Más Información
Ante llamado de Petro, Xiomara Castro convoca a reunión urgente de la Celac; fija fecha del encuentro para el 30 de enero
Colombia rechaza vuelos de deportaciones y Trump revira; anuncia aranceles de 25% y revoca visas a funcionarios
“Luchamos por la felicidad del pueblo”; han sido 100 días de acciones y compromisos cumplidos, dice Brugada
Los Eagles de Filadelfia sellan su pase al Super Bowl LIX con paliza sobre Washington; buscarán su segundo anillo
¡Ya es oficial! Departamento del Interior de EU cambia el nombre del Golfo de México a Golfo de América
Realizan primera redada contra inmigrantes en Puerto Rico tras orden de Trump; ICE suma 538 personas detenidas hasta ahora
Mahmud Abbas asegura que palestinos “nunca abandonarán su tierra”, tras propuesta de Trump de “limpiar” Gaza
Jacinda Ardern se fue como llegó: discreta y decidida, con la convicción de que una mujer puede hacer lo que desee, gobernar un país o luchar desde otras trincheras.
Si algo caracterizó al gobierno de Jacinda Ardern en Nueva Zelanda, fue su decisión de no intentar ser nadie más que ella. Y así lo dejó claro también en su despedida. “Pueden ser amables, tener corazón o remangarse, ser madres o no, exmormones o no, ser llorones o ser de los que dan abrazos. Pueden ser todas esas cosas y no solamente pueden estar aquí, sino que pueden liderar, como lo hice yo”, dijo el miércoles, al despedirse del cargo, con apenas 42 años.
La mujer que en 2017, con 37 años, se convirtió en la política más joven a nivel mundial en encabezar como primera ministra un gobierno, demostró a lo largo de estos casi seis años que se puede liderar y ser empática, ejercer la política y hablar de tú a tú con líderes tan difíciles como Donald Trump y también ser madre.
Ardern ha sido la mujer a quien no le tembló la mano, en 2019, para evitar darle visibilidad al atacante de Christchurch y para adoptar una reforma legislativa que prohibiera la posesión de armas como las usadas en ese ataque. También ha sido la mujer que manejó con inteligencia la crisis de Covid-19 y logró que Nueva Zelanda superara la etapa crítica de la pandemia con un número bajo de decesos.
Sus acciones la volvieron blanco de admiración y de la llamada Jacindamanía. Pero también, como ha ocurrido con otros liderazgos femeninos, como el de Sanna Marin, en Finlandia, Ardern ha sido una mujer duramente criticada, cuestionada como no lo han sido líderes varones en el mismo puesto. Ha soportado comentarios sexistas y acoso.
Cuestionada en los últimos meses por sus medidas económicas, Ardern supo decir basta y adiós. Reconocer, en enero pasado, que ya no tenía “suficiente energía para seguir con el trabajo”. La política, ha concluido, no es la vida, aunque seguirá involucrada en dos de sus grandes pasiones: la lucha contra el extremismo y contra el calentamiento global. Como integrante honoraria del Patronato del Premio Earthshot, será un nuevo paladín contra la crisis climática. Tendrá un cargo honorario: el “Llamamiento de Christchurch”, una iniciativa que busca eliminar los contenidos de odio en internet.
En su despedida, Ardern dijo que quiere estar en casa para su hija Neve. Estar con su pareja Clarke Gayford y tener tiempo para ser ella, para disfrutar. “Cinco años han parecido más bien nueve, por todo lo que hemos pasado”, señaló recientemente. Reconoció que echaría “de menos a la gente (…) pero no el peso, porque es pesado”. Más cuando se trata de abrir una brecha aún estrecha para los liderazgos femeninos.