Los fenómenos meteorológicos cada vez son más fuertes, agresivos y evolucionan a velocidades impredecibles. En cuestión de horas, tormentas tropicales se convierten en huracanes que dejan comunidades devastadas y muertes.
La DANA en España, las inundaciones en Texas o el huracán Otis en México son un ejemplo del impacto de este tipo de cataclismos —fortalecidos como parte del cambio climático—, que arrasan dejando pérdidas económicas millonarias y de vidas humanas.
El huracán Otis —que en horas evolucionó de categoría 1 a 5— fue la muestra inequívoca del impacto negativo del cambio climático: de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos, Otis fue el huracán más poderoso del océano Pacífico que haya tocado la tierra en la era de registros satelitales.
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Por ello, instituciones internacionales académicas y gobiernos ya analizan cómo modificar sus alertas para advertir con mayor prontitud a la población de huracanes, lluvias o ciclones tropicales, y evalúan cómo modificar sus planes de acción, contingencia y protección civil.
Roberto Carrasco, académico del Instituto Politécnico Nacional (IPN), señaló que desde hace dos años México y otros países ya trabajan en sus sistemas de alerta meteorológicos y climatológicos para pronosticar con suficiente tiempo de anticipación lo que va a ocurrir en cuestión de precipitaciones intensas, vientos, heladas y nevadas, pero de una manera mucho más precisa.
Si bien México cuenta desde hace 20 años con un sistema de alerta temprana de ciclones tropicales, a decir de Carrasco, este debe renovarse y cambiar el tiempo de monitoreo en que se vigilan estos fenómenos a lapsos más cortos, para estar atentos a posibles cambios de dirección, intensidad o vientos, con el fin de pronosticar lo más “realista posible” el impacto al tocar tierra.
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Ante desastres naturales cada vez más potentes, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha lanzado una serie de iniciativas e informes con el objetivo de que todos sus países miembros ya consideren en sus protocolos factores multivariables, es decir, que un mismo fenómeno puede tener muchos factores asociados al mismo tiempo.
En 2023, este organismo de la ONU lanzó su iniciativa Early Warnings for All. Considerada como prioridad máxima, su principal fin es que haya un enfoque en protección universal contra eventos hidrometeorológicos y se hagan cambios como el codesarrollo de sistemas con comunidades locales y un mayor énfasis en el uso de tecnologías, por ejemplo, alertas en los celulares de la población afectada. La iniciativa busca que esta alerta esté implementada para 2027 por la mayoría de los países, principalmente en regiones consideradas vulnerables.
“Estos sistemas de alerta ya se trabajan en varias partes del mundo bajo esta iniciativa, incluso los países de Centroamérica ya reciben apoyo económico para monitorearlos”, destacó el investigador del IPN.
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Ese mismo año, el XIX Congreso Meteorológico Mundial aprobó la inclusión del Protocolo Común de Alerta (CAP, por sus siglas en inglés); lo anterior, con la finalidad de una mayor difusión de alertas para ciclones, inundaciones y clima severo a través de una entrega multicanal (como celulares, radio y televisión), con traducción automática y adaptaciones de accesibilidad.
Este 2025 se integró el CAP con el Sistema de Información de la OMM (WIS 2.0), con el objetivo de facilitar el intercambio global en tiempo real de alertas verificadas, lo que cierra la “brecha del último kilómetro”.
En meteorología, la “brecha del último kilómetro” (o en inglés, last mile gap) se refiere al desafío crucial de garantizar que las alertas meteorológicas y la información climática lleguen de manera efectiva a la población en riesgo a nivel local y con tiempo suficiente para que puedan reaccionar y tomar medidas de protección.
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Pese a los avances, estos sistemas aún están lejos de funcionar o instalarse en la mayoría de países. ¿Por qué?, “primero se debe conocer el fenómeno, para saber cómo ocurre, con qué frecuencia, cómo se intensifica, por qué se intensifica, y una vez que lo conocemos, a la par, podemos instalar estaciones meteorológicas para poder medirlo también. Una vez conociéndolo y sabiendo cómo medirlo, tenemos que tener expertos en manejar este tipo de aparatos para emitir los pronósticos de alertamiento”, indicó.
Sistemas de intensificación rápida, preocupación mundial
En meteorología, los sistemas de intensificación rápida se refieren al proceso por el cual un ciclón tropical (como un huracán o tifón) experimenta un aumento significativo en la velocidad de sus vientos máximos sostenidos en un periodo corto. Esto fue el primer signo de alerta que comenzó a preocupar a científicos y estudiosos del tema para determinar sus causas y en segundo punto, sus impactos en tierra.
La definición técnica del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos establece que la intensificación rápida ocurre cuando los vientos máximos sostenidos de un sistema aumentan en al menos 34 millas por hora (aproximadamente 55 kilómetros por hora) en un periodo de 24 horas o menos.
“La idea es que sí haya un cambio significativo en los protocolos de acción debido al conocimiento. Una vez que conocemos mejor el fenómeno, conocemos con cuánto tiempo podemos reaccionar y va a ser una mejora a los procedimientos y protocolos de actuación y esos protocolos se van a modificar por el gobierno y la población”, refirió Carrasco.
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El experto en temas meteorológicos indicó que estos fenómenos de rápida intensificación ya son analizados en el Atlántico, Centroamérica y el Caribe, para conocer sus efectos más letales y las causas de su rápida intensificación.
Fenómenos más intensos, la nueva normalidad
Para Itzel Morales Lagunes, Branch Manager de The Climate Reality América, los fenómenos extremos como huracanes o las ondas de calor ya no son anómalas, sino que ahora son parte de una nueva normalidad, lo cual se debe al aumento de temperatura a nivel global y actividades humanas como la quema de combustibles fósiles y el aumento de temperatura de hasta un grado centígrado en el planeta.
“Definitivamente debemos fortalecer esa parte de analizar estos fenómenos, monitorear cómo se desarrollan o evolucionan rápidamente las tormentas”, a fin de preparar a las comunidades “ante los diferentes escenarios” y que cuando llegue la etapa de recuperación, “esta sea resiliente”, precisó. Morales considera que el uso de la inteligencia artificial (IA) ayudaría a mejorar los modelos de identificación de estos fenómenos y a manejar modelos mucho más precisos para la previsión de la evolución de las tormentas y huracanes. También, dijo, se requieren más profesionales en ciencias atmosféricas y meteorológicas.
Inteligencia artificial y pronósticos inmediatos
Actualmente, la OMM está apostando fuerte por varias tecnologías clave para modernizar y hacer más eficientes estos sistemas. Lo que busca es que todos los países tengan cobertura universal de alertas tempranas para 2027, reduciendo las pérdidas por desastres en hasta 30%.
Basado en sus estrategias recientes, sus principales apuestas son la inteligencia artificial (IA), sistemas de intercambio de datos en tiempo real y protocolos estandarizados. Entre sus proyectos clave se encuentran el AI for Nowcasting Pilot Project (Proyecto Piloto de IA para el Pronóstico Inmediato, o AINPP), que evalúa algoritmos de IA para el pronóstico inmediato, comparándolos con modelos numéricos. Reduce víctimas al predecir eventos extremos con mayor exactitud.
Otro proyecto es el Data-Driven Weather Forecasting for All (Previsiones meteorológicas basadas en datos para todos, o DDWF4All), que usa inteligencia artificial para generar pronósticos de alta resolución desde escala global hasta local, sentando bases para alertas universales. Por último, la OMM busca implementar un plan de acción conjunto sobre IA, el cual aceleraría la integración de este tipo de tecnología e infraestructura en todos sus países miembros, dando prioridad a las naciones en desarrollo.
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El Sistema de Información de la OMM 2.0 (que es el que actualmente usa el organismo para mandar alertas) también reporta una actualización en su sistema de intercambio de datos para ser “abierta, en la nube y en tiempo real”. Con estos cambios, lo que se perfila es facilitar el acceso a datos más recientes —y no esperar en ocasiones hasta horas— y con ello lanzar advertencias más instantáneas.
De acuerdo con la página del organismo climático, la meta es que para 2030, 90% de los miembros de la OMM migrarán a este sistema para mejorar la resiliencia climática y apoyando EW4All, siendo una de sus principales ventajas que no solo meteorólogos lo manejen, sino que también otro tipo de autoridades accedan a datos en vivo.
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