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Madrid
Los abusos sexuales de menores cometidos en países europeos por sacerdotes permanecen bajo el mismo manto de impunidad que protege a los curas pederastas en otras partes del mundo.
La herida está especialmente abierta en Irlanda, donde una comisión de investigación encabezada por el juez Sean Ryan estableció en 2009 que cerca de 25 mil niños habían sido violados por más de 400 religiosos durante 80 años, casi todo el siglo XX. El Arzobispado de Dublín encubrió los abusos que se registraron sobre todo en escuelas y orfanatos católicos estatales que eran regentados por órdenes religiosas.
Los excesos del clero también tuvieron gran impacto en países como Alemania, donde un estudio independiente encargado por la Iglesia católica recién reveló que se cometieron al menos 3 mil 677 casos de abusos sexuales en los que estuvieron implicados mil 670 religiosos católicos entre 1946 y 2014.
En este contexto, tuvo especial incidencia el suceso develado en el verano de 2017 de que al menos 70 menores de la escuela del coro de la catedral de Ratisbona sufrieron agresiones sexuales entre 1953 y 1992, por parte de maestros o curas. Esta escuela estuvo dirigida durante más de 30 años por el hermano del papa Benedicto XVI, monseñor Georg Ratzinger.
En Bélgica, la renuncia en 2010 del obispo de Brujas, Roger Vangheluwe, después de reconocer que violó a dos de sus sobrinos, destapó una práctica extendida a nivel institucional. En el último lustro, la Iglesia belga ha destinado cerca de 5 millones de dólares a la indemnización de las víctimas, que ya superan el millar.
Aunque algunas cifras son más grandes que otras, los abusos sexuales del clero afectan a todos los países católicos de Europa.
“Es un problema sistémico, porque hay podredumbre y demasiados esqueletos en el armario. Hasta ahora sólo hemos visto la punta del iceberg. Hay muchos abusos sexuales subyacentes, sobre todo en países como España, Francia, Italia o Portugal", señala a EL UNIVERSAL José Manuel Vidal, doctor en Teología, sociólogo y ex sacerdote.
El experto considera que a la Iglesia católica le falta voluntad para atajar el problema y llevar a los culpables ante los tribunales civiles. Existe un encubrimiento institucional que dificulta las denuncias y permite que la mayoría de los abusadores salgan impunes.
“Si realmente quisiera, la Iglesia católica tiene instrumentos propios, ya que el Derecho Canónico contempla penas de todo tipo, incluso la secularización del culpable, su expulsión de la Iglesia”, subraya el teólogo español.
“Lamentablemente los abusos a menores no se denuncian porque se consideran un pecado, pero no un delito. Existe todavía la creencia en la Iglesia de que un padre no puede denunciar a un hijo, mucho menos ante la justicia civil, lo que facilita la ocultación de las agresiones”, agrega el director de Religión Digital.
“Quizás los casos tarden en aflorar algo más en Europa, cuna de la vieja cristiandad y con una cultura más catolicona. En esa dinámica de ocultamiento, lo que se hacía en España hace años es que al cura pederasta se le mandaba a misiones en Latinoamérica o África, que era una de las salidas habituales para desviar el foco de atención”, relata Vidal.
“Ya no basta con pedir perdón. Los curas abusadores deben cumplir la penitencia, lo que significa entre otras cosas atención a las víctimas, tanto material como sicológica. Los obispos encubridores deben ser expulsados de la Iglesia. La institución necesita un cambio radical. Hay que llegar al fondo de la cuestión y sacar el bisturí”, enfatiza el teólogo.
Por su parte, Juan Ignacio Cortés, autor del libro Lobos con piel de pastor (Editorial San Pablo, 2018) en el que documenta los abusos sexuales de curas a lo largo de la historia, considera que la Iglesia católica debe rebuscar en los armarios, airear los abusos, pedir perdón y reparar el daño causado a las víctimas.
“El caso más sangrante sin duda es el de Irlanda, donde a partir de los años 90 comenzaron a saltar los escándalos en la televisión pública con miles de menores afectados en centros educativos gestionados por órdenes religiosas. Pero también se han registrado abusos terribles en Alemania, Holanda y Bélgica, ya sea por el alto rango eclesiástico de los causantes de las agresiones, o por el elevado número de casos”, indica Cortés.
En algunos países como España o Italia se han producido también abusos, pero hasta ahora no han alcanzado niveles dramáticos. No obstante, los expertos consideran que el número de menores afectados en estos dos países es mucho mayor que el que reflejan las estadísticas.
“Hay un índice de criminalidad que permanece oculto. La Iglesia siempre ha intentado reducir las dimensiones del problema, primero acotando su presencia a la zona de influencia anglosajona, y luego al norte de Europa. Pero en realidad, el abuso de menores por parte del clero es un fenómeno muy extendido a nivel planetario”, apunta el escritor y periodista.