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San José.— Haití llegó el jueves pasado a un registro trágico sin precedente en América. Casi 3 millones de niñas y niños necesitan urgente apoyo humanitario porque enfrentan niveles asombrosos de violencia que exacerbaron el hambre y la desnutrición en un país ya sumido en la pobreza y ahora con un fuerte ataque del cólera.
Haití requiere un mínimo de 246 millones de dólares en 2023 para intentar sofocar parte de sus necesidades humanitarias en infancia, pero las promesas financieras de ayuda llegan apenas a unos 37 millones de dólares, según cálculos oficiales. “Ser un niño en Haití hoy es más duro y más peligroso de lo que nunca ha sido en la memoria viva”, dijo el economista belga Bruno Maes, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés).
“Las amenazas y dificultades que enfrentan los niños son simplemente inimaginables. Necesitan desesperadamente protección y apoyo”, explicó Maes en una declaración que UNICEF envió a EL UNIVERSAL. Las niñas y los niños haitianos están “en su momento de necesidad más profunda”, narró.
Haití se hundió en un incesante caos institucional luego de que, el 7 de julio de 2021, el entonces presidente, Jovenel Moïse, fue asesinado por mercenarios, en un hecho que extendió la constante y generalizada descomposición interna. La inseguridad urbana y rural fue agravada por más de 160 pandillas de miles de infantes, adolescentes, jóvenes y adultos con homicidios, ejecuciones extrajudiciales, sobornos, secuestros, abuso sexual, trata de personas, robos, reclutamiento de menores y contrabandos de armas y drogas.
“Los niños están siendo asesinados o heridos en su camino a la escuela. Las mujeres [adultas] y las niñas se enfrentan a la violencia sexual extrema”, describió el fondo desde la capital haitiana.
“Los secuestros para pedir rescate, incluidos los de estudiantes, maestros y trabajadores de la salud, se han disparado, al igual que los ataques a las escuelas. Decenas de miles de personas han sido desplazadas por la violencia”, agregó.
El precipicio social de violencia, pobreza y desesperación empuja a los niños a aceptar ser reclutados por las pandillas criminales. “Algunos dicen que los grupos armados proporcionan un sentido de identidad y pertenencia”, según el fondo.