Río de Janeiro.— La cumbre de los países del concluye este martes, pero la adelanta buena voluntad, pocos compromisos y una mala noticia para la COP29, al no hacer avanzar las negociaciones climáticas.

La declaración, distribuida ayer a los medios, no incluye compromiso alguno para alejarse de las energías fósiles, como se ofreció en la COP28. Tampoco hubo avances para desbloquear las negociaciones en la COP29, que se realiza simultáneamente en Bakú, Azerbaiyán, pese a la urgencia establecida por el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, quien pidió a los líderes del G20, México incluido, hacer “concesiones” para permitir “un resultado positivo en la COP29”, y advirtió que “el fracaso no es una opción”, mientras el mundo se encamina hacia un nuevo récord de la temperatura global este año.

En el documento del G20, los líderes simplemente expresaron su “firme compromiso” en la lucha contra la crisis del cambio climático, su “decisión” de emprender acciones “estructurales” en sus economías para ampliar la acción, pero insistiendo en “la necesidad de aumentar la colaboración y el apoyo internacionales, en particular con miras a aumentar la financiación y la inversión pública y privada para el clima en favor de los países en desarrollo”.

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Asimismo, hablaron de promover un sistema económico internacional abierto para lograr “un crecimiento económico sostenible” con advertencias sobre el uso de medidas como una restricción injustificable al comercio internacional. Aunque no está especificado en la declaración, el tema fue entendido como una alusión al embrollo que mantiene detenidas las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur.

Otro de los grandes temas de debate en este G20 era la posibilidad de crear un impuesto a los superricos, pero al final, los países sólo manifestaron su apoyo a la “tributación progresiva” para que los ricos paguen impuestos de forma más efectiva y dijeron que seguirán discutiendo el tema, sin llegar a un compromiso concreto. La presidencia brasileña, anfitriona del evento, pedía una convención o tratado que impida que los superricos evadan impuestos trasladando sus fortunas a países con legislación tributaria menos rigurosa.

Otro foco de tensión de la cumbre, realizada a la sombra del regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos a partir de enero próximo, fueron las guerras entre Rusia y Ucrania y en Medio Oriente. Los países del G20: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía), además de la Unión Africana y la Unión Europea, expresaron su apoyo a un “alto el fuego” en Gaza y Líbano “que permita a los ciudadanos regresar con seguridad a sus hogares a ambos lados de la Línea Azul”, pero evitaron meterse en condenas o declaraciones más firmes.

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En cuanto a Ucrania, el G20 se mostró a favor de iniciativas “relevantes y constructivas” para una “paz amplia, justa y duradera” en Ucrania y señaló que dicha paz debe estar en consonancia con los principios de la ONU y promover unas relaciones “pacíficas, amistosas y buenas” entre países vecinos, sin mencionar a Rusia.

Por la mañana, el presidente estadounidense Joe Biden, quien participa así en su última cumbre del G20 como mandatario, urgió a los países a apoyar la soberanía ucraniana.

“Estados Unidos apoya firmemente la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Todos en esta mesa deberían hacer lo mismo”, dijo Biden en su discurso, en presencia del canciller ruso, Serguéi Lavrov.

El presidente argentino Javier Milei, quien marcó el tono de la discordia en la cumbre, firmó la declaración final, advirtiendo que no acompaña los puntos vinculados a la Agenda 2030, incluyendo “la promoción de la limitación de la libertad de expresión en las redes sociales, el esquema de imposición y vulneración de la soberanía de las instituciones de gobernanza global”, el “trato desigual ante la ley” y la “noción de que la intervención estatal es la forma de luchar contra el hambre”, aunque también firmó la Alianza Global contra el Hambre, uno de los pocos resultados firmes de la reunión, con 40 proyectos específicos que prevén beneficiar con transferencias de renta a unas 500 millones de personas y con alimentación en las escuelas a unos 150 millones de niños.

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