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Según fuentes de la corte británica, los retoques realizados por la princesa de Gales, Kate Middleton a la foto familiar que puso en línea el Palacio de Kensington “fueron ínfimos”. Su gesto, sin embargo, desató un escándalo planetario, cuando cinco agencias de noticias decidieron prohibir su publicación por no respetar las reglas deontológicas de la profesión.
Lejos de calmar los interrogantes sobre la verdadera situación de algunos miembros de la familia real, este nuevo episodio sumó inquietud y reavivó críticas. Y por primera vez, Kate, uno de los miembros más queridos de la realeza británica, se convirtió en blanco de ellas.
Kensington, sede de los príncipes de Gales, pensaba hacer lo correcto. Con motivo del Día de la Madre en el Reino Unido, publicar el domingo una foto con la princesa Kate sonriendo, rodeada por sus tres hijos, a modo de dar fin a los rumores que circulan desde hace casi tres meses sobre su estado de salud.
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Era la primera foto de la futura reina, de 42 años, desde su operación de abdomen, el 16 de enero. Pero el servicio de comunicación de la familia real difícilmente hubiera podido imaginar un peor resultado.
Casi de inmediato, la foto fue rechazada por cinco agencias de prensa internacionales y retiradas de sus plataformas debido a la manipulación de la imagen por parte de la “fuente” (el Palacio), según una nota de Associated Press (AP). Los elementos “photoshopeados”, visibles a través de incoherencias a nivel de las manos, la ropa o el fondo, circularon sin cesar el lunes en las redes sociales. Por la mañana, después de una negativa del Palacio de hacer comentarios y obligada por la presión, la princesa Kate finalmente se excusó en su cuenta Twitter.
“Como muchos fotógrafos amateurs, a veces experimento con los retoques. Piso excusas por la confusión creada”, asumió.
Excusas que no sirvieron de nada y que los internautas no tardaron en cuestionar.
“¿Kate pasa realmente sus días con Photoshop? ¿Por qué habrá borrado su alianza? ¿Fue realmente Guillermo quien tomó la foto?”. La lista es sin fin y no hizo más que sumarse a una seguidilla de traspiés que, más allá de los reales problemas de salud que atraviesan tanto el rey Carlos III como su nuera Kate, dejan al descubierto el fracaso de la nueva estrategia de comunicación adoptada por la familia real desde la llegada del nuevo monarca.
Instaurada a comienzos de año, cuando aparecieron los problemas de salud de Carlos III y de Kate, esa estrategia consiste en librar con cuenta-gotas las informaciones, escogidas con extremo cuidado y según un estricto calendario fijado por Buckingham. El problema es que, de esa forma, la “Firma” —como se llama a la familia real— no consigue satisfacer a sus súbditos. La curiosidad pública se disparó a las nubes desde la desaparición de la princesa de Gales de la escena mediática, después de una misteriosa operación que aún hoy no ha sido explicada.
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El estado de salud de Kate siempre intrigó, suscitando comentarios sobre su peso o las vendas que alguien notó en sus dedos. Comunicando sobre su operación, la familia real pensaba establecer una excusa para las futuras ausencias de la princesa y la anulación de sus compromisos. Pero una media-información es peor que una ausencia de información. A título de comparación, el estado de salud del rey Carlos III, tratado por un cáncer, parece acaparar menos la atención pública. Si bien ese cáncer tampoco fue identificado con precisión, sus súbditos saben por lo menos de qué se trata. En el caso de su nuera, lo único que se supo fue que su problema no era oncológico.
Y como un tropiezo nunca suele llegar solo, el traspié mediático del Día de la Madre fue el segundo en una semana. El 5 de marzo, el ejército británico publicó en su sitio que Kate participaría en el célebre Trooping The Colour, espectáculo militar que marca el aniversario oficial del monarca, previsto para el 8 de junio. Pero el anuncio, realizado antes de que Kensington Palace lo confirmara, debió ser retirado de inmediato, provocando nuevamente el sarcasmo de los internautas: “¿Quiere decir esto que la princesa no estará visible durante todo el mes de junio?”, “¿No será que su estado de salud no le permitirá asistir?”, etc.
“Para los Windsor no hay escapatoria: toda forma de vida privada es imposible. Porque ellos mismos tienen necesidad de los medios para promover sus acciones, aun cuando los detesten”, analiza el especialista Marc Roche.
Ese fenómeno de atracción-repulsión existe desde la coronación de Isabel II en 1953. Utilizados como un instrumento para volver a crear un lazo de afecto con los sujetos de la corona, los medios también son los primeros en criticar a la familia real o destacar sus errores.
“En 1957, un artículo publicado en The National and English Review contribuyó a transformar en profundidad la monarquía después de haber criticado su naturaleza ‘anticuada’ y ‘demasiado aferrada a la nobleza’”, agrega Roche. Y concluye: “Pasada la polémica inicial, el texto incendiario consiguió persuadir a Buckingham que aceptara ciertas reformas preconizadas desde hacía tiempo por el príncipe Felipe”.
Para su colega, el experto en realeza Peter Hunt, estos embarazosos episodios dejan muy mal parada a la familia real, pues “la gente terminará preguntándose si todavía pueden confiar en sus miembros y, sobre todo, creerles”.
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