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Bruselas.- Como ha venido ocurriendo con periodicidad desde la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992, la clase política internacional se reunirá con motivo de la amenaza colectiva que representa el cambio climático.
En esta ocasión la cita es este lunes en Nueva York por invitación del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres.
Con excepción del parteaguas de París, desde Berlín hasta Katowice, las cumbres se han distinguido por mensajes cargados de altas dosis de buenas intenciones y de escaso compromiso.
Esta vez sobre la élite política que se da cita en la Gran Manzana pesa un fenómeno que ha pasado de tormenta a ciclón, y que no desaparecerá con la habitual retórica. La tromba está formada por centenares de miles de estudiantes que han tomado las calles inspirados en el tifón en el que se ha convertido Greta Thunberg, una sueca de 16 años que dejó las aulas para reclamar con un discurso atrevido más contundencia contra el calentamiento global.
“Estamos ante el movimiento más importante que existe actualmente y sin duda hoy por hoy el liderazgo climático está en Greta, quien le ha puesto el dedo en el renglón a las cosas”, dice a EL UNIVERSAL Vanessa Pérez Cirera, experta sobre Clima y Energía del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). “En este momento, la luz más grande de esperanza que tenemos ante la emergencia climática es el movimiento estudiantil”, agrega.
Para Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace, la movilización es un reclamo planetario, a los políticos y las grandes corporaciones, para que cumplan con sus responsabilidades y escuchen a los científicos.
“Los jóvenes están poniendo los reflectores sobre la forma irresponsable como los adultos están enfrentando este problema, lanzan una luz sobre lo rezagado que vamos y lo que tenemos que hacer en tiempos cada vez más cortos, es un reclamo a tener la oportunidad de gozar un futuro estable”.
Los activistas coinciden en que el alcance de la revuelta, escenificada en marchas multitudinarias por el clima, dependerá de qué tanto llegue a penetrar en los votantes, quienes tienen el poder de presionar a los responsables de actuar ante la crisis.
“El impacto dependerá de qué tanto llega a permear en los adultos y se traduce en un cambio sustancial de los productos que hacemos y lo que demandamos a los políticos”, asegura Pérez Cirera. Thunberg se ha convertido en una suerte de celebridad pop; a donde llega se vuelve el centro de atención. Provocador y nada benévolo con los políticos, su discurso ha cautivado a cientos de miles de jóvenes.
Los detractores, principalmente activos en las redes sociales, acusan a los participantes del movimiento de manipulados, ingenuos y de oportunistas para no asistir a clases. “No creo que sea una moda pasajera; por el contrario, el fenómeno irá en aumento, porque hay un cambio de generación, de mentalidad, de chip”, afirma Pérez Cirera.
“Los compromisos son limitados”
La reunión de 2015 en París marcó un antes y después, al sellar el primer acuerdo climático global. Desde entonces la comunidad internacional ha registrado algunos progresos.
Sin embargo, ha dejado mucho que desear en cuanto a las acciones y el grado de ambición requerido para evitar los desastrosos escenarios pronosticados. “Nos queda cada vez menos tiempo, los compromisos y las acciones para reducir las emisiones siguen siendo demasiado limitadas”, dice a este diario Clare Shakya, directora para investigación sobre cambio climático del International Institute for Environment and Development (IIED).
“A nivel mundial, los gobiernos se comprometieron a mantener por debajo de los 2 grados centígrados el aumento de la temperatura, con el objetivo de 1.5 grados, pero la ciencia muestra que si continuamos como vamos, superaremos con creces la meta”.
Diversos estudios estiman que, de mantenerse el actual nivel de acción, la temperatura del planeta aumentará 4 grados con relación a los niveles preindustriales, un umbral que los estudiosos consideran devastador.
Los gobiernos también van rezagados en el ámbito financiero. “No sólo los países ricos no han contribuido con el dinero prometido, los recursos no están llegando a las personas que están en primera línea. La gente local tiene soluciones, pero no llegan los dineros que necesitan”, sostiene Shakya.
Los indicadores muestran retrocesos; algunos gobiernos dudan de la mera existencia del calentamiento del planeta, otros apuestan por volver al pasado, a la era del combustible fósil y contaminante, como es el caso de México que tiene su visión puesta en la producción y refinación de crudo, dice Jennifer Morgan.
“Hay señales de preocupación por la forma como algunos países están actuando. México es un país vulnerable a eventos climáticos extremos, por lo que el gobierno debería interiorizar los riesgos que supone el cambio climático reorientando su economía a una que aproveche las oportunidades de la revolución de energías renovables, en vez de continuar por la vía de los sucios combustibles fósiles”, dice.
La representante de Greenpeace afirma que aún es posible evitar los efectos devastadores del calentamiento global, ante los cuales ninguna región es inmune. “Estamos en una situación crítica, pero todavía hay tiempo de actuar, y no es una cuestión económica ni tecnológica, sino de voluntad política, de que países, como México, pongan a su población y juventud por delante de los intereses corporativos cortoplacistas y que preservan la infraestructura de las energías fósiles”.
¿Retórica o un plus?
Al ser un foro informal y alternativo a la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en donde las decisiones son adoptadas exclusivamente por unanimidad o consenso universal, hay optimismo sobre los alcances de la ministerial en Nueva York.
Para evitar que predominen las buenas intenciones sobre la sustancia, Guterres ha dicho que sólo se le dará la palabra a los Estados dispuestos a anunciar algo sustantivo, el resto deberá abstenerse del atril.
Bajo este criterio se espera escuchar a los países que han manifestado ambiciosos objetivos y están mostrando un auténtico compromiso por cumplirlos, como Bután, Surinam, Noruega, Suecia, Reino Unido, Francia y Nueva Zelanda. Mientras que otros, como Estados Unidos y Brasil, tendrán que enmudecer.
“Con un poco de suerte, veremos en los líderes disposición para trabajar y comprometerse a un cambio significativo, aunque existe un auténtico riesgo de que las promesas de acción y financiamiento se pierdan durante el proceso de planificación y coordinación, y no lleguen a traducirse en un verdadero cambio sobre el terreno”, dice Clare Shakya.
Para la investigadora, el éxito o fracaso de la cumbre de Nueva York se medirá en la medida en que los países ricos eleven su grado de ambición para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y pongan a disposición los recursos necesarios para asistir a las naciones menos adelantadas, así como a los pequeños países insulares.
“No basta con mencionarlos, los compromisos deben ser firmes en respuesta a un liderazgo inspirador”, detalla.