San José.— Elisa Loncón Antileo rompió moldes y dogmas de la política tradicional de Chile. De la comunidad mapuche, el pueblo indígena chileno mayoritario, saltó los muros de la exclusión social que por siglos arrinconaron a las diferentes etnias del país y alcanzó en 2021, por las vías democráticas, una posición estratégica: presidenta de la Convención Constitucional de Chile.
De 58 años, divorciada y sin hijos, Loncón logró instalarse el 4 de julio pasado en uno de los puestos clave de la turbulenta actualidad política, socioeconómica e institucional de Chile, con la tarea de conducir el proceso para redactar la nueva Carta Magna.
Máster en Lingüística por la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa, México, y doctora en Humanidades y en Literatura por universidades de Chile, Canadá y Países Bajos, Loncón dijo a EL UNIVERSAL que su designación envió un mensaje claro: “El turno es de nosotros, los pueblos originarios de América Latina y el Caribe”.
La Constitución Política de Chile fue emitida en 1980, en el apogeo de los 17 años de la dictadura militar del general Augusto Pinochet (1915-2006), que gobernó de 1973 a 1990.
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La turbulencia social acumulada desde que Chile retornó a la democracia, en 1990, explotó en octubre de 2019, con una violenta crisis en las calles y obligó a la clase política a aceptar un cambio institucional.
Los chilenos dijeron sí en las urnas en octubre de 2020 para elaborar una nueva Constitución y derribar las herencias de la dictadura. En dos días de comicios en mayo pasado, el pueblo eligió a los 155 constituyentes que generarán el documento, y derrotó a los viejos partidos de centro y derecha al dejarlos sin poder de veto para oponerse a las reformas profundas.
La redacción comenzó este mes, se prolongará por un año y el producto final será ratificado o rechazado en otra cita con el sufragio popular en 2022.
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¿Qué tipo de Constitución se merece Chile en la puja de futuro contra pasado?
—Una que garantice derechos sociales, vivienda, salud, educación, pensiones dignas, derecho al agua y al medio ambiente, renta básica universal, derechos de los animales y de la madre tierra.
Pasar del estado subsidiario al solidario. Dar mayor poder a las regiones, porque aquí el gobierno es súper centralizado. Dar autonomía a los pueblos originarios.
Chile aspira a un gobierno con menos poder del sistema presidencialista. Instalar una nación plurinacional e intercultural que garantice los derechos colectivos de todos los pueblos de este país, de la tierra, el territorio, las lenguas, las culturas, con autonomía y autodeterminación.
Una Constitución que dé espacio a los derechos de la naturaleza. La depredación por el extractivismo es muy fuerte.
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Una Constitución que sea feminista y paritaria. Los derechos de las mujeres son parte de las grandes reivindicaciones.
¿Cómo reducir el presidencialismo, históricamente fuerte en América?
—La concentración del poder en el presidente ha debilitado profundamente las políticas regionales. No hay programas regionales de desarrollo. Todo se centra y focaliza en el gobierno. Tenemos hoy en Chile un gobierno con muy poco apoyo de la ciudadanía y sigue gobernando. Entonces, el sistema no es beneficioso ni democrático.
¿Qué significa que usted, como mapuche, sea clave para el futuro de Chile?
—Los estados republicanos en América Latina son herencia de un colonialismo interno en las diferentes instituciones y en la mentalidad de la gente. Aunque la mayoría se independizó de la corona española, se estableció una forma de pensar muy eurocéntrica. El conocimiento y el pensamiento y las formas de cultura vinieron de Europa y hubo un menosprecio de las naciones originarias y eso ha calado hondo en nuestros territorios.
Una realidad no resuelta en América Latina es el empobrecimiento de los pueblos originarios, la negación de sus derechos, el racismo. Mi nombramiento se da en un contexto de una América Latina en crisis política, cultural, sistémica, sanitaria.
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La crisis se agrava por la visión que el mundo eurocéntrico tiene de la naturaleza como recurso explotable sin límite, lo que ha generado un mal vivir, pobreza, enfermedades.
Es el turno para que las naciones originarias nos empoderemos. Sin sucumbir, hemos resistido los siglos de colonialismo. El turno es de nosotros, los pueblos originarios de América Latina y el Caribe.
¿Qué fuerzas se resisten al cambio en Chile?
—Por el pensamiento eurocéntrico, los reaccionarios pueden ser de superizquierda o de superderecha, porque si no incorporan esta forma de mirar la naturaleza como madre, la van a explotar, negociar, maltratar.
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Hay una reacción muy extrema de la derecha que rechaza la diversidad de identidad, de lengua, porque fue educada en un modelo de nación única. La constitución de Pinochet dice que esta es una nación única e indivisible, entonces todas las diferencias se ven como si fueran amenazas a esa nación. Hay que reeducar a la población en que las diferencias no son problemas: son nuestra mayor contribución a la humanidad.
Optamos por un Chile plurinacional e intercultural. Esa es nuestra esperanza, el mandato, y para eso estamos generando las condiciones de paridad, con presencia de indígenas, mujeres y diversidad sexual.