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París.— Los franceses vivieron ayer una de sus noches más oscuras, siendo testigos en vivo y en directo de cómo las llamas consumían su queridísima Catedral de Notre Dame.
Lágrimas y rezos se extendieron en los alrededores de la catedral, donde la gente se agolpó para ver cómo las llamas consumían una obra de 850 años de antigüedad, símbolo cultural e histórico no sólo para la ciudad, sino para el mundo.
“Reconstruiremos todos juntos”, fue la promesa que lanzó el presidente Emmanuel Macron al revelarse que lo peor “había pasado” y la estructura sobreviviría, tras el temor inicial de que colapsara.
“Está ardiendo un símbolo de la historia”, dijo Vincent Neymon, portavoz de la Conferencia Episcopal de Francia. “Esto supera de lejos a los católicos, Notre Dame es la historia de Francia”, resumió para la AFP Jean-Louis Schlegel, sociólogo de las religiones. “Ahí, el general Charles de Gaulle celebró la Liberación de París y Napoleón se coronó. Hubo misas por la muerte de los presidentes Charles de Gaulle, Georges Pompidou e incluso François Mitterrand”, recordó.
La misión de lograr el milagro y salvar la estructura quedó en manos de alrededor de 500 bomberos, con 18 mangueras, vehículos con brazos metálicos y la esperanza de una ciudad. Imposible usar aviones cisterna, el consejo que desde Estados Unidos daría el presidente Donald Trump. La estructura no lo soporta, respondieron desde París.
Las llamas se propagaron sobre la aguja de 93 metros de altura. Un grito de horror se escuchó cuando, poco más de una hora después de iniciado el fuego, la aguja caía. “París está desfigurada. La ciudad nunca volverá a ser como antes”, lamentaba Philippe, un francés de unos 30 años.
Una mujer lloraba inconsolable, mientras Jerome Fautrey, un hombre de 37 años, decía: “Se acabó, no podremos volver a verla”.
El fuego devoró la zona que debía renacer, el área donde se realizaban obras de restauración que tenían un costo aproximado de 6 millones de euros y que debían estar listas para el año 2022. El armazón de madera de más de 100 metros de largo conocido como “el bosque” debido “al gran número de vigas que hubo que utilizar para instalarlo, cada uno procedente de un árbol”, se perdió.
Por la noche, unas cuatro horas después de que comenzara la pesadilla, un respiro de alivio vino de boca del general Jean-Claude Gallet, comandante de la brigada de bomberos de París: las dos torres de Notre Dame “están a salvo” y la estructura de la catedral se mantiene “preservada en su globalidad”, dijo.
Los trabajos continuarían toda la noche, advirtió. “El fuego afectó dos tercios del techo, que se hundió, así como a la aguja. La maniobra trata de preservar la parte trasera de la catedral, donde están situadas las obras más preciosas”, explicó. Pero los parisinos ya no escucharon lo último. Sólo que su catedral, refugio de reliquias veneradas por los católicos y numerosas obras de arte, cuyo estado se desconoce, seguía en pie.
Invadido por la emoción, Macron dijo al visitar el lugar que se “lanzará una suscripción nacional” y que “más allá de nuestras fronteras, llamaremos a los mayores talentos, que vendrán a contribuir, y reconstruiremos”. El llamado recibió la primera respuesta: el magnate francés Francois-Henri Pinault y su padre anunciaron que donarán 100 millones de euros para la reconstrucción de Notre Dame.
Y mientras comenzaba la evaluación de daños, los investigadores recopilaban información para responder la pregunta que se hacían los franceses, y el mundo. “¿Qué fue lo que pasó?”. La fiscalía abrió una pesquisa judicial por “destrucción involuntaria”, con las pistas apuntando a un incendio accidental que, afortunadamente, no dejó víctimas fatales. Por la madrugada, Gabriel Plus, otro portavoz de bomberos, señalaba que “el fuego está totalmente controlado... quedan algunos focos residuales por apagar”.
Restaurar el edificio requerirá “años de obras”, según el estimado del presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, Eric de Moulins-Beaufort. Para los parisinos, por ahora, basta no haber visto convertida su catedral en cenizas, pero como señaló Macron: “La batalla apenas empieza”.