Bethlehem, Pennsylvania. En Bethlehem, en donde el olor metálico y a óxido continúa siendo intenso junto al río Lehigh, era habitual la convivencia entre personas religiosas y de ideología conservadora con familias progresistas, liberales e informadas.
Esa armonía se ha transformado en aversión, como consecuencia de la polarización que se vive en la Unión Americana, a pesar de que muchos residentes de aquí y el resto del condado de Northampton, comparten un mismo pasado, vienen de ancestros que trabajaron en la industria siderúrgica que produjo metal por unos 140 años, hasta que cerró la última planta en 1995, la colosal instalación de Bethlehem Steel.
“Solía ser así, siempre nos llevamos bien, hasta hace unos años, por tanta división. Pensamos que ellos son horribles, ellos piensan que somos horribles. Hemos llegado al punto de que renuncias a una amistad porque descubres que es Republicano o viceversa. Simplemente, no hay forma de convivir”, dice a EL UNIVERSAL, Kathy Harrington, del Comité Electoral del Partido Demócrata en Bethlehem y quien desde hace 17 años está involucrada en promover el voto.
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“Ese sentimiento ha permeado nuestra comunidad en los últimos cuatro años, lo cual verdaderamente aborrezco”.
En la actualidad, el municipio de Bethlehem es destino de actividades culturales, recreativas y comerciales, de quienes buscan escapar de la vida acelerada de la capital, Harrisburg, o de grandes ciudades como Philadelphia y Nueva York, la localidad se ubica en un perímetro 130 kilómetros de distancia.
Pero en el mapa nacional, Bethlehem, la primera ciudad estadounidense en tener un árbol de Navidad decorado, es más que un destino que ofrece paseos por senderos boscosos y la corriente fluvial que abastece el río Delaware, está anclada en un condado que al paso de las décadas ha desarrollado una insólita capacidad para acertar al ganador de las presidenciales estadounidenses.
Northampton, con una población de más de 312 mil habitantes, le ha atinado al vencedor de las elecciones presidenciales en Estados Unidos desde 1920, excepto en tres ocasiones.
Solo erró al elegir al demócrata Hubert Humphrey frente al republicano Richard Nixon en 1968; al demócrata Al Gore, que ganó el voto popular en todo el país en 2000 pero perdió el voto electoral frente al republicano George W. Bush; y en 2004, volvió a elegir al demócrata John Kerry, que cayó frente al presidente en turno Bush.
Los votantes de Northampton, caracterizados por ser educados en los suburbios y de menor escolaridad en su pintoresca y boscosa provincia, con los que habló el diario respondieron a menudo a las preguntas sobre los candidatos del bando opuesto con algún guiño y lenguaje de descrédito.
Están claramente definidos. Los simpatizantes de Harris la consideran como la candidata de la unidad, defensa de la democracia y las igualdades. La ven como una sólida impulsora de los derechos de la mujer, algo clave en una campaña que por vez primera ha girado en torno al tema del aborto.
Los seguidores de Trump lo consideran como el hombre fuerte que necesita el país para defender sus intereses frente al exterior, y resolverá sus problemas de la vida cotidiana, como el encarecimiento de los precios en los supermercados y los combustibles.
“Como en pocos lugares del país, aquí estamos divididos 50-50, partidos completamente a la mitad entre demócratas y republicanos; en medio no hay mucho, no más de 3% que se consideran independientes”, explica Harrington en el centro de operaciones de la campaña, entre telefonistas y personas que entran y salen armadas con carteles, volantes, botones y banderines azules que dicen Harris.
“No es que los independientes decidan quién gana, más bien es la capacidad del candidato para persuadir votantes del bando opuesto”.
“Igualmente, importan los temas centrales que dominan la elección. Aborto y economía son los dominantes aquí. El tema económico era monopolio republicano, pero ha habido un paulatino cambio de percepción, y eso puede marcar la diferencia”, señala Sandy, involucrada en la campaña demócrata.
Esta es la razón por el que el condado, de poco más 312 mil habitantes y con unos 200 mil votos registrados, fue uno de los focos de atención de la campaña electoral del Partido Demócrata y Republicano. Ambos saben que cada voto es crucial en Pennsylvania, el epicentro de la actividad política en la nación.
La vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump, conjuntamente visitaron Pennsylvania en más de 50 ocasiones durante el círculo electoral, y antes del llamado "supermartes" volvieron a la entidad que ofrece al ganador 19 votos electorales, para ganar el boleto a la Casa Blanca se requieren 270 unidades.
Harris pasó el último día antes de la apertura de las casillas en la entidad, haciendo campaña en Scranton, Allentown, Reading, Pittsburgh y Philadelphia, mientras que Trump hizo dos paradas, Reading y Pittsburgh.
La encuesta elaborada entre el 27 y 30 de octubre por Morning Call/Muhlenberg College Poll, muestra que 49% tienen intención de votar por Harris y 47% por Trump, pero al haber un margen de error del 6% significa que llegan a la cita en empate.
Las casillas abrirán en Pennsylvania este martes a las 7:00 am y permanecerán abiertas hasta las 20:00, hora local. Los expertos anticipan una jornada extremadamente delicada, no descartan brotes potenciales de violencia y el intento de Donald Trump de desacreditar el proceso y el desempeño de la junta electoral.
Las encuestas reflejan el gran nerviosismo que hay en las calles; 49% de los pensilvanios está “muy de acuerdo” o “algo de acuerdo” que habrá “violencia política” el día de la elección.
Alison Dagnes, titular del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Shippensburg, afirma que la violencia no solo es posible, sino muy probable, lo cual es profundamente triste, en un país en donde históricamente la transición de poderes había sido pacífica hasta hace cuatro años.
“De allí la importancia de que la autoridad se esfuerce por hacer llegar a la población la verdad e información basada en hechos, porque allá afuera hay mucha emoción circulando”, asegura.
“La violencia puede aparecer en Pensilvania y a lo largo del país. No me sorprendería ver estallidos de violencia electoral en nuestra capital Harrisburg. Realmente asusta. Las alertas están encendidas desde que la turba irrumpió en el Capitolio".
John Kennedy, Profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de West Chester, sostiene que todo dependerá de que tan cerrada sea la elección.
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“La pesadilla final sería que todo termine con la atención puesta en un solo estado y en un centenar de votos, como en Florida en 2000. Es el escenario potencial para el estallido de disturbios”.
“Habría que haber estado en coma durante los últimos cinco años para no temer que algo así ocurra. El estallido de violencia es una posibilidad real”.
Kathy Harrington, enfundada en una sudadera blanca estampada con un logotipo azul de campaña, desea que el país deje atrás la era de las teorías opuestas a la realidad e inicie el proceso a la reconciliación nacional; y si bien cree que ganará Harris, dentro de ella sabe que la victoria de Trump es probable hasta no computar el último sufragio. “Todo puede pasar”, admite.