Tel Aviv.— Ruthy Strum coloca su celular a un lado, en una silla cercana donde están dos grandes fotos, una en la que aparecen sus tres hijos y otra en la que faltan dos: Eitan y Iair Horn fueron secuestrados en el kibutz Nir Oz el 7 de octubre de 2023. Antes de que comience una charla con periodistas latinoamericanos y de España, incluido EL UNIVERSAL, la mujer señala su teléfono y dice que siempre está alerta por si es la llamada esperada, en la que le avisen que sus hijos han regresado.
“Hablo con ellos del corazón y grito sus nombres”, declara la mujer, que tiene otro hijo: Amos. Para Ru- thy todos son su orgullo y narra que luego se pone a pensar que cuando vuelvan, sus hijos le preguntarán: “¿Qué les gritaba tanto?”.
Relata que Eitan “vive conmigo en Kfar Saba, está viviendo, hablo en presente”. Sigue: “Él viajó a la casa de Iair y desde un miércoles estaba en la casa de Iair. Cuando sonó la alarma el 7 a las 6:29 que sonó también en Kfar Saba no me pregunten por qué, generalmente lo primero que hago es llamar a Amos, porque tengo dos nietos de él: Gali y Ariel, y esta vez no”.
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Ruthy tuvo un presentimiento y comenzó a hablar con sus hijos a la distancia, o al menos eso intentó. “Primero me fijé en el WhatsApp para ver qué pasaba con Eitan y vi que estaba conectado hasta las 5:50 y entonces vi que Iair estaba conectado y empecé a escribir con él.
“Le digo: Iao. Los llamo Iao y Eitu. Les pregunto si están en el refugio y me dicen que sí, el refugio es el dormitorio de Iao. Les pregunto si están ahí, si están bien, si cerraron la puerta. Generalmente en el kibutz y en la ciudad, pero más en el kibutz, las casas están abiertas”.
Les pregunto: “¿Cómo están? Y Iao me contesta: ‘De 10’. Lo último que le escribí que no me contestó fue: ‘Bueno, Iao, pero al menos ahora no estás solo’. Después le escribí cosas, como que cuando vuelva la luz y tengas internet, por favor, contesta.
“No sabemos nada del momento en que se los llevaron si fueron juntos, separados, no vimos videos, fotos, nada, no sabemos nada de eso”, declara Ruthy, pero “desde el primer día estoy segura que van a volver a pesar de que pasó tanto tiempo”.
Ruthy, quien emigró de Argentina a Israel dos veces dice que “nunca pensé que iba a haber secuestrados (…) también acá, porque los tuvimos en Argentina”.
Describe que “Iair nació en Israel, yo viví con el papá de mis hijos, vivimos dos años acá. A los dos años de haber estado acá, Iair tenía 8 meses, el papá se quiso volver a Argentina, tenía 22 años y decidí seguirlo, pero me acuerdo que llegué a Argentina y les decía: vuelvo a Israel”. Con el paso del tiempo, ya más grandes, “empezaron a volver mis hijos, antes que yo. Iair en 1999 y vivió en un kibutz”.
“Amos vino en mayo de 2002, mis padres, que ya fallecieron, vinieron en octubre de 2002 y Eitan vino en noviembre de 2002 con un plan (…) donde los hijos vienen a terminar sus estudios secundarios y vienen antes que sus padres.
“Iair vino, volvió, pero en enero de 2014 me dice: ‘vieja, me voy para allá’. Luego decidió vivir en Nir Oz”.
Voluntario en Nir Oz
Iair fue a Nir Oz, donde vive Martin, un amigo; “se conocen desde chicos”. Cuando inició una guerra pasada, en 2014, la gente del kibutz se salía, recuerda Ruthy, pero su hijo se quedó para ayudar sobre todo a la gente mayor, que no quería irse.
“Él entró al comedor, preparaba la comida y estaba ahí todo el tiempo. En este momento su trabajo es en manutención, feliz de hacer eso, porque así puede ayudar a un montón de gente. Es encargado, junto con Martín, el encargado de organizar las festividades en el kibutz. No es miembro del kibutz, sino que es una persona que vive ahí, paga alquiler, como un inquilino y trabaja en el kibutz, pero no es miembro, no tiene todos los privilegios. Él no recibe esos privilegios, pero trabaja ahí, recibe su sueldo y paga el alquiler. A pesar de que no es miembro lo consideran como tal”.
A Eitan también le gusta ayudar a la gente. “Eitan cuando empezó a trabajar, empezó vendiendo ropa, zapatos y en un momento dado decidió dirigirse más a la parte de educación no formal. Trabajó en un internado, con chicos en distintos kibutzin.
“Su último trabajo fue en un movimiento juvenil acá (...) ahora yo estoy recibiendo, pero tanta información que mis hijos hicieron, de chicos, jóvenes, que me dicen que Eitu, como es el que trabaja más con jóvenes, que les marcó la vida”.
“Es un infierno… como rápido para no pensar en qué les dan a ellos o si les dan algo”
Ruthy añade que “lo que estoy pasando es un infierno. Me levanto y no puedo creer por lo que estoy pasando, pero yo estoy de este lado. No sé exacto qué les pasa a mis hijos. Los primeros días no comía, no tomaba, no dormía, pero me di cuenta que necesitaba tomar, comer, para estar fuerte para cuando ellos vuelvan y por suerte duermo. No tomo pastillas (...) Duermo unas horas, descanso, pero me di cuenta hace tiempo que como rápido. No puedo estar comiendo y pensar que mis hijos no comen, si les dan algo y qué les dan. Me pongo algo en la boca y trago, no quiero ni pensar.
“Como madre quiero decirles es muy difícil estar en esta situación, que no le deseo a nadie. Está el foro de las familias, hay apoyo sicológico, grupo de voluntarios, gente que ayuda y busca cómo apoyar. Sí recibimos ayuda, también de la municipalidad de Kfar Saba (...) Me ofrecieron ayuda sicológica, pero no siento que necesito.
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“Lo único que quiero es que me traigan de regreso a mis hijos”.
Casi para finalizar, Ruthy narra que “un día se me ocurrió hacer una bandera para el momento en que lleguen para ir a recibirlos. Una bandera con remeras [playeras] que tengo de ellos, del jardín de infantes, del grupo juvenil al que iban en Argentina y empecé a coser una remera con otras y unirlas (...) Puse una bandera de Israel. Lo cosí a mano, tengo esa bandera esperando en casa”.
Al final, Ruthy les da un mensaje a sus hijos: “Iao y Eitu, como les digo siempre, sigan fuertes, ustedes son fuertes, van a salir adelante, van a volver acá y vamos a volver a estar juntos, les pido, por favor, no se preocupen por nosotros, estamos bien, por favor, toda la fuerza, energía, ganas de vivir vuélquenlas en ustedes y si pueden también ayuden a la gente que está con ustedes. Ustedes van a volver, los quiero un tocazo, fuerza chicos. Es lo que más o menos les digo todos los días”.