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Bruselas
Los ciudadanos de los países miembros de la Unión Europea (UE), incluyendo los británicos, están convocados a las urnas, del 23 al 26 de mayo, para elegir la composición del nuevo Parlamento Europeo, la única institución comunitaria electa por sufragio universal directo y cuyos poderes han ido en aumento desde su primera sesión en 1979.
La cita estaba marcada como borrón y cuenta nueva, como un banderazo de salida para el relanzamiento del proyecto de construcción europea tras una década de estancamiento.
Sin embargo, la renovación institucional no se traducirá en una mayor unidad, necesaria para profundizar en la integración del bloque. “La UE de los 27 pensaba que estas elecciones marcarían un nuevo comienzo en la política comunitaria, el arranque de una nueva era, pero no será así. La UE llega a estas elecciones en un contexto de no Brexit, de un proceso de salida de Reino Unido en el limbo, y de falta de puntos de coincidencia entre los países miembros sobre el camino a seguir”, dice a EL UNIVERSAL Sophia Russack, investigadora del Centre for European Policy Studies (CEPS).
“Si bien las crisis que definieron las elecciones previas prácticamente han llegado a su fin, como la crisis del euro, la crisis de deuda, incluso la migratoria ha disminuido, Europa está lejos de ser plenamente estable”, dice Paul Butcher, analista político del European Policy Centre (EPC).
El maratón electoral comenzará el jueves en Países Bajos, así como en Gran Bretaña, “una ridiculez, porque van a elegir a representantes que por el Brexit pronto dejarán el cargo o nunca lo asumirán”, refiere el polémico eurodiputado británico Nigel Farage. Después le tocará el turno a Irlanda y a República Checa. Este último país también votará el 25 de mayo junto con Letonia, Malta y Eslovaquia. El resto de los socios comunitarios abrirán las casillas el domingo.
En las urnas serán electos 751 eurodiputados, esa será la composición de la Eurocámara hasta el momento en que Reino Unido salga de la Unión Europea. Si la Cámara de los Comunes aprueba el pacto de salida antes del pleno inaugural el próximo 2 de julio la próxima legislatura arrancará sin los británicos; es decir, con 705 escaños.
Además, en estos comicios, indirectamente, se juega el puesto más importante de las instituciones comunitarias, el de presidente de la Comisión Europea, brazo ejecutivo de la Unión Europea.
Seis “candidatos cabeza de lista” (spitzenkandidaten) aspiran a tomar las riendas del Berlaymont, aunque la habilidad para que uno de ellos pueda ser electo parece remota debido a que los sondeos pronostican un Parlamento Europeo más fragmentado y, por tanto, con menos capacidad para formar consensos. Los jefes de Estado y de gobierno podrían intervenir en este caso, incluso, presentando un candidato externo.
Como resultado de una campaña electoral que ha girado en torno a temas como cambio climático y migración, y que tiene como telón de fondo el creciente desencanto hacia los partidos políticos tradicionales, está previsto que las familias que han dominado la escena política en la Eurocámara, el Partido Popular Europeo (PPE) y el Partido Socialista (PS), pierdan escaños sustancialmente.
Butcher prevé que la erosión de socialistas y populares beneficie a las fuerzas contra todo: contra compromisos, contra la UE y contra el orden establecido. Aunque también anticipa que fuerzas proeuropeas más modestas ganen espacios, principalmente los Verdes y los Liberales, estos últimos aspiran con ser el tercer grupo más votado tras incorporar en sus filas a la República en Marcha del presidente francés, Emmanuel Macron.
“Este escenario hará que las cosas sean un poco más complicadas: la confrontación no será sólo centristas contra euroescépticos, sino que habrá presión desde otros frentes”, sostiene el analista.
“Es probable que se rompa la gran coalición entre PPE y PS, pero gracias a los otros partidos (Verdes y Liberales), continuará habiendo una mayoría a favor de la Unión Europea. Esto conducirá a un cambio en la dirección de la política, potencialmente hacia una que se vea obligada a tomar más en cuenta los intereses de la minoría”, apunta.
Para Russack, el mayor impacto se reflejará en la velocidad de los procesos de decisión, debido a que el Parlamento se convertirá en un socio institucional mucho más complicado para trabajar. “En un Parlamento más fragmentado y con fuerzas de menor tamaño, se necesitará de un mayor número de grupos políticos para formar una mayoría estable, y eso provocará que el proceso de decisión en el interior sea más inestable.
“No al grado de que la integración europea se vea frenada, pero en asuntos como ambiente, comercio y migración, expedientes sensibles, los procesos se verán ralentizados”, asegura la experta.
Desencanto
Desde su primera edición, las elecciones europeas no han dejado de perder su encanto entre el electorado. De una participación que alcanzó 61.99% en 1979, ésta ha ido en constante picada hasta llegar a 42.61% en 2014. “Hace cuatro décadas era un mero órgano consultivo, pero en la actualidad, cada pieza de la legislación comunitaria pasa por el Parlamento, es decir, en 80% de todas las decisiones adoptadas por la UE el Parlamento está al mismo nivel que el Consejo Europeo como colegislador”, indica Russack.
“Así que el Parlamento Europeo es súper importante, junto con el Consejo y la Comisión Europea, de ahí que estas elecciones sean realmente significativas. Pese a ello, siguen siendo consideradas como elecciones nacionales de segundo orden”. No obstante, el bajo entusiasmo de las capitales europeas hacia estos comicios, la edición 2019 muy probablemente será la primera elección “verdaderamente europea” y no el mero resultado de una constelación de 28 contiendas nacionales, sostiene el analista del think tank EPC.
“Si bien esa ha sido una de las grandes expectativas desde que se han celebrado elecciones europeas, en está ocasión hay algunas diferencias. La crisis migratoria y el Brexit han cambiado los términos del debate y pienso que la gente en toda Europa es más consciente de que los desafíos que enfrentamos son fundamentalmente los mismos a lo largo del continente, y no pueden ser enfrentados exclusivamente a nivel nacional”, explica la especialista.
“La gente comienza a darse cuenta que más Europa o menos Europa es un debate muy reduccionista y que en realidad la respuesta política a los distintos problemas exige de un enfoque más matizado que involucre a todos los niveles de gobierno”, apunta Butcher.
Enemigo en casa
Las fuerzas euroescépticas esperan irrumpir en el hemiciclo de Estrasburgo en números nunca antes vistos.
Una encuesta publicada el 18 de mayo por Politico, estima que 253 escaños serán ocupados por las fuerzas euroescépticas, que van desde el grupo formado por el xenófobo líder de La Liga italiana, Matteo Salvini, hasta el recién fundado Partido del Brexit de Nigel Farage y el Movimiento 5 Estrellas.
Como lo adelanta el eurodiputado socialista, Ramón Jáuregui, la creación de un bloque internacionalista será inviable, porque será un oxímoron, una completa contradicción. Lo único que unirá a los distintos grupos euroescépticos será la reivindicación soberanista de los Estados frente al proyecto de la Unión.
Butcher advierte que el verdadero peligro no vendrá de adentro de la Eurocámara, sino de las capitales que han caído en manos de los nacionalistas.
Además del Parlamento, este año se renovará el colegio de comisarios de la Comisión Europea. “El mayor peligro está en la posibilidad de que cuatro o cinco países envíen Comisarios populistas a Bruselas, lo cual potencialmente limitará los esfuerzos de la Comisión Europea para funcionar adecuadamente”, dice.
“Probablemente los releguen a portafolios sin importancia para que no causen problemas, pero eso sólo reforzará la retórica populista de que la UE es corrupta y antidemocrática”, añade. “Esa será la verdadera prueba para ver en dónde se encuentra realimente su corazón, veremos si son realmente sinceros en su oposición a la UE o si es sólo un mensaje de campaña”, de acuerdo con Butcher.