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Han pasado casi 13 años desde el devastador terremoto y tsunami que dio lugar al accidente en la planta nuclear de Fukushima.
Sin embargo, el recuerdo en Japón aún está fresco. Y, el lunes, todos esos recuerdos volvieron a resurgir cuando Ishikawa comenzó a temblar y empezaron a sonar las alarmas de tsunami.
Estas alertas no son inusuales en Japón. Cuando me mudé aquí por primera vez, saltaba de la cama con el más mínimo temblor que nuestro edificio registrara.
Pero, a los pocos meses, seguía durmiendo cuando esto sucedía. En Japón, los sismos rápidamente se hacen parte de tu vida. Te acostumbras, hasta un punto...
Siempre tienes una sensación inquietante en el fondo de tu mente: ¿Cuándo ocurrirá el próximo gran terremoto? ¿Es seguro nuestro edificio?
Para esta generación, esos miedos se materializaron el 11 de marzo de 2011.
Durante dos minutos, la tierra se sacudió de una forma que nadie había experimentado en su vida. Y seguía temblando.
Cualquiera que haya pasado por esto recuerda exactamente dónde estaba y lo aterrado que se sentía. Pero lo peor estaba por suceder.
A los 40 minutos, los primeros tsunamis llegaron a la costa, estrellándose contra los diques y arrasando con ciudades y pueblos a lo largo de cientos de kilómetros en la costa noreste de Japón, todo transmitido por televisión en vivo desde un helicóptero de noticias que sobrevolaba la ciudad de Sendai.
El día siguiente trajo noticias aún más terribles. Una planta nuclear estaba en crisis. La planta de Fukushima había sufrido serias averías. Cientos de miles de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares. Ni siquiera Tokio se sentía segura.
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Trauma
Lo que ocurrió ese día dejó un profundo trauma colectivo. En los meses siguientes, estuve buscando un nuevo lugar para vivir en Tokio. Mi esposa estudió mapas geológicos para ver dónde estaba el lecho de roca más fuerte, en terrenos elevados y alejados de los ríos.
Estaba obsesionada con la antigüedad de los edificios. Fue muy clara: “Buscamos algo que haya sido construido después de 1981”.
Una vez que nos mudamos a nuestro edificio de 1985, comenzamos a acumular alimentos y agua. Apiñadas bajo la pileta del baño había cajas de comida empaquetada con una fecha de vencimiento a cinco años.
El pavor y el horror de 2011 regresaron el lunes. El número de muertos se acerca a 50 y es probable que aumente aún más. Se han roto carreteras y puentes han quedado destruidos.
Cientos de edificios se derrumbaron, atrapando a la gente entre sus escombros. El terremoto también provocó enormes deslizamientos de tierra.
Pero la gran mayoría de los edificios siguen en pie. En las grandes ciudades de Toyama y Kanazawa, la vida esta mañana parecía estar volviendo a una especie de normalidad.
Hablé con un amigo en la cercana ciudad de Kashiwazaki. "Fue realmente aterrador", me dijo. "Con diferencia, el mayor que he experimentado aquí. Y tuvimos que evacuar lejos de la costa. Pero ahora estamos de vuelta en casa".
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Aprendizaje
A pesar de los grandes daños, el terremoto del lunes es también una historia notable del éxito de Japón en la mitigación de tales desastres.
Japón no informa sobre los terremotos comentando su magnitud, sino que dice cuánto tiembla el suelo. La escala va del 1 al 7. Y el lunes en Ishikawa el temblor alcanzó el máximo: 7.
El triunfo de la ingeniería del país queda claro cuando se comparan las consecuencias del desastre del lunes con el enorme terremoto que azotó Tokio en 1923.
El Gran Terremoto de Kanto, como se lo conoce, arrasó grandes extensiones de la ciudad. Los modernos edificios de ladrillo, construidos según el modelo europeo, se desmoronaron.
Las consecuencias llevaron a la elaboración del primer código de construcción resistente a terremotos de Japón. A partir de entonces, los nuevos edificios tendrían que reforzarse con acero y hormigón. Los edificios de madera tendrían vigas más gruesas.
Cada vez que el país ha sido golpeado por un gran terremoto, se han estudiado los daños y se han actualizado las regulaciones. El mayor salto se produjo en 1981, tras el cual todos los edificios nuevos requirieron medidas de aislamiento sísmico.
Una vez más, después del terremoto de Kobe en 1995, se aprendieron más lecciones.
Una medida de ese éxito es que cuando se produjo el enorme terremoto de 9,0 en 2011, el nivel de temblor en Tokio llegó a 5. Eso es lo mismo que el temblor que azotó la capital de Japón en 1923.
En 1923 la ciudad quedó arrasada: murieron 140 mil personas. En 2011, enormes rascacielos se balancearon, las ventanas se rompieron, pero no se derrumbó ningún edificio importante. Fue el tsunami lo que mató a tantas miles de personas, no los temblores en tierra.
Es difícil pensar en cualquier otro país de la Tierra que pudiera haber experimentado el terremoto del lunes sin sufrir un impacto mucho peor.
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