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Washington.— La jueza Amy Coney Barrett, nominada para la Corte Suprema por el presidente de EU, Donald Trump, encajó ayer los golpes de los senadores demócratas sin perder la compostura y sin ofrecer siquiera una pista acerca de cómo fallará en casos tan importantes relacionados con el aborto o el futuro del Obamacare.
“Los jueces no pueden levantarse un día y decir: tengo una agenda, me gustan las armas, odio las armas; me gusta el aborto, odio el aborto. Y simplemente andar por ahí como una reina e imponer su voluntad al mundo”, dijo con cierta ironía Barrett durante el segundo día de audiencias en el Comité Judicial del Senado.
Barrett, católica, de 48 años y madre de siete hijos, enfatizó que “no se ha comprometido” con la Casa Blanca a fallar de ninguna forma en polémicos casos, como el de la reforma sanitaria del expresidente Barack Obama que evaluará la Corte en las próximas semanas. “No soy hostil” al Obamacare, dijo Barrett a los senadores.
La senadora Dianne Feinstein, de 87 años y que durante su vida ha roto varias barreras de género, preguntó repetidamente a Barrett sobre sus ideas acerca del caso “Roe v. Wade” del Tribunal Supremo que legalizó el aborto en 1973 y le recordó lo que ocurría cuando ese procedimiento era ilegal en EU. Barret rechazó expresar su visión acerca del caso y dijo que no dará “un pulgar hacia arriba o hacia abajo” para respaldar o rechazar ningún asunto, incluido el aborto. En varias ocasiones, la magistrada insistió en que será perfectamente capaz de separar sus decisiones judiciales de su religión.
El objetivo de los republicanos es desacreditar a los demócratas. Los republicanos quieren confirmar a Barrett en el pleno del Senado el 22 de octubre, por lo que podría vestir la toga antes de las elecciones.
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