La segunda administración de Donald Trump no sólo ha sido un caos en términos de la cantidad de órdenes ejecutivas, entrevistas de él y de su gabinete, y anuncios realizados en redes sociales. También en cuanto a la forma del mandatario de expresar sus deseos, sus objetivos.
Entender a Trump requiere de intérpretes. No sólo los medios han tenido que preguntar detalles específicos para enterarse del alcance de sus medidas. Ni siquiera su gabinete parece estar al tanto de lo que el presidente de Estados Unidos quiere decir.
Apenas la semana pasada, cuando Trump anunció que suspendería por 90 días la imposición de aranceles “recíprocos”, excepto para China, y dejaría un arancel base de 10%, surgió la duda de si este gravamen aplicaba también para Canadá y México.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo que sí. Más tarde, la Casa Blanca dijo que no, alegando que Canadá y México nunca estuvieron en la lista de aranceles recíprocos y, por tanto, se mantenían bajo las mismas reglas impuestas a ambos.
Días antes, las bolsas se dispararon con la sola declaración de otro funcionario del gobierno que parecía adelantar una “pausa”. Cuando la Casa Blanca “aclaró” que no, se vinieron abajo. Hasta que resultó… que siempre sí.
La confusión ha reinado en torno a la política arancelaria de Trump. Son tantos los aranceles, tantas las modificaciones, que el propio gabinete responde de modo dudoso al ser cuestionado sobre los detalles. El representante comercial de Estados Unidos, Jamieson Greer, quedó descolocado en una audiencia en el Senado cuando se le preguntó acerca de la suspensión y lo que implicaba, lo que llevó a uno de los senadores a preguntarle si estaba al tanto de las decisiones de Trump. Cuando le pidió detalles, Greer no supo qué decir.
A la confusión que genera el propio Trump se suma la forma como ahora está eligiendo a los medios que tienen acceso a la Casa Blanca, a hacerle preguntas. Es conocido el desprecio que Trump siente por todos aquellos medios que lo cuestionan, pero ahora no sólo los calla y les dice que no tienen la palabra. Ahora restringe el acceso, como sucedió con la agencia Associated Press, y en cambio lo abre para blogs, influencers y youtubers afines, que se limitan a elogiarlo o aplaudir sus anuncios.
Cubrir a Trump se ha vuelto una empresa titánica de 24/7. Lo mismo puede anunciar aranceles en un tuit de medianoche o dar el madruguete, o decidir adelantar alguna medida con la prensa que lo acompaña en el Air Force One.
Orden es lo que menos impera en la Casa Blanca de Donald Trump. Al protagonismo del mandatario se suma el de varios de los miembros de su gabinete, del secretario de Comercio, Howard Lutnick, a la secretaria de Seguridad Nacional (DHS), Kristi Noem, quienes diariamente suelen dar entrevistas lo mismo a Fox News que a CBS News, dificultando seguir el ritmo a las medidas de la administración.
Incluso el secretario de Estado, Marco Rubio, se ha subido al juego, anunciando por ejemplo en X el envío de migrantes a El Salvador.
No es sólo caos en los anuncios, sino en las formas y en la comunicación. Cada error le cuesta no sólo a las bolsas, sino a todo el mundo. Son millones perdidos, el miedo constante... y la falta de un intérprete de Trump. Y apenas vamos a tres meses.