte en una barrera comercial disfrazada de acción climática.
El problema es que estas políticas, aunque parecen soluciones inmediatas, no fomentan la cooperación global necesaria para enfrentar el cambio climático. En lugar de trabajar juntos, los países comienzan a proteger sus propios intereses, dificultando los acuerdos internacionales. Además, generan tensiones en las relaciones comerciales y amplían las desigualdades entre economías avanzadas y emergentes.
Un ejemplo actual que podría cobrar fuerza en 2025 es el Mecanismo de Ajuste en la Frontera por Carbono (CBAM) de la Unión Europea. En 2025, es probable que otras economías desarrolladas, como Estados Unidos o Canadá, adopten medidas similares, intensificando el debate sobre el proteccionismo verde. Mientras tanto, países como India, Brasil o incluso México podrían enfrentar la difícil decisión de adaptarse a estas nuevas reglas del juego o buscar aliados comerciales fuera de estas grandes economías, promoviendo un comercio más regional.
¿Cuál será la preocupación real de los países desarrollados, cambio climático o intereses comerciales?
@Chennie_tw
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Geopolítica mundial y Trump en 2025
Horacio Saavedra | Especialista en Geopolítica y miembro de Comexi
La geopolítica mundial recibe a la nueva administración de Donald Trump en 2025. Estados Unidos permanece como el país más influyente y asume el poder un presidente caracterizado por la deconstrucción y el realismo en las Relaciones Internacionales.
China es la única potencia económica que reta la influencia global estadounidense y aumenta su presencia en América Latina, Asia y África. El grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica) se luce como una coalición con mayor independencia de Occidente.
América del Norte sigue siendo el espacio vital de la Unión Americana y el nuevo mandatario lanza un embate arancelario, migratorio y de seguridad contra México y Canadá para recordarlo. Es una “máquina de pinball”, en palabras de su ex asesor de seguridad nacional, John Bolton. Les exigue una alianza ante importaciones chinas, sacrificios humanitarios en migración y compromiso para reducir violencia, tráfico de drogras y el consumo de fentanilo al interior de EU. En lo comercial, el lobby automotriz occidental será un protagonista clave, pues tiene presencia en los tres países y teme la amenaza china.
Medio Oriente se vislumbra inestable. La guerra en Gaza muestra dos narrativas. Sudáfrica abrió el debate en Naciones Unidas sobre un nuevo “Apartheid”, genocidio y campos de concentración. Aunque esta discusión está betada por el “blob”, nomenclatura de política exterior de EU, según John Mearsheimer. Trump es excepcionalmente conservador en torno al gobierno de Israel y guarda silencio.
La Unión Europea vive crisis simultáneas. No tiene un líder que defienda las instituciones, ya sea un François Mitterrand francés o una Angela Merkel alemana. La economía no se recupera. Trump ha sentenciado disminuir recursos para la seguridad europea y eventualmente retirar su membresía de la OTAN. Ha prometido también sentar en la mesa a Rusia y Ucrania y pactar la paz, lo que pone en desventaja a los ucranianos. Parece no estar interesado en pelear guerras, sino en negociarlas.
Tráfico de fentanilo y geopolítica
Derzu Daniel Ramírez Ortiz | Profesor investigador de Relaciones Internacionales en UPAEP
El tráfico ilegal de fentanilo se ha convertido en una de las prioridades para Estados Unidos. Se estima que las sobredosis matan a 200 estadounidenses todos los días. Los especialistas alertan que esta epidemia puede propagarse a nivel global.
A pesar de los grandes costos sociales, los estados que albergan las cadenas de producción, suministro y consumo, entre los que predominan Estados Unidos, China y México, han sido irresponsables. Han actuado como si la solución a este problema admitiera políticas unilaterales y descoordinadas.
En un plano geopolítico, desde hace años la cooperación en materia de fentanilo entre el principal mercado de consumo, Estados Unidos, y el principal proveedor de los precursores químicos, China, ha sido errática y limitada. En algunos periodos, el gobierno chino ha restringido la producción y exportación de ciertas sustancias. Pero en reacción a la intensificación de la guerra arancelaria y a la visita de Nancy Pelosi a Taiwán en 2022, relajó dichos controles.
En Estados Unidos lo anterior se ha interpretado como una maniobra de China para hacer del tráfico de fentanilo una carta de negociación en la compleja relación bilateral.
Aun así, un resultado indeseado de la escaza cooperación entre las potencias, ha sido el traslado de la producción de fentanilo a México. Esta situación, lejos de robustecer la cooperación entre los vecinos, la ha deteriorado.
En el último sexenio, el gobierno mexicano restringió la colaboración con las agencias de seguridad estadounidenses pues ha imperado el supuesto de que su enfoque de combate y descabezamiento de los cárteles, exacerba la violencia y sabotea la estrategia de abrazos no balazos.
En Estados Unidos se percibe exasperación e impotencia. En los últimos años no lograron negociar ni imponer a México un marco de acción que correspondiera a sus prioridades. Fue hasta marzo de 2024 cuando López Obrador aceptó que en México se producía fentanilo.
En política, tras la pérdida de autoridad usualmente viene el uso de la fuerza. Trump ya amenazó a China y México con la imposición de aranceles si es que no se alinean con su visión. Además, la narrativa de que México es incapaz de combatir a los cárteles y de que es necesario que Estados Unidos lo haga inclusive en territorio mexicano, esta ganando mayor aceptación en el estamento estadounidense.
A principios de diciembre en Sinaloa, Sheinbaum inició el apaciguamiento de Trump. Sin embargo, es menester que México priorice la creación de mecanismos regionales y globales para combatir el tráfico de fentanilo, construidos sobre una base de responsabilidad compartida, entendimiento mutuo e identificación de las causas profundas de la problemática.
Make (Central) America Great Again
Renata Zilli | David Rockefeller Fellow de la Comisión Trilateral
Después de casi 30 años de indiferencia, con el regreso de Trump a la Casa Blanca, EEUU volverá a situar al continente americano al centro de sus intereses estratégicos. El nombramiento de figuras clave para dirigir la política exterior y de seguridad como Rubio, Landau, y Waltz, puede interpretarse como una síntesis hegeliana de las dos prioridades geopolíticas de Trump: China y el hemisferio occidental.
En un artículo publicado para la revista Américas Quarterly el verano pasado, Mauricio Claver-Carone sugiere que la prioridad de la administración Trump 2.0 debe ser la modernización del Tratado de Libre Comercio entre EEUU y Centroamérica (CAFTA, por sus siglas en inglés). Claver-Carone, quien fuera nombrado como el primer presidente estadounidense del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) durante el primer mandato de Trump, señaló que el CAFTA es el único acuerdo de libre comercio que EEUU mantiene con una dictadura: Nicaragua. Obviamente, la preocupación de Trump por Managua tiene poco que ver con la violación de los derechos humanos de los nicaragüenses y mucho que ver con las alianzas del tirano Daniel Ortega con otros regímenes autocráticos, particularmente China e Irán.
Durante el proceso de modernización del T-MEC se incorporaron algunas disposiciones en materia laboral inspiradas en el CAFTA. Por ello, es plausible que el T-MEC también pueda servir de modelo en la renegociación del CAFTA, por ejemplo la cláusula geopolítica 32.10. Esta disposición obliga a las partes notificar a sus pares sobre la intención de celebrar un acuerdo comercial con un país sin economía de mercado (léase China). Aunque a inicios de 2024 El Salvador inició negociaciones para firmar un TLC con Beijing, el único país miembro del CAFTA que tiene un TLC vigente con China es Costa Rica, un país clave para EEUU como sede de “Intel”, importante productor de semiconductores.
Ya sea por desprecio o indiferencia (quién sabe qué es peor), por décadas, EEUU abandonó a Centroamérica a su suerte. Pero eso está a punto de cambiar. Washington pecó de ingenuo al obviar, que todos los vacíos de poder se llenan – ya sea por grupos criminales o enemigos geopolíticos. Y Centroamérica, que durante años exigió corresponsabilidad y atención por parte de Washington, está a punto de descubrir que hay que tener cuidado con lo que se desea, pues podría volverse realidad.
Siria, ¿hacia dónde?
Guadalupe Galván | Editora
Siria resultó ser la "sorpresa" de fin de año. En 11 días, los rebeldes lograron avanzar hasta Damasco, donde el ejército de Bashar al-Assad prefirió huir, igual que el presidente, hoy refugiado en Siria. La alianza rebelde conocida como Hayat Tahrir al Shams (HTS), que se hizo con el control del poder en Siria, avanza lentamente hacia la conformación de gobierno, con promesas de respeto a los derechos de mujeres y minorías, pero entre temores de que busque instalar en Siria un régimen al estilo talibán. La caída de Al-Assad implica una reconfiguración de poderes en la región, tras el golpe que el triunfo rebelde representa para Irán y Rusia. Israel ha aprovechado la confusión para avanzar en suelo sirio, generando quejas y miedos sobre lo que pasará una vez que se instale formalmente un gobierno en el país.
Millones de personas están a la espera de poder regresar. Europa, urgida de que se vayan, pese a las precauciones por las que ha abogado la ONU. Además del riesgo que representan los propios rebeldes y su pasado en Al-Qaeda - que aseguran haber dejado atrás -, está el del Estado Islamico que aun tiene control en parte del territorio. En Estados Unidos, Donald Trump prometió no involucrarse. Pero esa postura podría cambiar si Siria se convierte en semillero terrorista.
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Mirando hacia 2025: Ucrania y Medio Oriente
Mauricio Meschoulam | Instagram: @mauriciomesch. TW: @maurimm
En este momento hay más de 130 conflictos armados en el mundo. Esto indica la última Revisión de Conflictos Armados del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres. Éstos, de acuerdo al análisis, son cada vez más profundos e intratables y están generando un sufrimiento humano indescriptible. Es por eso que en 2024 hubo 40% más muertes a causa de esos conflictos que el año previo. De todos esos conflictos, no obstante, dos sobresalen de manera notable: Ucrania y Medio Oriente (lo que incluye, pero no se limita a Gaza). No obstante, hacia 2025 parece haber varios factores incidiendo hacia posibles ceses de hostilidades en ambos casos. Esto no significa que esos ceses al fuego necesariamente vayan a durar o a materializarse tal y como se tienen pensados, ni tampoco significa que los factores de fondo vayan a quedar resueltos. Aún así, cabe esperar varias negociaciones, algunas de las cuales ya han iniciado; otras iniciarán en los meses que vienen. Acá algunos elementos de ese análisis.
Primero, si revisamos la dinámica de la guerra de Ucrania, la realidad es que Trump llega, como dijo The Economist hace unas semanas, como una especie de salvavidas para Zelensky. Esto es porque, independientemente del resultado de las elecciones en EU, Ucrania estaba ya viviendo su momento más difícil del conflicto desde 2022. La maquinaria bélica rusa ha probado ser altamente resiliente. Su capacidad industrial, su superior demografía y el respaldo económico de decenas de países clave, han permitido a Moscú resistir. Pero además de eso, la capacidad del ejército ruso para aprender de sus muchos errores, y su capacidad adaptación, sumado al apoyo militar de países como Irán, Corea del Norte y en cierta medida de China, han sido suficientes para hacer que el tiempo esté a su favor y pueda enfrentar a un ejército ucraniano escaso de tropas, de armamento y municiones para defender a un país demasiado desgastado política y psicológicamente. Rusia está hoy en día consiguiendo sus mayores avances territoriales desde el 2022. Del otro lado, a pesar de seguir controlando algunos cientos de kilómetros de territorio ruso, como dije, Ucrania está probablemente en su peor momento también desde 2022.
Así que, considerando eso, hay muchas voces en EU (no solo en el círculo de Trump, sino mucho más allá) y en Europa, que sostienen que Ucrania, de hecho, ya necesita negociar y sacar de esas conversaciones lo más que se pueda, pensando no tanto en recuperar el territorio perdido, sino en garantías reales de seguridad y sobrevivencia como país. Por supuesto que también hay voces dentro y fuera de Ucrania que argumentan que, si fuese militarmente respaldada, Kiev aún podría ganar. Esto, no obstante, parece poco realista y mucho menos bajo la Casa Blanca de Trump.
Sin embargo, el panorama que describo presenta, por un lado, la llegada inminente de negociaciones para un cese al fuego, pero por el otro, un panorama bastante más favorable para Rusia que para Ucrania. Así que no podemos dar por hecho que todo lo que plantee Trump se cumplirá tal cual. Es decir, más allá de concesiones territoriales que se pueda efectuar a Moscú, Putin está hoy volviendo a pensar en sus metas originales. Estas metas tienen que ver con la OTAN. Por un lado, garantizar que ni Ucrania ni otros nuevos países de la zona se sumarán a esa alianza, pero, por otro lado, también garantizar que la OTAN repliegue armamento y personal dentro de lo que Putin asume como su órbita de seguridad.
En palabras simples: aunque Trump se considere el negociador maestro, Putin siente hoy una fuerza y capacidad de efectuar demandas que posiblemente no sentía desde febrero del 2022. Y Ucrania, de su lado, está dispuesta a conceder territorio bajo un esquema de no reconocimiento oficial, pero su demanda mayor será precisamente obtener garantías de seguridad, preferiblemente bajo el paraguas de la OTAN, aunque también podría eventualmente aceptar pactos bilaterales de defensa con países como EU y sus aliados.
El resultado de todo lo anterior, entonces, se verá reflejado como un intento para resolver el conflicto, pero con más probabilidades de conseguir un cese al fuego temporal sin resolver, al menos no en 2025, toda la situación de fondo. Idealmente, este cese al fuego durará y ofrecerá oxígeno necesario a ambos ejércitos y permitirá a Trump alegar que él logró la paz. Sin embargo, también hay probabilidades de que las negociaciones se compliquen y que Putin demande más de lo que Trump esté dispuesto a ofrecer. Por tanto, no podemos descartar a Trump volteando todo su planteamiento original y amenazando a Putin con impulsar su respaldo a Ucrania de formas que ni siquiera vimos con Biden. Todas estas posibilidades ya han sido señaladas por él mismo o por gente de su círculo. Lo que no siempre se toma en cuenta es la fuerza con la que Putin buscará negociar sus demandas originales que, por supuesto, van mucho más allá de Ucrania. De no obtenerlas, Putin no tiene ningún problema en seguir adelante con la guerra avanzando palmo a palmo hacia Kiev.
En Medio Oriente sucede algo no idéntico, pero sí similar en términos de la resolución de los temas de fondo que detonaron la actual conflictiva.
Primero, en cuanto a Gaza, ya estamos viendo importantes esfuerzos para conseguir un cese de hostilidades, el cual, al momento de este escrito, contaría con distintas fases pero que no parece llegar hasta el final definitivo de la guerra ni hacia el estatus de Gaza, la desocupación del ejército israelí y la administración política de la franja.
Segundo, hemos ya también visto un cese al fuego entre Israel y Hezbollah y la relativa reducción de las más peligrosas tensiones entre Irán e Israel. Nada, insisto, está resuelto de forma definitiva, pero al menos los mayores riesgos de una guerra mayor parecen haberse disipado por ahora.
Tercero, para 2025 con Trump podemos esperar que intentará negociaciones en varios de los ámbitos que menciono. El nuevo presidente probablemente buscará que las negociaciones para Gaza permitan un cese al fuego más duradero. También podemos esperar que Trump buscará negociar otros rubros. Por un lado, la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita (además de otros países árabes). Por otra parte, alguna clase de acuerdo para resolver el conflicto palestino-israelí. Y, por último, buscará negociaciones con Irán.
Aún así, todos esos temas presentan dificultades importantes. Para los saudíes, parece difícil hoy en día aceptar normalizar relaciones con Israel—bajo el aislamiento que ese país vive en el mundo y especialmente entre las poblaciones árabes, tras las acusaciones de crímenes de guerra en Gaza—sin que esto esté verdaderamente atado al proceso para establecer un Estado Palestino. Este es el punto en el que Trump podría toparse con importantes problemas. Si ese presidente y sus asesores (como su embajador designado para Israel, Huckabee) se mantienen favoreciendo las posiciones de Netanyahu que incluyen importantes anexiones de territorios palestinos, es probable que todo ese proceso termine como en su última gestión, aislando a las voces más moderadas en Palestina y fortaleciendo a las más radicales. Así que Trump intentará separar los temas, conseguir la firma entre Israel y Riad solo bajo la “promesa” de que el tema palestino eventualmente se resolverá. Hará falta ver lo que Washington ofrezca al príncipe Bin Salman para evaluar si consigue su aceptación. En todo caso, de todas las negociaciones que señalo, esta es la que tiene las mayores posibilidades de lograrse.
En donde parece difícil que se alcance un avance sustantivo es en términos de la resolución de largo plazo del conflicto palestino-israelí, lo que no implica que no se conseguirá un cese al fuego que dure algún tiempo, al menos para Gaza. A ello se enfocarán las partes durante los meses que siguen. Es posible que, si una primera fase de acuerdo de cese de hostilidades se materializa, Netanyahu tendrá dificultades para bloquear una segunda y quizás tercera fases. En donde más problemas podría haber sería en la desocupación definitiva del ejército israelí de Gaza. Aún así, el objetivo actual de Hamás consiste en sobrevivir, buscar formas para reagruparse empleando el importantísimo apoyo con el que cuenta en Cisjordania, y seguir adelante en su lucha de largo plazo sacando partido del enorme daño que su guerra ha ocasionado a Israel, no en lo material, sino en lo político, lo diplomático y lo psicológico. Es probable que veamos en 2025 a todas estas tendencias ir tomando forma.
Por último, es probable que en 2025 veamos reanudarse las negociaciones entre Washington e Irán. Solo que acá necesitamos tomar en cuenta lo siguiente. Trump abandonó en 2018 el pacto nuclear que EU tenía con ese país debido a tres factores: (a) su fecha de caducidad, (b) el proyecto de misiles de Teherán que no estaba incluido en el pacto, y (c) el respaldo de Irán a su eje de milicias aliadas en la región. De manera que, si Trump no consigue victorias claras en esos tres rubros, su logro sería simplemente haber retomado el punto en el que ambos países ya estaban en 2018. De los tres, no es imposible que Trump consiga cierta flexibilidad en términos de alargar las fechas de caducidad (que, por cierto, iniciarían ya en 2025). Se ve más difícil obtener concesiones en el tema de los misiles que son hoy, el oxígeno que sostiene las capacidades convencionales de Teherán (además de los drones), y se ve incluso más difícil que Irán abandone a sus aliados regionales, a pesar de los daños que todos han sufrido en estos meses.
Con todo, 2025 pinta para ser un año lleno de negociaciones en todos los rubros que señalo y no podemos sino esperar que al menos en cierto sentido y quizás de formas limitadas, el año sea menos violento que 2024.
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Las elecciones en Alemania y el futuro de la Unión Europea
Citlali Ayala Martínez | Instituto Mora
En días recientes, Olaf Scholz perdió el voto de confianza del parlamento alemán, con lo cual, se encuentra abierto el camino a las elecciones anticipadas. Esto se da tras la ruptura de la coalición gubernamental del Partido Socialdemócrata (SPD), los verdes y el Partido Liberal Demócrata (FDP). Al perder la mayoría, Scholz se encuentra en un entorno de inestabilidad política y la necesidad de convocar a elecciones anticipadas en febrero. La reciente reforma electoral alemana ha tenido como resultado que, en vez de 733 diputados, el próximo Bundestag solamente tendrá 630
En principio, el liderazgo en las elecciones lo lleva la unión conservadora CDU/CSU con un 31% de intención de voto, seguida por la AfD que es de extrema derecha y va ganando terreno, con menor apoyo al partido de Scholz. Es posible aseverar que el futuro de las coaliciones en Alemania está en entredicho, pero es de notarse que el gobierno alemán se enfrenta al auge de la extrema derecha, lo cual representa un importante desafío tanto para Alemania misma, como para la Unión Europea.
Las razones de la ruptura de la coalición son diversas, pero sobresalen las decisiones respecto al uso del dinero. Se cuestiona desde la oposición (Merz) que, o se da dinero a Ucrania o se invierte en Alemania, y un eventual triunfo de Merz implicaría una reducción del gasto en bienestar social. Asimismo, las ideas de CDU/CSU sobre política energética van en contra de los deseos de los Verdes. La oposición en sí es proclive a una política migratoria diferente, así como en política exterior, seguridad y europea, y en política económica.
La prensa de las últimas semanas evidencia que a Alemania le importa en estos momentos su economía por encima de otros temas; la industria automotriz está en crisis y generando despidos masivos; se enfrentan a una recesión que dificultaría eventualmente su contribución financiera a la Unión Europea y a Ucrania en particular, dentro del contexto bélico contra Rusia.
¿Qué implicaciones tendría esto para la Unión Europea?
Citlali Ayala Martínez | Profesora-investigadora del Instituto Mora desde 2002
El eventual triunfo de la extrema derecha significaría una marcada tendencia hacia políticas más nacionalistas, lo cual no es favorable para el espíritu de la Unión Europea. El anterior liderazgo de Alemania bajo el mando de Angela Merkel no ha sido alcanzado por Scholz, por lo que un cambio en las elecciones alemanas haría más difícil la conformación de coaliciones por europeas, y, por ende, la integración en su conjunto. Esto sería visible en las políticas migratorias y de seguridad, sobre todo en una Unión Europea en la cual, Italia y Suecia están abanderando la extrema derecha y manifestando una posición antagónica a la continuidad de la recepción de migrantes y refugiados.
Se percibe incertidumbre en la UE por falta de un gobierno estable desde Alemania, lo que dificultaría la toma de decisiones a nivel europeo, sobre todo en lo económico y en respuestas a diversas crisis globales. Esto podría atrasar la aprobación de presupuestos y políticas clave, y debilitar la capacidad de Alemania para liderar iniciativas en el bloque europeo.
Hay un aumento del populismo en ciertas partes de Europa, y la extrema derecha tiene una voz cada vez más predominante, así como un número de adeptos más significativo. Esto se reflejará con el tiempo en el ámbito social, migratorio y de seguridad. Asimismo, el cumplimiento del pacto de estabilidad y crecimiento se vería en dificultades.
Alemania ha sido un motor fundamental de la economía europea. Su vulnerabilidad económica plantearía dificultades para hacer frente a las necesidades de integración económica, política exterior y de seguridad común, así como la cooperación europea para el desarrollo. Se requiere, por un lado, una integración y un compromiso mayor por parte del resto de estados miembros, y, por el otro, diálogo político que tenga como resultado una voz común en asuntos políticos y de seguridad. Esto último se ve difícil de alcanzar en la medida en que la extrema derecha vaya ganando terreno en algunos países europeos, y no se alcance la estabilidad política deseada en España, Francia y Alemania.
Los pilares políticos y económicos de la Unión Europea no son los que predominaron por décadas y atrajeron a nuevos estados miembros a adherirse y fortalecer la integración europea. El contexto global es otro, las tendencias orientadas a la extrema derecha apuntan a dinámicas, preferencias y decisiones distintas, bastante divergentes a las del pasado. Sin duda, lo que suceda en las elecciones de Alemania puede repercutir en el país y en la Unión Europea en su conjunto. La integración europea en sí misma está en crisis y no parece que vaya a salir de ella en un futuro cercano. El viejo continente y el mundo deben estar preparados para nuevos escenarios políticos y económicos, pues las luces de cambio se han hecho permanentes.
@citlaliayala
El avance de las derechas en Europa
Lorena Ruano
Una crisis de legitimidad recorre a las democracias europeas, debido al cuestionamiento del consenso liberal-tecnocrático de centro que permitió construir los sistemas políticos en la segunda mitad del siglo XX. El síntoma principal es el ascenso de partidos de derecha radical o extrema, aunque también posturas radicales de izquierda están en ascenso, si bien con menor éxito electoral. El fenómeno no es nuevo: se empezó a observar desde la crisis económica de 2008 y se ha ido agudizando con sucesivos shocks externos como la ola migratoria de 2015, la pandemia de COVID-19 y la invasión rusa a Ucrania. La desinformación en redes y la guerra híbrida que lleva a cabo Rusia interfiriendo en las elecciones Georgia y Rumania, son también factores preocupantes.
La polarización normaliza el discurso nacionalista, xenófobo y anti-inmigrante, posturas anti-sistema y populismos anti-elitistas con efectos diversos en los sistemas de partidos europeos. En algunos casos ha provocado una fragmentación importante que hace cada vez más difícil formar mayorías para gobierno. Por ejemplo, en los Países Bajos, la formación del actual gobierno tomó siete meses tras las elecciones de 2023. Francia es el caso más dramático tras las elecciones del verano de 2024, ya que ningún bloque tiene la mayoría. El gobierno del primer ministro Michel Barnier fue el más corto de la V República, asediado por las críticas tanto desde la extrema derecha del Agrupamiento Nacional como de la izquierda del Nuevo Frente Popular. Las mayorías exiguas dificultan también la gobernabilidad en España, donde el gobierno del presidente Pedro Sánchez depende de los apoyos de grupos nacionalistas catalanes y de Euskadi, por lo que enfrenta dificultades para aprobar los presupuestos de 2025. En Alemania, el gobierno tripartito de Olaf Scholz se rompió y están convocadas elecciones anticipadas para febrero de 2025, en las que el partido xenófobo de la Alianza por Alemania (AfD), según las encuestas, será la segunda fuerza política.
En otros países europeos la derecha dura ya gobierna con amplias mayorías, como en la Italia de Meloni o la Hungría de Órban. En otros más, como Finlandia, Países Bajos y Eslovaquia, son parte de la coalición gobernante, y en Austria, resultaron la fuerza más votada en las elecciones de 2024, pero sin alcanzar la mayoría. Ahí se presenta el dilema para el centro derecha de si formar gobierno con ellos o unirse a las otras fuerzas para formar un “cordón sanitario”. En todo caso, su avance parece imparable para 2024. Estas tendencias y dilemas se trasladaron también al nivel de la Unión Europeo donde, tras las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2024, hay ahora tres grupos parlamentarios (dos nuevos) situados a la derecha del centro derecha tradicional (Partido Popular Europeo). Éste ya ha decidido romper el “cordón sanitario” y pactar con las bancadas más duras en algunos temas. Asistimos, por tanto, a una creciente inestabilidad política en varios países importantes y a políticas cada vez más radicales frente a la migración, debido al relativo éxito electoral de partidos con posiciones extremas/o radicales.
@Lorena_RuanoXD