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Escuintla, Guatemala.— El mal estado en que el material piroclástico dejó a las víctimas del Volcán de Fuego y la falta de protocolos en el levantamiento de los restos, ha complicado a los médico forenses y a los familiares la identificación de los cuerpos.
En la Escuela Norma Intercultural (ENI) habilitada para recibir los restos de las personas que fallecieron tras la erupción, del pasado domingo 3 de junio en Guatemala, permanecían 61 cuerpos sin identificar, 22 ya entregados del sexo masculino y 27 femenino, que han sido sepultados en Alotenango, Palín y Escuintla.
Personal del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) inicia los trámites para la identificación de los cuerpos con una entrevista previa con personas que tienen la esperanza de encontrar a sus seres queridos.
Posteriormente, si los cadáveres no son aptos para ser reconocidos se apoyan con forenses expertos en antropología, odontología, genética y otras especialidades que permiten su idenficación científica.
De acuerdo con personal del Inacif que pidió el anonimato, uno de los problemas que dificulta la identificación de los cadáveres es que la mayoría llegan en un estado muy deteriorado; además de que el levantamiento se llevó a cabo sin protocolos, por lo que se desconoce dónde fueron ubicados.
El viacrucis. Alex Rogelio Hernández Santiz logró ayer reconocer los restos de su hermana Saira Lizbeth Hernández Santiz, pero aún le falta por encontrar a sus sobrinos Kimberly Karina Rafaela Hernández, de 12 años, Jocelyn Gabriela Rafaela Hernández, de 17 años, y Melvin Alexander Suxtu Hernández, de seis años.
Antonio García, por su parte, llegó a recoger los restos de su cuñada Catalina Vargas, de San Miguel Los Lotes, luego de dos días de realizar las pruebas genéticas.
Don Francisco Ortiz, también de San Miguel Los Lotes, está en busca de los restos de 44 familiares, de los cuales sólo se ha identificado a dos: Gerardo Vega, de 58 años, y Pedro García Chinchinilla, de 54, que fueron sepultados en el cementerio del municipio de Palín.
Por el momento los sobrevivientes se concentran en buscar y enterrar a sus seres queridos. No han tenido tiempo de pensar dónde vivirán en un futuro, puesto que las comunidades donde residían no son aptas par ser habitadas.
“No sabemos qué hacer, no sabemos qué va a pasar con nosotros, está duro de pensar”, dice don Francisco.
En el albergue de la escuela Simón Bergoño Villegas, Carolina Hernández López tampoco tiene idea de qué pasar, puesto que su vivienda es una de las que fue cubierta por las cenizas en San Miguel Los Lotes, donde quedaron sepultados su esposo, Julio César Ramírez, y su hijo de 10 años, Carlos Alexander Ramírez.
“Aquí en el albergue no nos han dicho nada, unos comentan que sólo estaremos una semana en el lugar, pero el gobierno no ha dicho nada”, explica.
Agrega que, por el momento, no les hace falta la comida ni ropa, pero reconoce que no es lo mismo que esta estar en su casa.
“Pido al gobierno que nos dé un lugar para vivir que sea lejos del volcán, no queremos pasar por esta pesadilla de nuevo”, dice Carolina.