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Hong Kong.- Varios miles de manifestantes descendieron ayer de noche a las calles de Hong Kong para conmemorar el primer aniversario del histórico movimiento de protesta en la excolonia británica, que en la actualidad pena para movilizar multitudes.
A las numerosas detenciones, que han significado un duro golpe para las protestas, se agregan las medidas adoptadas para combatir el Covid-19, que entre otras prohíben reuniones de más de ocho personas, así como planea el espectro de la inminente entrada en vigor de una ley sobre seguridad nacional.
El inicio de las manifestaciones gigantescas, algunas violentas, fue el 9 de junio de 2019.
Aquel día, una inmensa muchedumbre de hongkoneses invadió las calles del territorio, teóricamente semiautónomo hasta 2047, oponiéndose a un proyecto de ley que autorizaba las extradiciones hacia China, que fue retirado.
Rápidamente los enfrentamientos entre policía y manifestantes se volvieron frecuentes, dividiendo a la población y afectando a la reputación y estabilidad del territorio.
La Universidad Politécnica (PolyU) fue el escenario de los enfrentamiento más graves entre los oficiales y los ciudadanos, en noviembre. Sus imponentes edificios de ladrillo rojo están ahora rodeados de pesadas barreras de plástico llenas de agua, y los visitantes tienen que pasar por un control de identidad para acceder al campus.
Esas densas barreras blancas, difíciles de mover por los manifestantes, brotaron alrededor de cualquier edificio considerado sensible, como el Consejo Legislativo (LegCo, el Parlamento hongkonés), algunas comisarías, ministerios y delegaciones de Beijing en la ciudad. Desde entonces, pocas patrullas están formadas por menos de cuatro policías, muchos de los cuales visten el uniforme antidisturbios.
Ayer, desafiando la prohibición a movilizarse, en el marco de las medidas contra el coronavirus, miles de personas desfilaron al anochecer por las calles del Central, corazón financiero del enclave, coreando eslóganes prodemocracia.
La policía antidisturbios intervino rápidamente para dispersar a los manifestantes, realizando más detenciones. “Todavía tenemos que salir a la calle para hacernos escuchar y decirle al régimen que no hemos olvidado”, señaló un manifestante de 23 años que se identificó como Michael.
Este martes más temprano, la jefa del Ejecutivo hongkonés, Carrie Lam, nombrada por Beijing y muy impopular, dijo a la prensa que “Hong Kong no puede permitirse un caos así”, pidiendo que todas las partes “aprendan la lección”.
“Los hongkoneses deben demostrar que son ciudadanos razonables y sensatos de la República Popular de China” si quieren mantener sus libertades y autonomía, añadió la jefa del Ejecutivo.
La excolonia británica fue retrocedida a China en 1997 tras un acuerdo que garantizaba al territorio una autonomía y libertades desconocidas en el continente, según el principio de “un país, dos sistemas”. En la última década, nació un movimiento de protesta, alimentado por el temor a perder las libertades en esta metrópoli financiera. Según los especialistas, el margen de maniobra de la oposición hongkonesa se redujo desde el año pasado.
“No creo que la cólera se haya calmado mucho, pero el problema es que muchas acciones no están autorizadas en las circunstancias actuales”, explicó Leung Kai-chi, analista de la Universidad China de Hong Kong (CUHK).
“La gente espera una oportunidad, claro que quieren manifestarse de nuevo (...) pero no lo harán de manera irreflexiva”, según Francis Lee, responsable de la escuela de periodismo en CUHK.
Piden principalmente la instauración del sufragio universal y una investigación independiente sobre el comportamiento de la policía. Demandas rechazadas por el ejecutivo local y Beijing.
“A lo largo de las protestas de 2019, los manifestantes deconstruyeron el tejido urbano, pusieron las infraestructuras urbanas al servicio de su combate”, explicó Antony Dapiran, un abogado hongkonés autor de varios libros sobre movimientos sociales en la excolonia británica. “Cuando entendió estas tácticas, el gobierno hongkonés actuó en consecuencia, retirando todo el mobiliario urbano que los manifestantes utilizaban para su resistencia y [para levantar] barricadas”.
Durante meses, no quedaba ni una sola barrera metálica en las explanadas centrales. Los manifestantes se convirtieron en auténticos expertos en desmontarlas, y lo hacían en tan solo uno segundos con llaves o destornilladores.
En reacción, China decidió adoptar en Hong Kong un proyecto de ley que prevé castigar las actividades separatistas, “terroristas”, la subversión o las injerencias extranjeras. Beijing aseguró que esta medida sólo afecta a “una pequeña minoría” y que permitirá restablecer la confianza del mundo empresarial.
La oposición teme que provoque una represión política en el enclave similar a la de China continental. “Primero [Beijing] hace perder a los hongkoneses su corazón y su alma y luego intenta obligarlos a ser leales”, dijo Kong Tsung-gan, activista, autor de tres libros sobre el movimiento de protesta.
A los hongkoneses les espera “un combate interminable” y “tendrán que estar preparados para sufrir y sacrificarse todavía más que hasta ahora”, añadió.