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Fernando de la Rúa, presidente de Argentina entre 1999 y 2001, murió este martes a los 81 años, según confirmó el actual presidente argentino, Mauricio Macri.
El expresidente llevaba varios días ingresado en el hospital tras sufrir un fallo cardíaco y renal.
De la Rúa fue presidente durante una de las peores crisis económicas de la historia de Argentina.
El 3 de diciembre de 2001, en medio de una profunda recesión, el gobierno del presidente Fernando de la Rúa impuso por decreto el llamado "corralito". La medida restringía la extracción de depósitos bancarios a una suma fija de 250 pesos semana (por entonces US$250).
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La intención era frenar una fuga de dinero del sistema que ya había llegado a US$20.000 millones y respondía a rumores de un colapso económico.
Algunos llegaron a describir este episodio del país como "el peor de su historia moderna", ya que dejó a dos tercios de la población por debajo del umbral de pobreza.
"Golpe"
Él siempre denunció un golpe de Estado, pero la historia lo recordará como el protagonista de la peor crisis reciente de Argentina.
Pese a haber estado solo dos años y medio en el poder, De la Rúa es una figura central de la historia política reciente argentina.
Renunció en medio de un estallido social que dejó 30 muertos y miles de heridos e inauguró una crisis política, social y económica cuyas heridas, para muchos, siguen abiertas.
Tras la renuncia, el 20 de diciembre de 2001, De la Rúa salió de la Casa Rosada en el centro de Buenos Aires en un helicóptero que despegó del techo del palacio presidencial. La escena, emitida en vivo por la televisión, quedó grabada en la memoria de un país que desde entonces fue otro.
De joven radical a primer alcalde de Buenos Aires
Su padre, Antonio, hijo de un inmigrante y exitoso empresario gallego, fue un brillante abogado y presidente del Tribunal Supremo de la provincia de Córdoba, en el centro el país.
Allí Fernando asistió a un Liceo Militar y se licenció en Derecho, profesión que luego enseñó en la Universidad de Buenos Aires.
Su carrera política empezó de muy joven en la Unión Cívica Radical, un partido socialdemócrata de corriente institucionalista y liberal que fue durante medio siglo la segunda fuerza política del país después del peronismo.
Antes del golpe militar de 1976, De la Rúa ya había ejercido como senador por la ciudad de Buenos Aires desde 1973.
Pero cuando cayó el régimen, en 1983, se convirtió en una de las figuras clave de la transición a la democracia.
Compitió, de hecho, en las internas de la UCR ese año con quien luego sería elegido presidente, Raúl Alfonsín.
Luego, fue senador y diputado hasta 1996.
De su paso por el Congreso algunos recuerdan el apoyo a las leyes de Obediencia y Punto Final, las cuales indultaron a los militares de medio y bajo rango acusados de torturas y desapariciones durante el gobierno de facto.
El radicalismo lo defendió como un acto de "realismo político".
Durante la presidencia peronista de Carlos Menem, Argentina firmó un pacto bipartidista que dio origen a una nueva Constitución, bajo la cual se dictaminó que el alcalde de la ciudad de Buenos Aires sería elegido democráticamente.
De la Rúa se lanzó, ganó y hoy se le recuerda como un alcalde eficiente que, entre otras cosas, expandió el metro, construyó parques y espacio público y dio inicio a la red de ciclorutas que hoy pulula en la ciudad.
Una presidencia traumática
Como en el caso del actual presidente, Macri, De la Rúa usó la alcaldía de la capital como plataforma para las elecciones presidenciales, en las cuales, en 1999, ganó tras el desgaste del peronismo bajo la presidencia de Menem.
Este no es el único aspecto que los críticos usan para comparar a Macri con De la Rúa: ambos llegaron al poder con coaliciones que aprovecharon el rechazo al peronismo; ambos aplicaron recetas neoliberales de ajuste para resolver la economía; ambos necesitaron financiación del Fondo Monetario Internacional (FMI); ambos se presentaron como políticos no populistas que priorizan la responsabilidad fiscal.
Por eso la famosa consigna con que De la Rúa ganó la presidencia decía: "Me dicen que soy aburrido, pero...".
Sin embargo, en el momento en que muere De la Rúa para los expertos es poco probable que el desenlace de su mandato se repita con Macri, en parte porque, a poco de las elecciones en octubre, no se ven muchas protestas en la calle y todo indica que este último será el primer presidente no peronista que termine su mandato desde el retorno de la democracia.
Hay otra diferencia sustancial: el FMI quitó el apoyo a De la Rúa en plena crisis, mientras que a Macri lo han apoyado en los momentos más difíciles.
De la Rúa siempre dijo que el peronismo y los sindicatos fraguaron una conspiración que lo obligó a renunciar.
Sus críticos alegan que sus políticas de austeridad, de recortes, de despidos, de privatizaciones, de flexibilización laboral y de aumentos al IVA fueron como leña al fuego para una sociedad que ya venía empobrecida de los años 90.
Por eso es que el helicóptero, más que la frase "me dicen que soy aburrido", es lo que más se recuerda de Fernando de la Rúa.
Salud delicada
La última aparición pública del exmandatario, que llevaba varios meses con problemas de salud, fue el pasado mes de noviembre, cuando se celebró en Buenos Aires la cumbre del G20.
Llevaba varios años con problemas de salud y había tenido que ser operado varias veces, según el diario argentino La Nación.
En enero de 2016 sufrió una afección en la vejiga y en agosto de 2014 le realizaron una angioplastia. Ese mismo año tuvo que volver a ser ingresado para una operación programada.
Ya en este 2019, pasó casi un mes hospitalizado en el Hospital Universitario Austral de Pilar, en la provincia de Buenos Aires, donde tuvo que operarse por una problema cardiovascular.
A finales de enero ingresó en el Instituto Fleming de la ciudad bonarense de Escobar para someterse a una rehabilitación por complicaciones surgidas por una intervención quirúrgica anterior. Y en mayo, una insuficiencia renal le hacía ingresar de nuevo en la misma clínica donde ha fallecido este martes.
El gobierno argentino declaró tres días de luto por su muerte.
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