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“La esclavitud moderna existe en todos los países del mundo, en todos los niveles de desarrollo económico”, apuntan especialistas. El problema incluye trabajo forzoso, la servidumbre por deudas, la trata de personas, entre otras prácticas, según lo externado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Fundación Walk Free y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el marco del Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, que se conmemora hoy.
José María Ramírez, oficial principal de Programas, Operaciones, Servicios de Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo en la OIT, y Luiz Machado, técnico especialista en Trabajo Forzado en la misma organización, precisan en entrevista con EL UNIVERSAL que el empleo forzoso debe entenderse como uno de los mecanismos de esclavitud moderna que abarca “cualquier trabajo o servicio exigido a una persona, y para el cual ésta no se ha prestado voluntariamente”, o bien, para el cual en un inicio se prestó por decisión propia, y que cuando se busca abandonar, se ejerce coerción sobre ella para evitarlo.
No obstante, Machado especificó que cuando las condiciones del empleado son denigrantes y se viola no sólo la libertad, sino también la dignidad, se puede tipificar como “trabajo esclavo”. “Es una realidad con muchos rostros, una realidad que cosifica”, agregó Ramírez.
Aunque la esclavitud moderna existe en todos los países el mundo, según apuntó Ramírez, en Argentina ha salido a la luz una cantidad significativa de talleres clandestinos y granjas avícolas destinados a la explotación familiar en los últimos años. Fernanda Gil Lozano, miembro del Observatorio de la Democracia, en el Parlasur, explicó: “En mi país [Argentina] esto es un gran negocio”, en el cual se aprovechan de personas provenientes de naciones, “como Bolivia y Paraguay en donde la situación laboral es precaria”.
Según la legisladora, aunque no es posible tener una cifra exacta, se calcula que el número de talleres clandestinos en Buenos Aires alcanza los 2 mil. “Tenemos algunas situaciones en las que se ha incendiado un taller y se ha muerto la gente que estaba adentro porque los patrones los tenían encerrados con candados”, ejemplificó.
Adicional a la violación de derechos que supone esta realidad, “resalta el fraude fiscal que propician estas personas y la competencia desleal con otros empleadores que sí hacen las cosas bien”, explicó el oficial principal Ramírez. Tanto él como Machado coincidieron en que los factores más recurrentes entre las víctimas son que se encuentran en condición de pobreza, que tienen un deseo de mejorar su realidad inmediata y que están “íntimamente ligados con procesos migratorios”.
De acuerdo con las últimas estimaciones globales que se tienen (2016), existen 40.3 millones de personas en el mundo que son víctimas de la esclavitud moderna, lo que significa que hay 5.4 víctimas por cada mil personas.
De las 40 millones de personas, 24.9 están inmersas en algún tipo de trabajo forzoso y de éstas, 16 millones son explotadas en el sector privado. La explotación laboral forzada constituye 68% del total y más de la mitad de las víctimas, 55%, son mujeres y niñas.
Pacto de silencio
El especialista brasileño Machado explicó que el combate a la esclavitud moderna ha sido prioritario para la OIT, al ser uno de los objetivos incluidos en la agenda 2030 “la erradicación de formas contemporáneas de esclavitud”; sin embargo, reconoció que aún existen retos a enfrentar, el principal “es el hecho de que las tecnologías avanzan muy rápido: cuando creemos tener las respuestas, nos han cambiado las preguntas”.
Otra limitante es la falta de denuncia. “Es como un pacto de silencio con los explotadores”, explicó Ramírez, quien añadió que “es difícil hacer que las víctimas se conciban como tal”.
Tanto los especialistas de la Organización Internacional del Trabajo como Gil Lozano señalaron que a nivel global, la persecución y judicialización de los casos que se llegan a denunciar también suponen una limitante, ya que “muchas veces, los casos son difíciles de probar y no existen fuerzas judiciales fuertes ni apego a la normativa laboral”, apuntó Ramírez.
A nivel regional, Gil Lozano remarcó que en el Parlasur se está trabajando en la inclusión de grupos vulnerados que hoy “están fuera de toda propuesta productiva”, así como en una corte que pueda trabajar con una policía propia debido a que “los Estados están muy débiles y las fronteras [son] tremendamente porosas”.
Las estimaciones de la OIT en cuanto a víctimas en el continente americano se aproximan a los 2 millones de personas, de las cuales 1.3 personas por cada mil son víctimas del trabajo forzoso. En cuanto a los beneficios económicos, en América Latina el trabajo forzado dejó réditos por 12 mil millones de dólares, generando un aproximado de 7 mil 500 dólares de ganancias ilegales por cada individuo forzado a trabajar.
José María Ramírez destacó que el compromiso de las multinacionales y la concientización de los consumidores también son esenciales. “Nos tenemos que hacer corresponsables. Si te venden una camiseta a un dólar, por ejemplo, pregúntate qué hay detrás o qué implica que te estén ofreciendo un bien a un precio tan bajo”.