Más Información
Cancillería responde con nota diplomática a EU; embajador Ken Salazar criticó hoy estrategia de seguridad de AMLO
Senado turna a San Lázaro reforma para crear “súper secretaría”; García Harfuch liderará estrategia de seguridad
De Monreal a exfuncionarios de Sheinbaum en CDMX; escándalos de políticos de la 4T en aviones y helicópteros
Nueve dardos de Ken Salazar contra AMLO; “no quiso aceptar apoyo de los EU, cerró las puertas a inversiones por 32 mdd”
Noroña señala registro de mil 809 aspirantes a elección judicial; fecha límite es el 24 de noviembre
Diputados discuten reforma sobre prisión preventiva; Morena plantea quitar defraudación fiscal y narcomenudeo del catálogo de delitos
Perfil: Él es Ramón Guardado Sánchez, el militar mexicano que tendrá a su cargo una misión de paz de la ONU
Rabat.— El mes de Ramadán que comienza este fin de semana será radicalmente distinto, sin visitas familiares ni rezos masivos en la mezquita, y sin la animación callejera que caracteriza este periodo especial para todos los musulmanes.
“Jamás en la historia del islam se ha vivido algo similar, ni en la extensión geográfica de las medidas de confinamiento ni en su carácter organizado, porque en el pasado sólo algunas epidemias muy localizadas habían obligado a encerrar a la población durante el mes sagrado”, dice el historiador marroquí Nabil Mouline.
El Ramadán es un mes de ayuno y oración; sin embargo, también es un periodo en el que cambian las costumbres sociales, multiplicándose las reuniones familiares y de amigos, así como las salidas a la calle y a la mezquita. Toda esta dimensión social va a desaparecer por el confinamiento.
En los pasados días muchas voces se han preguntado por la situación que plantea el coronavirus, pero “el miedo a la infección del virus no autoriza al incumplimiento, a menos que la persona apoye su demanda en un informe médico que indique que puede caer enferma”, indicó la pasada semana en una fetua la Unión Internacional de Ulemas Musulmanes. El virus ya ha hecho tambalearse uno de los pilares del islam, como es la oración colectiva, y amenaza otro de sus pilares, la peregrinación a La Meca.
El Ramadàn es principalmente un tiempo de reencuentros familiares. El confinamiento, vigente desde hace un mes en casi todo el mundo musulmán, va a obligar a que este año el iftar (la primera comida del día, con la puesta del sol) se practique solo junto a la familia nuclear. “Es como si desapareciera una marca nuestra: la hospitalidad”, dice el sociólogo Ali Chaabani. Sin embargo, hay un aspecto específico ligado al Ramadán que es la tensión y la irritabilidad que provoca el ayuno. Para Rachid Jarmouni, profesor de Sociología de las Religiones en la Universidad Moulay Ismail de Meknés, el encierro dentro de las casas puede hacer explotar los casos de violencia.
Hay otra cuestión definitoria, como es la oración del tarawih. La oración individual no tiene en el islam el mismo valor que la colectiva. “En el Ramadán las mezquitas se transforman en residencia secundaria para aquellos que van a rezar, dormir o simplemente huir de las preocupaciones familiares o laborales”, dice Jarmouni. Además, en las calles sólo la policía tendrá ahora derecho al paseo.