Miami.— La reciente victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales ha vuelto a sacudir los cimientos de Estados Unidos. Su regreso a la Casa Blanca, celebrado por algunos como un triunfo histórico y por otros como una amenaza directa a los valores democráticos de la Unión Americana, expone una nación más dividida y herida que nunca, donde las expectativas y los temores se entrelazan en una compleja mezcla de esperanza y aprensión.
En cada rincón de la sociedad y desde todos los ámbitos, la respuesta a la victoria de Trump ha sido intensa, desde el optimismo cauteloso de sus seguidores, hasta el rechazo vehemente de sus críticos. Figuras políticas, celebridades y ciudadanos de a pie han expresado públicamente sus emociones y reflexiones en torno a un regreso que inevitablemente reaviva los debates más profundos y complejos de la historia reciente estadounidense; el país considerado el más libre y democrático del mundo.
El clima de división y polarización en Estados Unidos se ha intensificado en los últimos años y la campaña de Trump ha sido un factor determinante en profundizar esa brecha. Su retórica directa y provocadora, que para muchos representa un símbolo de autenticidad y para otros un lenguaje agresivo y excluyente, ha marcado el tono de la vida pública en casi una década. Durante sus mítines, Trump abogó por un regreso a los “valores tradicionales” y criticó duramente a diversos sectores, generando una reacción ambivalente; mientras sus seguidores aplaudían su postura, sus opositores alertaban sobre un mensaje que “alimenta el odio y la intolerancia”.
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Las encuestas recientes de Gallup y Pew Research reflejan esta realidad dividida. Según Gallup, 48% de los estadounidenses se sienten optimistas sobre la nueva administración, mientras que 45% manifiesta un profundo pesimismo. La polarización se vive en todos los niveles de la sociedad, desde las familias hasta las comunidades y los espacios de trabajo. Como explica Mary Goldberg, una profesora de Nueva York: “Ya no puedes expresar tus opiniones sin temor a ser atacado verbalmente. Si apoyas a Trump, te llaman racista; si estás en contra, te acusan de antiamericano o comunista”.
Esta percepción de una “guerra cultural” no sólo se vive en los discursos públicos, sino que también se extiende en las redes sociales, donde la opinión política se ha convertido en un campo de batalla.
“Trump habla sin tapujos, dice lo que otros sólo piensan”, comenta a EL UNIVERSAL James Villalobos, un votante de Ohio, quien sostiene que el ganador de las elecciones representa “una verdad necesaria [para Estados Unidos] porque de otra manera nos estaríamos yendo al precipicio de la izquierda; era muy necesario que ganara como ganó”.
En contraste, Ángela Rosales, activista en California, advierte a este diario que este tipo de lenguaje “no sólo inspira a los racistas, sino que les da permiso para actuar”, señalando la preocupación de muchos de que el estilo ‘trumpiano’ fomente el extremismo. “No volveremos a estar tranquilos en este país hasta que Trump termine su presidencia y tengamos la oportunidad de enderezarlo; eso si antes no nos mete en una guerra al mundo entero”, subraya.
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El miedo de los inmigrantes
Las políticas migratorias propuestas por Trump, especialmente en términos de deportaciones y control fronterizo, han sido un pilar central de su campaña y han suscitado tanto apoyo como rechazo. Según una encuesta de Pew Research, 55% de los estadounidenses apoyan medidas más estrictas para controlar la inmigración, en comparación con 38% que teme que tales políticas violen derechos humanos y afecten negativamente a las comunidades inmigrantes y a ciudadanos estadounidenses inmigrantes de origen no blanco. La diferencia de opiniones subraya una división clara en la percepción pública respecto a la inmigración.
Organizaciones defensoras de los derechos de los migrantes, como la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), han advertido sobre las posibles consecuencias de una agenda migratoria que priorice la deportación masiva y limite el derecho de asilo. “Estamos hablando de derechos humanos fundamentales. Nadie debe ser tratado como un criminal sólo por buscar una vida mejor,” declara Anthony Romero, director ejecutivo de la ACLU, quien insiste en que políticas de ese tipo podrían llevar a una crisis humanitaria en la frontera y afectar a miles de familias dentro de EU.
Human Rights Watch (HRW) también ha expresado su preocupación por el impacto que estas políticas podrían tener en los solicitantes de asilo. José Luis Romo, representante de HRW en América del Norte, afirma que “Estados Unidos tiene una responsabilidad moral y legal de proteger a quienes buscan refugio. Las deportaciones sin garantías o el cierre de fronteras no son una solución ética ni viable”. Para muchos en las comunidades de inmigrantes, la retórica y las políticas de Trump representan un regreso a una época de incertidumbre y temor.
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El impacto de este discurso ha generado temor entre los inmigrantes en Estados Unidos, quienes ahora enfrentan un ambiente más hostil. Margarita Méndez, ciudadana de EU, de origen mexicano, residente en Los Ángeles, explica a este diario que “nunca había sentido tanto miedo al caminar por la calle hablando en español. Ahora hay miradas de odio, como si uno fuera el enemigo”.
Este sentimiento de vulnerabilidad ha sido aprovechado por ciertos grupos extremistas, quienes, según la Liga Antidifamación de Estados Unidos, han incrementado sus actividades de odio en los últimos meses de 2024, con un aumento importante en los crímenes motivados por odio racial. “Soy estadounidense le guste a quien le guste y soy mexicana también; seguiré hablando español en público y esa será una manera de recordarles que también nosotros [los inmigrantes] hacemos mucho por este país”, dice Margarita.
Aborto, un futuro incierto
Las posturas de Trump respecto a los derechos de las mujeres, en particular en relación con el aborto, han suscitado preocupación en gran parte de la Unión Americana. Durante su campaña, Trump adoptó una postura sin cambio de ruta en torno al aborto; sugiriendo que la regulación debería recaer en los estados, una posición que los está llevando a restricciones claras en lugares donde ya existen legislaciones más conservadoras.
Para organizaciones como Planned Parenthood, esto es un retroceso en los derechos reproductivos y en el acceso a servicios de salud para las mujeres. La organización teme que la administración entrante implemente políticas que restrinjan aún más el acceso al aborto y a otros servicios de salud sexual y reproductiva. Alexis McGill Johnson, presidenta de Planned Parenthood Action Fund, hace una advertencia: “Nos mantenemos firmes en nuestra convicción de que la sociedad civil tiene el poder de influir en el cambio, pero también de resistir cualquier intento de retroceso en materia de derechos”.
Las redes sociales han sido escenario también de reacciones intensas de muchas mujeres que expresan su frustración y miedo ante el retroceso en sus derechos. La cantante Billie Eilish publicó en sus redes que la elección de Trump era “una guerra contra las mujeres”, mientras que Ariana Grande expresó su apoyo a quienes sienten el “peso inconmensurable” de la situación. Estas declaraciones reflejan el sentimiento de muchas mujeres que temen que su autonomía y salud puedan verse comprometidas por políticas restrictivas. Para ellas y millones más, el regreso de Trump no sólo representa una amenaza a derechos largamente defendidos, sino una confirmación de que el progreso en igualdad de género ha caído en un bache profundo.
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Retroceso ambiental
Durante su primer mandato, Trump mostró una inclinación a favorecer la industria energética y reducir regulaciones ambientales. Su regreso a la Casa Blanca ha reavivado el temor entre organizaciones ecologistas y científicos, quienes ven en sus promesas un potencial retroceso en los esfuerzos por frenar el cambio climático.
El Consejo de Defensa de Recursos Naturales (NRDC) ha sido particularmente crítico respecto a las intenciones de Trump de favorecer los combustibles fósiles. “Estamos en un momento de emergencia climática; revertir regulaciones no sólo es irresponsable, sino peligroso para la salud pública y el futuro del planeta”, comenta Gina McCarthy, presidenta del NRDC, quien hizo un llamado a la administración entrante para que “priorice el bienestar de la gente y el medio ambiente, no los intereses de las industrias contaminantes”. Para muchos jóvenes y ambientalistas, la política de Trump en este ámbito representa una amenaza directa a su futuro y al de las próximas generaciones.
Reacciones divididas
Emmanuel Macron, presidente de Francia, manifestó su disposición a trabajar con Trump en asuntos de interés mutuo, destacando la importancia de “trabajar juntos con respeto y ambición”. En contraste, Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, celebró el “histórico retorno” de Trump a la Casa Blanca, refiriéndose a él como un aliado valioso para los intereses israelíes.
En el ámbito de las celebridades y el entretenimiento, las reacciones han sido igualmente intensas. Jamie Lee Curtis, actriz de renombre, expresó en Instagram su preocupación, aludiendo a una “época más restrictiva y oscura” y advirtiendo que “muchos temen que sus derechos se vean obstaculizados y negados”.
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¿Hacia dónde?
La administración de Donald Trump enfrenta un país profundamente fracturado, donde las esperanzas y los miedos conviven de manera tensa. Para sus seguidores, el regreso de Trump representa una oportunidad para “sanar los grandes problemas que afectan al país,” como expresó el influencer Jake Paul, quien calificó su triunfo como “un paso masivo en la dirección correcta”. Por otro lado, para muchos ciudadanos, su regreso plantea la necesidad de una vigilancia activa y una resistencia constante en defensa de los derechos civiles y la justicia social.
“Nos mantenemos firmes en nuestra convicción de que la sociedad civil tiene el poder de influir en el cambio,” declara Vanita Gupta, presidenta de The Leadership Conference on Civil and Human Rights, enfatizando que la sociedad debe ser una fuerza activa en la protección de los valores democráticos. Las ONG, activistas y organizaciones de derechos humanos han hecho un llamado a la comunidad internacional y a la sociedad estadounidense para que se mantengan atentos y movilizados, para asegurarse de que los derechos y libertades ganados con tanto esfuerzo no se vean vulnerados. El desafío de la administración de Trump no sólo radica en enfrentar problemas complejos y profundos, sino también en la tarea monumental de unir a una nación dividida, y sanarla. Trump se enfrenta a una sociedad expectante, que observa sus pasos con una mezcla de esperanza y temor.