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El 22 de octubre de 1973, un fuerte olor a podrido que expedían dos maletas de color azul turquí que habían llegado en un bus de Expreso Bolivariano a la ciudad colombiana Cali marcarían el comienzo de uno de los casos más recordados por la capital vallecaucana y Colombia en el siglo XX.
Según los registros judiciales de aquel entonces, el bus procedente de Bogotá llegó sobre las 9 de la mañana del lunes 21 de octubre. El cupo estaba vendido por completo, pero de las 32 sillas disponibles solo 31 estaban ocupadas.
En la edición de EL TIEMPO del jueves 25 de octubre de 1973, se señala que el bus de placas B-64851 número 196 llegó a la terminal sin contratiempos y nadie reclamó las dos maletas.
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La narración que en ese entonces José Alberto Rodríguez –conductor del vehículo– entregó a las autoridades da cuenta de que a la terminal en Bogotá llegó sobre la noche del domingo un hombre al que el cabello le tapaba las orejas y la frente, y gafas oscuras, con las dos maletas pidiendo que le vendieran un pasaje.
Registro de prensa del jueves 25 de octubre de 1973 en EL TIEMPO. FOTO: Archivo EL TIEMPO.
“Señor conductor, necesito viajar a Cali –indicó José Alberto sobre lo que dijo el misterioso hombre–. Le ruego el favor de esperarme que voy a comprar inmediatamente el correspondiente tiquete. Traigo estas dos maletas y necesito que las coloque en la mejor forma posible”.
El hombre pagó 20 pesos de más por el peso de las maletas, pero nunca abordó el bus y nadie lo notó hasta su destino final en Cali. Eran, según la edición de EL TIEMPO de ese 25 de octubre, maletas muy pesadas, por lo que se supuso que se trataba de electrodomésticos.
Las maletas nunca fueron reclamadas. Registros de diarios nacionales indican que se tomó la decisión de guardar el pesado equipaje en la oficina de Expreso Bolivariano. Pero el día martes 22 el olor era insoportable, razón por la cual llamaron a las autoridades.
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Los policías que abrieron las maletas se encontraron con la macabra escena: en 15 bolsas plásticas encontraron el cuerpo desmembrado de un hombre que desde ese día y hasta hoy sería conocido como el ‘Enmaletado’.
En una de las maletas, la más grande, iba el tronco de la víctima; en la más pequeña, cabeza y extremidades.
Autoridades confirmaron que a la víctima (un hombre blanco de aproximadamente 33 años y 1.68 centímetros de estatura) le cortaron la yema de los dedos de la mano y tenía laceraciones en su rostro, todo esto con el propósito de evitar que fuera fácil identificarlo.
Además, como registró EL TIEMPO, el hombre fue asesinado a cuchillo y tenía una fractura en su tabique.
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Por aquel entonces Cali ya era toda una ciudad en crecimiento por los Juegos Panamericanos y se perfilaba como la capital mundial de la salsa. Crecía por la llegada de familias desplazadas en busca de oportunidades.
Retrato hablado del hombre que dejó las dos maletas en el terminal de Bogotá. Foto: Cortesía: Iván Coello.
En ese momento, el caso del ‘Enmaletado’ inundaría día a día, hora tras hora, la atención de los caleños y del país a través de radio y prensa. Este aberrante hecho daría inicio a lo que los expertos llaman un cambio en las expresiones de la violencia en Colombia.
Un antes y un después
Julio César Zuluaga, docente e investigador de la Universidad Javeriana de Cali, sostiene que este caso fue muy sonado por la forma en que se dio siendo el primer caso de violencia en el entorno del narcotráfico .
“Con la muerte de Gaitán, Colombia vivió un periodo de violencia muy fuerte, pero en zona rural principalmente –explica Julio César–. En los años 70, las principales ciudades del país, así como Buenaventura , viven un incremento de este fenómeno de violencia y creo que este caso es el que marca un antes y un después en Cali”.
El experto asegura que estos fenómenos de violencia se dan principalmente por las economías ilegales, así como el desplazamiento, que en esa década se incrementó por la falta de oportunidades laborales y la violencia rural vivida años atrás.
En ese entonces se reconocían como capos del narcotráfico a personajes como ‘Grillo’, el ‘Rey’ o ‘Cubano’, a quienes se les atribuye convertir en un “éxito” empresarial el negocio de las drogas ilícitas primero que muchos y con su principal campo de acción en la capital del Valle.
Retrato del 'Enmaletado' publicado en el libro ‘El enmaletado: una leyenda que fue verdad. Una verdad que fue leyenda’. Foto: Cortesía: Iván Coello.
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“No es que antes no mataran a nadie en Cali de forma violenta, no –aclara el experto–. Pero este tema del ‘Enmaletado’ tiene connotaciones que lo hacen más espectacular, por ejemplo: la forma en que se dio, que nunca se supo quién era, todo lo que envolvió este caso es todo un análisis de esa violencia que en los 70’s aparece en Cali por el narcotráfico y esas vendettas”.
Sobre los detalles en la investigación del caso se pudo conocer que los cortes eran tan perfectos, según las crónicas judiciales de entonces, que solo se pudo suponer que el trabajo lo hizo un cirujano o un carnicero.
Cuentan que eran tan finos los cortes que el cuerpo se podía armar como si se tratara de un rompecabezas.
Autoridades de la época le dieron al cadáver la identidad de Jaime Azcárate , a quien muchos reconocen de aquel entonces por ser “el hippie más famoso de Cali”.
Sobre este episodio, el periodista e investigador Iván Coello Ángel , coautor del libro ‘El enmaletado: una leyenda que fue verdad. Una verdad que fue leyenda’, escrito junto a Gerardo García Lozano tras una investigación de un año, señala que la determinación de las autoridades de que ese cadáver era el de Azcárate, se trató de un ataque de la policía por la “rabia” que había contra dicho personaje.
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“Jaime llevaba varios días perdido, se había ido para un concierto en Popayán –recuerda Coello Ángel–. Entonces la policía de inmediato dijo que se trataba de él e incluso la mamá llegó a reclamar el cuerpo, lloraba, pero Jaime apareció justo cuando estaban por dar el caso por cerrado”.
Según el periodista, era tal la rabia contra Jaime Azcárate por parte de las autoridades que lo encerraron y trataron de desaparecer, pero finalmente pudo quedar libre mientras que el misterio de la identidad del ‘Enmaletado’ seguía creciendo.
Publicación de EL TIEMPO del 26 de octubre de 1973. Foto: Archivo EL TIEMPO.
El mito
A los 11 días de los hechos, autoridades exhibían sobre la carrera 7 con calle 13, en Bogotá, fotos de la cabeza del ‘Enmaletado’ en un mosaico preparado por el F-2, así como un retrato hablado de la persona que embarcó las maletas.
Mientras tanto, en Cali, los cronistas judiciales se deleitaban con todos los misterios que empezaron a rodear al misterioso personaje que llegó a la ciudad en dos maletas.
Al reconocido cronista judicial Henry Holguín se le acusó de esconder la cabeza del ‘Enmaletado’ en un bar llamado La última lágrima para tener la nota exclusiva con imágenes de la cabeza, la cual fue publicada en Cromos para noviembre de 1973.
Coello sostiene que el ‘Enmaletado’ tuvo varios entierros y exhumaciones, pero el robo de la cabeza se dio para, supuestamente, ayudar al director de la morgue a que la policía no desapareciera la cabeza, pues la misma autoridad tenía posibles nexos con los criminales, según le dijo Holguín.
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“Cuando hacen ya el último entierro del cuerpo lo entierran sin la cabeza que, por cierto, siempre estuvo muy bien conservada –señala Coello–. Esta se queda en el Instituto de Ciencias Forenses y con el pasar de los años se pierde. Hay quienes dicen que podría estar en el museo de la policía en Bogotá, o que a la final alguien le dio sepultura en alguna parte de Cali”.
Los “resucitados”
Con el pasar del tiempo, autoridades y familias empezaron una extraña costumbre. Se llegó a pensar que cada vez que se le atribuía el nombre de una persona desaparecida al ‘Enmaletado’, esta persona de inmediato aparecía.
Héctor de Jesús Villegas fue uno de esos casos, según reseña EL TIEMPO en una publicación de 1991.
Este fue uno de los nombres que se le atribuyó a la víctima, pero un mes después el verdadero Villegas escribió a la prensa manifestando estar “vivito y coleando” en Nueva York, en Estados Unidos .
La esposa y el hijo del negociante de esmeraldas Luis Ignacio Chamorro también creyeron que el ‘Enmaletado’ era este esmeraldero, pero a los dos días el desaparecido “resucitó” en Medellín.
De esa forma, aseguraron en aquel entonces, el ‘Enmaletado’ fue identificado por las autoridades en no menos de 11 ocasiones. Siempre aparecieron las personas a las que se les atribuyó el cuerpo.
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“Por eso se dice que nunca antes, en la larga historia criminal de Colombia, un muerto había hecho resucitar a tantos vivos”, escribió Armando Caicedo en una crónica publicada en EL TIEMPO el 22 de noviembre de 1991.
El caso fue tan famoso que, según registros de EL TIEMPO, hasta miembros del FBI y la Interpol se sumaron a las investigaciones, pues el cadáver no contaba con heridas tan profundas y no se conocieron con precisión las causas de la muerte.
Nunca se conoció la identidad del ‘Enmaletado’.
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