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Washington.— A menos de dos semanas para las elecciones a la secretaría general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la ecuatoriana María Fernanda Espinosa es “muy optimista” de conseguir los apoyos necesarios para ser la primera mujer en liderar la institución. Recibe a EL UNIVERSAL en la Misión de México ante la OEA, país que respalda su candidatura.
¿Por qué es mejor candidata que sus rivales para la secretaría general de la OEA?
—Lo que me distingue es la capacidad de construir acuerdos, de usar el diálogo como herramienta principal, y evitar la polarización, la división, y la confrontación. […] Me beneficia tener una mirada fresca, una mirada de afuera; se necesita un cambio de dirección, retirar el polvo y el olor a naftalina de esa organización. […] Soy una multilateralista, conozco el escenario, las dificultades y los conflictos. Es momento de tener un liderazgo que cicatrice tensiones y polarización. Eso es lo que más necesita la OEA en este momento. […] Siempre hay diferentes modelos políticos, diferentes prioridades, visiones y demás, pero ahora esas diferencias se están usando como la lengua franca, como moneda de cambio, la diferencia profundizada hasta la exacerbación. Eso debilita a una organización multilateral. Se necesita retomar el diálogo y la confianza, y construir una agenda positiva en las diferencias. El rol de un secretario general es saber procesar los disensos.
Fue propuesta por dos países caribeños, tiene el apoyo de México. ¿Qué más países le respaldan?
—No me corresponde a mí decir, sino a los países aquellos que me apoyan. Hay un gran apoyo en el Caribe, pero también en los países del continente. Esta es una elección también muy polarizada, con mucho estrés de por medio.
¿Por qué es importante el apoyo de México?
—Significa muchísimo, una demostración de la consecuencia de esa política exterior feminista que acaba de lanzar México. Pero también es un tema de principio, de entender que el multilateralismo tiene que asentarse en la igualdad soberana entre los Estados, el tema del diálogo, de la convergencia, de la cooperación, de la solidaridad hemisférica es lo que tiene que primar. México lo ha dicho: un nuevo liderazgo, una nueva conducción que haga de la OEA esa herramienta de diálogo, de plataforma, de conversación, de acuerdos en los temas principales para el hemisferio. Estoy muy agradecida con México y los demás países que me están apoyando. Pueden confiar que soy una persona de palabra y que estaré a la altura de lo que se espera.
Dice que va a seguir un código de ética para la función del secretario general. ¿De qué está acusando al secretario general Luis Almagro?
—Lo que digo no es una invención mía, lo dice el artículo 118 de la Carta [de la OEA].
Cuando lo pone en su programa es por oposición al actual. ¿Le está acusando de falta de ética?
—No es necesario acusar a nadie en particular, las pruebas son evidentes. Lo que estoy ofreciendo y cumpliré es no poner por delante mis opiniones personales, porque las decisiones, en un sistema multilateral, las toman los Estados miembros. Un secretario tiene que alertar, ofrecer la información, asesorar a los Estados, y en el momento en que tiene una indicación de que vamos a ir por este camino, liderar, ejecutar… No se espera de un organismo como la OEA que un secretario o secretaria general esté constantemente emitiendo opiniones personales sobre situaciones de gran volatilidad política. La prudencia, reflejando incluso las diferencias entre los Estados, eso es lo que le corresponde a un secretario general. Actuar con responsabilidad, con cuidado, con mesura, con imparcialidad, ser vista como una persona a la cual todos acudirían en una situación complicada, y no lo contrario. Y no fomentar y profundizar la división, la separación, la falta de diálogo, que estamos viviendo ahora en la OEA.
Intuyo que se refiere a la gestión de conflictos como Venezuela, Bolivia, Nicaragua. ¿Está capacitada para voltear esa situación?
—Lo que puedo es ofrecer un estilo diferente de procesar las situaciones de conflicto. Una regla número uno que parece de perogrullo, pero es obvia: un secretario general no puede lanzar gasolina en un incendio, porque se produce una explosión. Eso es evidente. Y de lo que se trata es por el contrario, de apaciguar, de generar instancias de diálogo, de conversación. Muchos dicen ‘bueno, aquí hay que escoger: o las soluciones efectivas o simplemente la inacción, la irrelevancia’.
Uno u otro. No. ¿Qué quiere decir una solución efectiva? ¿Es una solución sostenible, duradera, que piense en la gente? Lamentablemente, si vemos temas como Venezuela, nos damos cuenta de que la OEA no ha contribuido a una solución duradera, sostenible y que piensa en la gente. […] En la OEA el espacio se agotó, implosionó un poco. Es necesario tener una mirada fresca, pragmática, que utilice los elementos que están en la mesa para avanzar en una hoja de ruta. Pienso que está desgastada esa posibilidad de interlocución y de actor en la crisis de Venezuela, pero en muchos temas delicados también.
Apuesta por el diálogo en su programa, y me habla ahora de la polarización que hay dentro de la región, de cómo ha implosionado. ¿Cómo se instala ese diálogo en una organización tan polarizada?
—Renovar liderazgos es muy necesario cuando se ve ese proceso de desgaste. Es como un neumático en un vehículo: el vehículo empieza a andar mal, está desgastado. Uno tiene que cambiar el neumático para que el vehículo empiece a caminar adecuadamente. Ese cambio de conducción y liderazgo creo que es muy necesario.
Habla de que hay que romper el techo de cristal, de que por primera vez una mujer tiene que liderar. Fue la primera presidenta latinoamericana en la Asamblea General de la ONU, ahora quiere ser la primera secretaria general de la OEA. ¿Por qué es necesario?
—Es vital porque no es un tema sólo de números y de cifras y de cuántos años han pasado: las mujeres, en posiciones de toma de decisión, llevamos calidad, perspectiva. Uno de los ejes transversales en la propuesta de trabajo que estoy haciendo es el tema de la igualdad, del empoderamiento de las mujeres, de tomar toda la jurisprudencia y los marcos normativos interamericanos en materia de derechos de las mujeres y ponerlos en el cielo para ejecutarlos.
Hay básicamente tres temas que serán prioridad: el combate a todas las formas de violencia; un tema que nos está hiriendo como sociedades a nivel mundial (el crecimiento de los feminicidios, la violencia doméstica, el acoso laboral, entre otros), para el que tenemos las herramientas pero tenemos que garantizar que las estamos usando adecuadamente, en un proceso de cambio cultural y social que es lo que se necesita; el empoderamiento económico de las mujeres, la gran diferencia salarial y la falta de oportunidades para la autonomía económica de las mujeres y la participación de las mujeres en la economía; y la participación de las mujeres en la política y en los espacios de toma de decisiones. Ojalá sea elegida secretaria general porque eso es un mensaje de sí podemos, tenemos el derecho de estar aquí, nos hemos ganado este espacio.
¿Qué propone, por ejemplo, en el caso de los feminicidios?
—Marcos normativos adecuados, capacitación de las instancias administradoras de justicia, el combate a la impunidad; la tipificación del delito, pero hay un tema que es el más importante: educación y cambio cultural. Y eso, lamentablemente, no se hace con una receta o un menú de restaurante. Es un proceso sostenido, largo, de trabajo con hombres y mujeres, de trabajo con niños y niñas, y es un proceso de transformación valórica de las sociedades. Es la única vacuna real, el resto son acomodos institucionales para lidiar con el problema.
¿Tiene alguna crítica sobre cómo se está gestionando el tema migratorio?
—En la OEA hay un mandato para trabajar el tema migratorio. El problema es que los resultados son tremendamente casi inexistentes. […] La respuesta institucional ha sido muy débil. Le han dado un espesor y una importancia especial al tema migratorio venezolano, que es de preocupar porque hablamos de millones de personas, pero ahí está el tema del Triángulo Norte, de los refugiados y de los desplazados internos en Colombia. […] Creo que el trabajo preventivo de buenas prácticas, de políticas acertadas, de intercambio, es absolutamente vital. Además nos debe unir a todos el combate a uno de los crímenes más terribles del siglo XXI: la trata y tráfico de personas. Hay mucho que hacer y ese es un tema que nos une. No hay un país del hemisferio que no diga ‘yo soy un país de origen, yo soy un país de tránsito, yo soy un país de destino’, o las tres cosas a la vez.
¿Qué va a hacer hasta la elección del 20 de marzo, cuál es su plan hasta entonces?
—Sabemos que la situación se va a poner tensa, pero yo seguiré haciendo mi trabajo, conversando con los países, enriqueciendo mi plan de trabajo, preparándome para lo que se vendrá, y espero que lo que se venga sea bueno para la OEA y bueno para el hemisferio.