Más Información
"Agradecemos al señor Nemesio Oseguera"; ayuntamiento de Coalcomán, emanado de MC, agradece al "Mencho" por entrega de juguetes
Sheinbaum se reúne con Lemus; “trabajar al estilo jalisco es en coordinación con la federación”, expresa gobernador
Operativo Enjambre: Cabildo intentó legalizar fuga de alcalde de Santo Tomás de los Plátanos tras zafarrancho; alcalde electo sigue prófugo
¡No estaba desaparecida! Jirafa del Zoológico de Sinaloa habría muerto desde el 15 de septiembre; aseguran que falleció de causas naturales
IFT buscaba entregar más de 2 mil licitaciones del espectro radioeléctrico; concesiones no cumplen con cobertura: Pepe Merino
Revés al INE, juez niega retirar suspensión definitiva a reforma judicial; da 48 horas para acatar sentencia
Cuando supo que estaba embarazada, Micaela y su novio estaban en una precaria situación económica y, tras analizarlo durante semanas, tomaron la decisión de abortar. “No estábamos en condiciones de mantener al bebé con 9 mil (pesos argentinos, casi 6 mil pesos mexicanos) al mes, sin contar los gastos que ya teníamos”, dijo.
La mujer contó a EL UNIVERSAL que hace casi un año, en noviembre de 2017, estaba en medio de un juicio laboral y Pablo, su pareja, estaba apoyándola económicamente. “Él me dijo que me iba a apoyar siempre, que quería tener un hijo conmigo, pero que no era el momento adecuado. Le dije que abortaría, que lo aceptaba, que lo quería tener, pero que entendía la situación”, relató.
Aproximadamente a las seis semanas de embarazo, Pablo buscó a una farmacéutica, quien ya había conseguido pastillas abortivas para uno de sus amigos. Por 2 mil pesos argentinos (mil 326 pesos mexicanos), la mujer le proporcionó el medicamento y les explicó lo que debían hacer.
Era el 9 de noviembre de 2017, la pareja estaba sola en casa de Micaela, cuando decidieron llevar a cabo el procedimiento. Pablo le dio las pastillas a su novia, ella lloró, pero dijo que “no había otra opción”. La joven de 29 años puso las dos píldoras debajo de su lengua hasta que se disolvieron. Una hora después, comenzaron las contracciones, fuertes cólicos y dolores en el estómago; luego vino el sangrado excesivo.
“Esa misma tarde empecé a expulsar todo. Fueron tres días de dolores tremendos y sangrado intenso, y cinco días de sangrado normal. Era mi bebé y tomé esa decisión porque no tenía otra en ese momento”, relató la joven y detalló que no fue al médico ni tomó terapia alguna tras el aborto, pues estaba segura de que no lo necesitaba y de que lo iba a superar.
Según el Ministerio de Salud, en Argentina, un país cuya población es de 44 millones 271 mil 041 personas, se practican 354 mil 627 abortos clandestinos al año, es decir, 41 cada hora.
Miles de las mujeres que se realizan este procedimiento terminan hospitalizadas por complicaciones posteriores, y muchas otras, por temor a ser denunciadas y encarceladas, evitan ir al médico. Se calcula que unas 80 mujeres mueren cada año en el país sudamericano por abortos clandestinos.
Micaela y Pablo decidieron ocultar lo sucedido a sus familias por vergüenza, por “el miedo al qué dirán”, pero no por miedo al Estado. “Lo más duro es la mirada social. La gente no tiene empatía. A la ley no le tengo miedo”, aseguró la joven.
La ley argentina permite el aborto sólo cuando está en peligro la vida de la mujer o en el caso de violación, sin requerir autorización judicial y sin la obligación de haber denunciado el abuso.
En 2012, la Corte Suprema ordenó al gobierno instrumentar protocolos hospitalarios para garantizar el aborto en estos casos, pero la norma no se cumple y muchos casos llegan a la justicia por la negativa de los hospitales de llevarlo a cabo.
Aunque la ley argentina castiga el aborto con tres años de prisión y con seis para quien lo practique si la mujer muere, estas condenas, asegura Micaela, muchas veces no se cumplen. “Es un juego político con la vida de las pibas (mujeres). Hoy más que nunca nos tenemos que hacer escuchar” (en qué radica el juego político?, sentenció.
A pregunta expresa, la mujer explicó que, para ella, se trata de un juego político debido a que el año entrante, cuando se celebran elecciones en el país, seguramente muchos cambiarán de opinión a lo que la mayoría piensa. “En el Senado ganó el aborto clandestino, en las calles gana la despenalización”, dijo.
Casi un año después de su aborto, Micaela sigue con su pareja y confesó que, si se viera en la necesidad de hacerlo de nuevo, lo haría con el mismo método, ya que “no probaría otra opción”.
Aseguró que está sana emocional y físicamente y que en el futuro le gustaría tener un hijo. “Aborté y viví, yo sí puedo decir que aborté y mi vida sigue normal”, señaló.
Según índices del ministerio de salud de Argentina, la primera causa de muerte materna en el país, desde hace 30 años, es el aborto clandestino.
La joven dijo que está triste por la reciente negativa del Senado argentino a la legalización del aborto, pero advirtió que lo importante es no “bajar los brazos y seguir luchando”.
Tras el revés parlamentario a la legalización, el tema se podrá presentar ante el Congreso hasta el próximo año y con un nuevo texto.
Sectores feministas apoyados por legisladores buscan promover un referéndum para respaldar una nueva iniciativa legislativa el año próximo. Pero la posibilidad de que se discuta en el Congreso en 2019 es improbable ya que en octubre se realizarán elecciones presidenciales.
Por ahora, se plantea un debate sólo para despenalizar el aborto.