El expresidente peruano Alan García rechazó las acusaciones de corrupción en una carta escrita antes de suicidarse el miércoles pasado, afirmando que "no hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza".

"He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos", escribió el exmandatario en el mensaje dirigido a sus seis hijos, que leyó este viernes en medio de sollozos su hija Luciana durante las exequias.

"No hubo ni habrá cuenta ni soborno, ni riquezas, la historia tiene más valor que cualquier riqueza material", señaló el expresidente, quien se pegó un tiro en la cabeza el miércoles cuando iba a ser detenido por presunto lavado de activos y colusión en un caso vinculado al escándalo de la brasileña Odebrecht en Perú.

García, de 69 años, quien estuvo obsesionado durante su prolífica y controvertida carrera política de cuatro décadas por el lugar que ocuparía en la historia, escribió no estar dispuesto a soportar humillaciones.

"Cumplido mi deber en la política y en las obras hechas a favor del pueblo, alcanzadas las metas que otros pueblos o gobiernos no han logrado, no tengo porqué aceptar vejámenes", dice en uno de sus párrafos.

"Le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo y mi cadáver como una muestra de mi desprecio a mis adversarios, porque ya cumplí la misión que mi impuse", agrega.

García, socialdemócrata, gobernó Perú en dos ocasiones: 1985-1990 y 2006-2011.

Esta es la carta leída por Luciana García Nores:

“Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento.

Por eso y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de treinta años. Pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones.

En estos tiempos de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar, vejar y no para encontrar verdades.
Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje mis enemigos era argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias.

No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podrá haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí: otros se venden, yo no.

Cumplido mi deber en mi política y en las obras hechas en favor de pueblo, alcanzadas las metas que otros países o gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes. He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos.

Por eso, le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse.

Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes”.

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