Los aniversarios son normalmente ocasiones para la celebración. Pero también son, y más en esta ocasión, momentos que nos obligan a reconocer las limitaciones, en algunos casos las equivocaciones y que nos invitan a comprometernos a redoblar esfuerzos y enmendar el camino.
En 2025 Naciones Unidas celebra ocho décadas de existencia. Desde su fundación en 1945, la organización ha sido escenario de esperanzas y críticas, de logros y fracasos, de avances y retrocesos en la construcción de un orden internacional basado en normas y en principios universales como la protección de los derechos humanos, la igualdad soberana de los Estados, la solución pacífica de controversias y la cooperación internacional para abordar problemas humanitarios y de desarrollo. Su aniversario número 80 llega en un mundo sacudido por conflictos armados, rivalidades geopolíticas, crisis climáticas y humanitarias que ponen a prueba su razón de ser.
Las situaciones que hoy se viven en lugares como Gaza, Ucrania, Sudán y uno más cercano a nosotros como es el caso de Haití, llevan a más de uno a cuestionar la vigencia y efectividad de la organización. No obstante, las crisis que hoy enfrentamos también representan claras oportunidades. Así lo ha reconocido el secretario general, António Guterres: “Este aniversario 80 de la ONU es un momento de oportunidad que no podemos desaprovechar. Una ocasión para reducir divisiones y riesgos y encontrar soluciones”.
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En el caso particular de Haití, su relación con Naciones Unidas es de larga data. Desde la década de 1990, el país caribeño ha recibido múltiples misiones de paz, con componentes militares, policiales y civiles, diseñadas para restaurar instituciones, apoyar elecciones, profesionalizar la policía y acompañar procesos de reconstrucción tras crisis políticas y desastres naturales. Aun así, Haití sigue siendo un caso paradigmático de la necesidad de un compromiso internacional sostenido.
Hoy, pudiera decirse que Haití constituye uno de los retos más grandes del Sistema de Naciones Unidas. Enfrenta una crisis multidimensional. La violencia de las pandillas, que hoy afecta alrededor de 90% de la capital, paraliza la vida cotidiana, desplaza comunidades enteras y obstaculiza el funcionamiento de escuelas, hospitales y mercados. Actualmente, el país enfrenta una situación humanitaria sin precedentes, que incluye una profunda crisis alimentaria y el desplazamiento de más de 10% de su población. Adicionalmente su economía, tras seis años consecutivos de contracción, se encuentra en un estado crítico, con una inflación elevada y el colapso de infraestructuras básicas. La debilidad institucional y la ausencia de autoridades electas agrava la fragilidad política, mientras que los efectos del cambio climático y los desastres naturales recurrentes intensifican la vulnerabilidad social.
No obstante este panorama sombrío, la Comunidad Internacional sigue firmemente comprometida con apoyar los esfuerzos del pueblo y autoridades haitianas por encontrar e implementar soluciones a su grave crisis. Y en este contexto, las Naciones Unidas reafirma su relevancia como espacio de toma de decisiones colectivas y actor fundamental para articular respuestas integrales. La Oficina Integrada de la ONU en Haití (BINUH), establecida en 2019, ha trabajado para apoyar el diálogo político, la reforma judicial y la protección de los derechos humanos. Asimismo, el Consejo de Seguridad autorizó en 2023 el despliegue de una Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad, liderada por Kenia, para reforzar a la Policía Nacional de Haití en la lucha contra las pandillas.
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Y si bien estas medidas aún no han dado los resultados que se esperan para aliviar la crisis que enfrentan las autoridades y el pueblo haitiano, la comunidad internacional y Naciones Unidas no cejan en su empeño por apoyar a Haití a salir de su crisis. Actualmente el Consejo de Seguridad se encuentra valorando el reforzamiento de una Fuerza Multinacional y el establecimiento de una oficina adicional de Naciones Unidas que proporcione el equipo y la logística necesarios para aumentar la seguridad en el país, que claramente continúa constituyendo el mayor reto para su bienestar.
El caso de Haití demuestra que, incluso después de 80 años, Naciones Unidas conserva relevancia única. Ninguna otra organización internacional cuenta con la legitimidad global, el mandato multilateral y la experiencia acumulada para enfrentar crisis de esta magnitud. Si bien los errores del pasado obligan a la autocrítica y a mejora continua, sub- rayan que la alternativa —la inacción o el abandono— sería mucho más costosa para el pueblo haitiano y para la estabilidad regional.
En su aniversario 80, la ONU no sólo mira hacia atrás para recordar el ideal fundacional de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”, sino que debe reafirmar su capacidad de actuar en escenarios concretos. Haití es hoy un espejo de esa misión inacabada: un país donde la paz, desarrollo y la dignidad humana aún pueden encontrar apoyo en la comunidad internacional si se apuesta por el compromiso sostenido y solidaridad efectiva.
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El reto es enorme, pero la historia de Naciones Unidas enseña que su valor no reside en ofrecer soluciones milagrosas, sino en ser un espacio donde la cooperación internacional sigue siendo posible. En Haití, como en otros rincones del mundo, esa cooperación es más necesaria que nunca. Representante Especial del secretario general de la ONU en Haití