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Sobre la avenida Eva Perón al 6900, en el partido bonaerense de San Martín, hay varios postes de luz en los cuales todavía quedan rastros de las últimas elecciones legislativas. Tienen pegados papeles blancos rectangulares con letras grandes en mayúsculas celestes que dicen “TODOS”, con la imagen de un sol en reemplazo de la letra O, seguido de la frase de campaña oficialista: “La vida que queremos”.
De los postes cuelgan más de una decena de cables de electricidad que no superan los tres metros de altura.
Alrededor, crece la construcción de casas con ladrillos a la vista que conviven a centímetros de esas líneas eléctricas . Solo el azar quiso que el masivo corte de luz que dejó ayer a 700 mil usuarios sin suministro no haya ocurrido antes. Al menos esa es la conclusión que le quedó a LA NACION luego de recorrer el lugar y hablar con los vecinos que vieron el principio del apagón.
Ayer a las 13.10 se produjo un nuevo récord de consumo de electricidad en la Argentina , cuando el termómetro en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) marcó los 33.3°C. La demanda del sistema alcanzó los 27.234 megawatts (MW) y superó el pico anterior, producido solo dos semanas antes, el 29 de diciembre.
Cuando hay demandas tan altas de electricidad, los cables se calientan y se pandean, generando una curva hacia abajo que los hace descender varios centímetros de su ubicación habitual. Cuando este fenómeno físico se combina con las construcciones sin planificación y sin control estatal, el resultado es un desastre.
Ricardo Yapura contrató hace cinco años a la empresa proveedora de internet Soluciones Inalámbricas SN, que instaló una antena sobre la terraza de su casa de dos pisos. Ayer al mediodía, esa antena hizo cortocircuito con la línea de alta tensión de 220kV de Edenor, que vincula las estaciones transformadoras de Morón con la de Malaver. Al instante se produjo un arco voltaico en la casa de Mónica Motta, su vecina que está a dos viviendas de distancia, y provocó un incendio. Esa combinación de hechos sacó de servicio a los cables de la empresa eléctrica. Fue el origen del apagón, según explicó Edenor.
Motta es usuaria de la distribuidora, al igual que Yapura. Todos los hogares ubicados en la manzana tienen medidores y reciben sus facturas de electricidad, que oscilan entre los $1500 y los $6000 mensuales. Son casas donde el gas natural por red no llega y deben abastecerse con garrafas, que son más caras. Por lo tanto, la electricidad es su principal fuente de energía en verano y en invierno.
Ambos vecinos viven hace más de 20 años en el barrio la Esmeralda, en San Martín. Entre ellos dos hay otra casa donde, hace menos de seis meses, se construyeron las paredes de lo que iba a ser un tercer piso. Ayer, luego de producido el incidente, los técnicos de Edenor le hicieron cortar cuatro hileras de ladrillos de 12 centímetros, que estaban casi rozando los cables de alta tensión.
“Se escuchó una explosión fuerte que hizo mover toda la casa. Al instante nos quedamos sin luz”, cuenta a LA NACION Yapura, quien describe que parte de las paredes de la habitación del segundo piso quedaron negras. “Estaba mi mujer con los chicos. Por suerte las dos nenas, que suelen usar la computadora, estaban en la colonia. No sé qué les hubiera pasado si no, porque se quemó todo el cable de internet que la conecta”, agrega.
Yapura tuvo suerte de que su casa no se incendiara. Dice que fue gracias a los vecinos que se acercaron rápido a contener la situación. “Hace 20 años vivo acá, hago changas de remis y de mecánica. Todos me conocen y vinieron a ayudar, por eso se me quemaron pequeñas cosas nada más”, dice con alivio.
A las 9 de la noche ya le había vuelto la electricidad a la casa. “La Virgen del Valle me ayuda mucho”, agrega. Su próximo paso es llamar a la empresa de internet para que le instale una nueva antena, ya que se llevaron la anterior, que había provocado el cortocircuito. “Ellos dijeron que era mejor colocarla ahí arriba para tener más señal”, cuenta.
Mónica Motta, sin embargo, no tuvo tanta suerte. El cortocircuito generó una descarga magnética en el televisor de la casa e incendió todo el cuarto de sus hijas, un baño y parte de otra habitación. El fuego quemó el placard con la ropa de las chicas, las camas y una computadora, además del televisor.
“Mi hijo de dos años y seis meses había estado unos minutos antes de la explosión en esa pieza viendo dibujitos. Después se fue a la pileta donde estaba el resto de los chicos y por suerte no hubo ningún herido”, dice. Mientras dialoga con LA NACION, una vecina se acerca a donar una bolsa con ropa para las hijas, que perdieron todas sus pertenencias.
Su pareja, mientras tanto, tiene el martillo en mano y está instalando los nuevos cables y apliques de luz. A la familia les costó casi $40 mil comprar todas las herramientas, que consiguieron de manera rápida gracias al préstamo de un cerrajero amigo. Ni los inspectores de Edenor ni los de Defensa Civil, que fueron los que visitaron el lugar ayer, les garantizaron una ayuda económica.
También se acercaron los bomberos y la policía, pero no hubo inspectores del municipio, que dirige Fernando Moreira, ni del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), intervenido por Soledad Manin, pese a que el incidente dejó sin luz a 700 mil usuarios.
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