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En Ghana, es una práctica habitual despedirse de este mundo siendo enterrado en un ataúd que refleje la profesión o pasiones del difunto. Como menciona Eric Adjetey, un artesano ghanés de tercera generación, "los féretros suelen representar la profesión o la posición social que el muerto ostentó en su comunidad". Esto significa que un agricultor de cacao podría ser enterrado en un grano de cacao, mientras que alguien adinerado que amaba su Mercedes-Benz podría ser sepultado en uno.
La fascinante historia de la familia de Adjetey en este arte se remonta a los años 50, cuando su abuelo decidió cumplir el último deseo de su difunta esposa construyéndole un ataúd en forma de avión.
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Según relata Adjetey a la agencia EFE, "Siempre sobrevolaban el taller aviones dispuestos a aterrizar en el aeropuerto internacional de Kotoka (Accra) y mi abuela siempre decía lo mucho que le gustaría volar en uno de ellos. Nunca lo hizo, pero cuando murió, mi abuelo le construyó uno a medida". Dicho gesto audaz no solo marcó el inicio de una tradición familiar, sino que también trajo prosperidad y renombre a su linaje.
A pesar de la desaprobación social hacia la carpintería en Ghana, la familia de Adjetey ha mantenido su dedicación al oficio. Como él mismo explica, "En Ghana la carpintería no está vista como una buena profesión. Al igual que mi padre, muchos otros no quieren que sus hijos se dediquen a esto".
Sin embargo, su devoción por esta tradición cultural ha permanecido incólume, desafiando las convenciones sociales y persiguiendo lo que realmente aman hacer.
Estos funerales en Ghana son más que una simple despedida; son una muestra de estatus social y una forma de honrar al difunto. Según Adjetey: "Darle a tus padres un entierro adecuado te hace encajar en la comunidad y en la sociedad". Las familias a menudo organizan ceremonias elaboradas, incluso endeudándose si es necesario, para asegurar un entierro adecuado que refleje la vida y los logros del fallecido.
De acuerdo con la explicación del joven, la familia recoge el ataúd el jueves y se lo enseñan al resto de los parientes; el viernes por la mañana sacan el cuerpo de la morgue y lo llevan para lavarlo a la casa de la madre, "el primer lugar en el que el muerto fue lavado cuando nació", y de ahí lo trasladan a la casa del padre, donde permanece hasta el domingo, día de la misa. "Se trata de una ceremonia inmensa, entre 500 y 2 mil invitados dependiendo de cuán conocido fueras en tu comunidad. Es mucha gente a la que dar de comer y de beber", añade. Aunque estos funerales pueden superar los 10 mil dólares (más de 167 mil pesos mexicanos), los familiares no escatiman a la hora de instaurar carpas, vestir de traje al difunto o invitar a cualquier conocido; todo es poco cuando lo que está en juego es el honor del difunto y el nombre de la familia.
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Como él mismo afirma, "Para ser un buen artesano de ataúdes debes saber lo que representa cada figura". Su trabajo no solo es una expresión de habilidad artística, sino también una forma de preservar una parte importante de la cultura ghanesa.
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