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Santiago.—El resultado de la primera vuelta electoral en Chile, el domingo, reabrió las dudas sobre el ciclo político que llevó a Gabriel Boric a La Moneda. La posibilidad de que la comunista Jeannette Jara pierda ante José Antonio Kast —y que el presidente deba entregar la banda a la derecha— instaló un clima de cierre generacional.
El oficialismo no logró ampliar su base ni romper el techo del 30%. Jara obtuvo 26.84%, apenas por encima de Kast. En el Congreso, los partidos de derecha afines a Kast serán la fuerza mayoritaria. Para muchos, la izquierda en Chile enfrenta un punto de quiebre.
Boric llegó al poder como rostro de la generación del 2011, acompañado por sus compañeros de militancia estudiantil Camila Vallejo y Giorgio Jackson, con la promesa de iniciar un ciclo nuevo en la izquierda chilena. Tres años después, esa generación hoy enfrenta su escenario más adverso. La derrota constitucional ya había sido un golpe, pero la opción real de entregar el poder a la derecha más conservadora instaló un clima de derrota.
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La noche del domingo, el zarpazo vino desde fuego amigo. El excandidato Marco Enríquez-Ominami —amigo del expresidente argentino Alberto Fernández y quien quedó penúltimo— lanzó una frase demoledora: “Este no es solamente el fin de una candidatura ni de un ciclo. También es el fin de una época para el mundo humanista y progresista... Durante 35 años intentamos reformar las estructuras políticas de la dictadura y las económicas. No se logró. No se quiso. No se pudo. Faltó convicción. Faltó coraje”.
Jara pasó a la segunda vuelta con una base estrictamente de izquierda, sin arrastre hacia el centro. La elección mostró un progresismo sin expansión territorial, sin conexión con las mayorías y con un proyecto que no logró sostener su impulso original. “La derrota fue estrepitosa para el oficialismo, pues todo indica que solo votó por ellos el mismo 30% de apoyo duro que han sostenido durante todo el gobierno”, señaló a LA NACIÓN Asunción Poblete, investigadora del Instituto IES.
“Jara podría haberse mostrado algo distinta al gobierno tras ganar la primaria, pero no lo hizo. Su coalición no le permitirá renegar ni del gobierno ni de sus raíces comunistas que generan anticuerpos en la población”, dijo la académica.
Ricardo Hernández, del Instituto Res Publica, indicó que el tiempo también juega en contra. “El periodo de segunda vuelta… solo dura un mes. Es muy difícil que Jara consolide el electorado más de izquierda y, en paralelo, salga a buscar votos al centro distanciándose aún más del actual gobierno”.
Otro tema con el que deberá lidiar el bloque es la cohesión interna del oficialismo. Para Roberto Munita, analista y director de Administración Pública de la Universidad Andrés Bello, la situación del presidente es especialmente compleja. “Es complicado para cualquier mandatario no pasarle la banda presidencial a alguien de su mismo signo”.
Sobre la estrategia de la abanderada, Munita añadió: “Jara debe irse al centro y conquistar votos de personas de izquierda que no apoyan a Boric”.
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Y concluyó con la lectura que más inquieta al oficialismo: “Este gobierno ya está terminando y no ha demostrado mucha cohesión. Se ven claramente dos almas… Si el oficialismo pasa a la oposición, es probable que el bloque se fracture y surjan dos oposiciones muy distintas frente a Kast: una más dialogante y otra muy refractaria”.
Este lunes, Kast arrancó su campaña para la segunda vuelta del 14 de diciembre hablando de la necesidad de “recuperar Chile” de la delincuencia y el “terrorismo”, y abrió los brazos a “cualquier persona que quiera dar su apoyo a las ideas de la libertad”.
Jara tachó a Kast de “autoritario” y dijo que si gana fortalecerá las policías, recuperará los barrios dominados por el crimen organizado y perseguirá “el dinero sucio” ligado al narcotráfico mediante el levantamiento del secreto bancario. Con información de agencias.
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