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Iba a hablar el último día. Iba a cerrar la fiesta, con una cascada de globos gigantes. Iba a dar un discurso para ponerse, una vez más, al frente de la tropa, un prólogo para su batalla final. Pero hablará el primer día, y será un epílogo, el último acto antes de que el telón caiga sobre medio siglo de carrera política. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden pasará la antorcha, dejará el escenario y se irá a aguardar su retiro, y ya no otros cuatro años en la Casa Blanca.
Biden abrirá este lunes la Convención Nacional Demócrata en Chicago, un cónclave reeditado en las últimas semanas para marcar la entrega de la candidatura presidencial a la vicepresidenta, Kamala Harris, que dará el discurso de cierre, el próximo jueves. De un mensaje a otro, la convención ofrecerá como hilo conductor ese traspaso generacional de la vieja guardia –Biden, el expresidente estadounidense Bill Clinton y su esposa, la exsecretaria de Estado Hillary Clinton; la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, y, también, el expresidente Barack Obama– a una nueva camada de líderes, comandada ahora por Harris.
Los demócratas buscarán capitalizar el cambio de clima que se palpita en la campaña con la asunción de Harris luego de que Biden renunciara a su candidatura y a buscar su reelección tras su desastroso desempeño en el debate con Donald Trump, candidato republicano, que amplificó las dudas en electorado por su vejez, y desató una brutal ofensiva interna –guiada por la poderosa mano de Pelosi– para eyectarlo de la pelea por la Casa Blanca.
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Biden utilizará su discurso –que estará precedido por el de la primera dama, Jill Biden– para arraigar su legado como presidente y dejar un testamento de sus logros, pero también para darle impulso a la candidatura de Harris, a quien le dio el empujón inicial para convertirla en la nueva abanderada de los demócratas. La inédita coronación de Harris –será candidata presidencial sin haber ganado una sola elección primaria– le aporta una mínima dosis de elegancia a la salida de Biden, que pasará el relevo, tal como prometió en su último mensaje desde el Salón Oval, a la persona a la que eligió como su vicepresidenta.
Pero más allá del recambio generacional y de una renovada euforia por el nuevo binomio presidencial que integran Harris y el gobernador de Minnesota, Tim Walz, la convención dejará también evidencias de la descarnada interna que atravesaron los demócratas hasta Chicago.
Malestar y elogios
Biden dará su discurso, pero no planea quedarse al resto de la fiesta y, de momento, tampoco se prevé que esté presente cuando Harris acepte la nominación y brinde su mensaje. Una señal nítida de su malestar con un partido que le dio la espalda y lo forzó a renunciar a su reelección con una campaña de presión jamás vista –algunos la compararon incluso con un golpe de estado– de la cual participaron, directa o indirectamente, incluso sus aliados y amigos, como Pelosi y Obama, su antiguo jefe. Pelosi, que por estos días promociona su biografía, “El arte del poder”, he hecho nulos esfuerzos por ocultar su alegría por la nueva fórmula. Con todo, los discursos prometen deshacerse en elogios a la gestión de Biden, aun cuando nadie parece extrañarlo mucho como candidato.
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Además de rencores y heridas abiertas, la convención quedará opacada también por las protestas contra la guerra en Gaza y el respaldo de la administración demócrata al gobierno de Benjamin Netanyahu en Israel, acusado de cometer un genocidio contra el pueblo palestino con su ofensiva contra Hamas por el ataque terrorista del pasado 7 de octubre, el día más sangriento para el pueblo judío desde el Holocausto.
Una coalición que reúne a más de 200 grupos, llamada “Marcha a la Convención Nacional Demócrata 2024″, planea protestar en Chicago todos los días de la convención. Los organizadores decidieron seguir adelante con la manifestación aun con el paso al costado de Biden, tildado por grupos pro-palestinos como “Genocida Joe”.
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