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Una década después de que hombres armados irrumpieran en las oficinas del periódico satírico Charlie Hebdo en un mortal asalto que sacudió a Francia hasta sus cimientos, la nación hace una pausa este martes para honrar a las víctimas y enfrentar los desafíos cambiantes de la libertad de expresión y el terrorismo.
El presidente Emmanuel Macron y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, lideraron homenajes solemnes en el lugar del ataque, donde 12 personas, incluidos algunos de los caricaturistas más queridos de Francia, fueron asesinados el 7 de enero de 2015. Entre las personas conmemoradas se encuentra Ahmed Merabet, un agente de policía que fue abatido a tiros en plena calle mientras defendía el periódico.
La masacre, perpetrada por dos hermanos que reivindicaron su lealtad a Al Qaeda, marcó el inicio de una nueva y sombría era para Francia, con una ola de violencia extremista que empuja al país a replantearse sus prioridades en materia de seguridad y su compromiso con la libertad de expresión.
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En su intervención con motivo del aniversario, el ministro del Interior, Bruno Retailleau, describió con crudeza el panorama actual de la seguridad en Francia.
“Francia se ha rearmado considerablemente, pero la amenaza sigue ahí”, advirtió en una entrevista con RTL, haciendo referencia tanto a los peligros externos como al preocupante aumento en la radicalización autóctona.
“La naturaleza de la amenaza ha cambiado”, explicó Retailleau. “Ahora es principalmente endógena: jóvenes individuos radicalizados a través de las redes sociales. Solo el año pasado, nuestros servicios frustraron nueve ataques, el número más alto desde 2017”.
Retailleau citó ataques recientes en reuniones públicas en Alemania y Nueva Orleans como sombríos recordatorios de por qué Francia debe mantener un “nivel muy alto de precaución”.
Ataque a Charlie Hebdo abrió debates sobre los límites de la libertad de expresión
El atentado contra Charlie Hebdo, perpetrado en represalia por las irreverentes caricaturas del profeta Mahoma publicadas por el periódico, suscitó encendidos debates mundiales sobre los límites de la libertad de expresión. En los días siguientes, millones de personas se manifestaron en solidaridad, blandiendo bolígrafos y pancartas que decían “Yo soy Charlie”, un grito de guerra a favor de la libertad de prensa y de desafío al extremismo.
Pero 10 años después, la unidad de ese momento se ha fragmentado. Comentaristas franceses dicen que las generaciones más jóvenes son cada vez más críticas con la sátira que ven como divisiva o insensible, particularmente hacia las comunidades marginadas.
Charlie Hebdo sigue sin disculparse. Su edición del décimo aniversario presenta una caricatura en la portada de un lector posado sobre un AK-47, con el título “Indestructible”. En un editorial, el director de la revista, Laurent Sourisseau, conocido como “Riss”, defendió el poder de la sátira. “Si quieres reír, significa que quieres vivir”, escribió.
sg/mcc