Más Información
"Agradecemos al señor Nemesio Oseguera"; ayuntamiento de Coalcomán, emanado de MC, agradece al "Mencho" por entrega de juguetes
Sheinbaum se reúne con Lemus; “trabajar al estilo jalisco es en coordinación con la federación”, expresa gobernador
Revés al INE, juez niega retirar suspensión definitiva a reforma judicial; da 48 horas para acatar sentencia
IFT buscaba entregar más de 2 mil licitaciones del espectro radioeléctrico; concesiones no cumplen con cobertura: Pepe Merino
Marko Cortés difunde infografía a favor de denominar terroristas a cárteles; el “primer paso es reconocerlo”, dice
Sheinbaum es una "consumidora voraz" de información: José Merino; el tablero de seguridad, herramienta clave, destaca
“Cada vez que me entregaban mis medicamentos era un alivio. El conocer que iba a tener calidad de vida, mientras duraran las pastillas, me llenaba el cuerpo de una felicidad inmensa, aunque fuera por unos segundos. La incertidumbre del no saber si el próximo mes iba a correr con la misma suerte me generaba angustia”.
El testimonio de un joven seropositivo al VIH ( Virus de Inmunodeficiencia Humana ), que pidió ser llamado simplemente Gabriel , es espejo de miles de pacientes que viven con la misma condición en Venezuela. La dificultad o imposibilidad de adquirir los antirretrovirales para atender este padecimiento los ha llevado a coincidir en la pregunta: ¿me quedo en el país o emigro?
En una Venezuela donde una amplia parte de su población tiene ingresos equivalentes a un salario mínimo, es decir, 40 mil bolívares (1 dólar con 84 centavos al cambio del 17 de septiembre) luego de su último aumento en abril; y en la que el Estado, administrado por el gobierno de Nicolás Maduro, es el único que puede comprar y distribuir medicamentos, entre ellos los antirretrovirales, y no lo hace, genera una necesidad de escape, en especial para quien vive con VIH, que ve como única solución salir de su país.
“Primero está mi vida”.
La respuesta de Ronald Benítez, de 30 años de edad, fue inmediata. Desde 2015, año en que fue diagnosticado, supo que a partir de ese momento su prioridad era vivir. Hace dos años y medio emigró a Bogotá, Colombia.
Hasta 2016, Benítez, como el resto de los 77 mil pacientes con VIH -de un total de 220 mil contagiados en Venezuela - que reciben o están inscritos en el programa de obtención de medicamentos por parte del Estado venezolano - de acuerdo a las últimas cifras, del mismo año, aportadas por el Ministerio del Poder Popular para la Salud en Venezuela (MPPS)- pudo contar con los fármacos obligatorios para poder seguir viviendo.
“Todo iba funcionando bien, luego se tornó a intermitente, para después, sencillamente, no recibir nada”, cuenta este joven de su experiencia en el centro hospitalario de Caracas donde le tocaba recoger su cóctel de medicamentos .
Ante la crisis de salud, artistas venezolanos se solidarizan y entregan medicamentos donados en una plaza pública en el este de Caracas. FOTOS: CORTESÍA JONATHAN LANZA
La situación obligó a Benítez a tomar la decisión de emigrar, pues “no había nada que pensar”. “Llegué a tener un descontrol en mi medicación y eso es un lujo que los pacientes como yo no nos podemos permitir”, reflexionó.
Lo que seguía en la vida de Benítez estaba claro para él. Obligado a abandonar su país, optó por no irse “tan lejos”. “ Colombia era lo más cerca; fui, inicialmente, de vacaciones, y si las cosas funcionaban me quedaba”, era su pensado.
Aunque aún no ha podido entrar a un programa que le garantice la adquisición de los antirretrovirales en Bogotá, por no contar con una permanencia legal en territorio colombiano, asegura que en comparación a como estaría en Venezuela , su calidad de vida es mejor en cuanto alimentación y otros factores que son necesarios para vivir con su condición de una manera digna.
Aunque Benítez sigue inscrito en el programa del MPPS , sigue sin recibir los antirretrovirales que por ley, tal como lo consagra la carta magna vigente aprobada en 1999, le corresponde al Estado otorgarle para garantizar su derecho a la salud. Tuvo que recurrir al mercado negro.
Asegura que por un tiempo pagó mensualmente 30 dólares a una enfermera en Venezuela que le vendía los antirretrovirales que necesitaba. “No sé como le hacía ella, pero me los conseguía”, dijo. Su última compra fue en febrero. Aseguró su tratamiento por 8 meses. Luego de este octubre 2019, si no regulariza su situación migratoria en Colombia , la incertidumbre para Benítez volverá.
Para que la suerte de este joven venezolano en Colombia cambie debería tramitar y ser aceptada una solicitud de Permiso Especial de Permanencia (PEP) o, si considera aplicar por una o más razones, el Asilo o Refugio, las cuales son las únicas formas de regularización en ese país que le permitirían acceder a ofertas laborales formales y a los sistemas de salud y educación.
“He pensado en regresarme (a Venezuela ) pero la situación está horrible, en todos los sentidos. Al menos desde aquí ( Bogotá ) puedo trabajar y ganar bien para poderle enviar dinero a mi mamá. Cuando se me acaben los antirretrovirales, veré si contacto de nuevo a la enfermera que me los vende, y si puede conseguírmelos, se los compraré”, comentó.
Para quien decide quedarse en Venezuela , la realidad es costosa, además de dura, de mucha paciencia y angustiante a la vez. Día a día, los centros hospitalarios del país amanecen colmados de personas seropositivas que aguardan la esperanza de irse a casa con sus medicinas. El “vuelve después. Cuando lleguen (los antirretrovirales) te llamamos”, son las palabras que no quieren escuchar, pero a las que deben hacer frente estos pacientes en medio de su desesperada e infructuosa búsqueda de la medicación.
Exigencia. Pacientes exigen que los hospitales públicos abran sus puertas y pongan en funcionamientos sus servicios de salud, aunque no hay vacunas ni reactivos ni material sanitario. FOTOS: CORTESÍA JONATHAN LANZA
Es el caso de Freddy Bravo. De los 13 años que lleva diagnosticado, los últimos 3 años han sido de preocupación constante. El no tener acceso al tratamiento que controla el virus en su organismo, ni dinero para comprarlo por su cuenta, lo ha hecho tomar “medidas extremas”.
“A partir 2016, cuando comenzó la falla en la entrega de los antirretrovirales , tuve que ingeniármelas. Comencé a tomarme las pastillas un día sí y otro no, aunque sé que eso estaba mal o, al menos, no era prudente. Lo que gano con mi trabajo no me alcanza para asumir lo costoso del tratamiento”, contó este hombre de 47 años de edad.
Bravo tuvo que renunciar a la privacidad de su departamento y ponerlo en renta. Con lo que percibe de ese alquiler y el ingreso de su trabajo en PDVSA , la petrolera estatal de Venezuela , puede reunir al mes más de un salario mínimo , pero aún así no le alcanza el dinero ni para hacerse los exámenes de control del virus en su organismo.
Desde hace ya varios años, desde que se agudizó la crisis en Venezuela, los análisis de carga viral y conteo de linfocitos CD4 dejaron de hacerse en los centros de salud públicos. Estos exámenes se pagan y son inalcanzables para la mayoría de pacientes seropositivos. En las pocas clínicas privadas que lo realizan en Caracas, sus costos no son ni siquiera en bolívares (la moneda local): oscila entre los 30 y 50 dólares. Sólo en algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) en el país, como la Asociación Civil de Planificación Familiar (PLAFAM), resultan más económicos y permiten que sus precios, aunque dolarizados, sean pagados en bolívares.
“Yo he tenido que vender parte de mis pertenencias para poder hacerme esos exámenes. La situación económica y de salud del país es bastante difícil. He pensado en irme de Venezuela , sólo me detiene el hecho de que soy sustento de mi madre mayor”, confesó Bravo, quien, a la fecha, ya tiene un año sin hacerse el conteo de sus linfocitos y de carga viral.
“Esto ya no es crisis, la situación es catastrófica”
Mauricio Gutiérrez, fundador y vocero de la ONG Positivos en Colectivo y coordinador LGBTI de Cambiemos, Movimiento Ciudadano, resume en una sola palabra la situación de salud en Venezuela y, en especial, de los pacientes con VIH : “catastrófica”.
“La condición para las personas con VIH en Venezuela es realmente catastrófica; ya no hablaría de crisis, creo que la palabra que mejor la describe es esa, catástrofe total”, consideró.
Además de ser portador del virus, Gutiérrez es un activista que ha seguido de cerca la condición de los pacientes seropositivos en el país. Aseguró que durante el primer trimestre de 2019 vio morir, al menos, a una persona diaria en los centros de salud públicos de Caracas.
“Plan maestro”: Vivir gracias a donaciones
Desde 2016, el MPPS a través del Estado venezolano no ha comprado los medicamentos antirretrovirales ni reactivos para realizar los análisis de sangre de detección o seguimiento de la carga viral del VIH.
Las ayudas han llegado de a poco, conforme el gobierno venezolano lo permite. A finales de 2018, los pacientes portadores del virus vieron un rayo de esperanza: en una reunión con autoridades sanitarias venezolanas, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y ONUSIDA diseñaron las guías del Plan Maestro para el reinicio del tratamiento antirretroviral en estas personas.
Para lograrlo, se destinaron casi 34 millones de dólares que alcanzarán, en un principio, para la atención por tres años del VIH/Sida en Venezuela, con su única prioridad en la entrega de medicamentos.
A partir de febrero de 2019, el MPPS comenzó a distribuir esta donación. Se trata del TLD , con tres componentes.
“Yo agradezco que se buscó una solución a este problema, nuestros pacientes merecen estar bien”, expresó la infectóloga Patricia Valenzuela.
Pero aún no se ha resuelto todo, y está lejos de solucionarse. Los laboratorios clínicos siguen sin reactivos para la realización de pruebas diagnósticas, pruebas rápidas, y para la carga viral del VIH , que es el examen más importante que permite llevar el seguimiento a las personas que cumplen con el tratamiento.
“Es un muy complicado tener una condición de salud en Venezuela; en especial, las personas que viven con VIH/Sida, las cuales han pasado por situaciones bien delicadas debido al desabastecimiento de medicamentos. Son momentos duros y difíciles para los infectólogos venezolanos. Vemos cómo se viene abajo y perdemos el trabajo de años de avance con los pacientes”, deploró la galena.
Valenzuela perdió la cuenta de cuántos de sus pacientes han tenido que emigrar por la falta de medicamentos en Venezuela. “Bien sea por vía terrestre o aérea, pero varias de las personas que atendía desde siempre se fueron marchando poco a poco para recibir los antirretrovirales, y les ha ido bien en esos países que le brindaron la mano”.
Hasta marzo, a la consulta de la doctora Valenzuela llegaban pacientes hasta con 10 meses sin recibir el tratamiento antirretroviral. “Durante ese periodo, hubo una serie de fallecimientos por la reaparición de enfermedades oportunistas, para las cuales no hubo, ni hay todavía tratamiento en el país”, lamentó.
“No es fácil, el paciente sufre y el tratante también”, reflexionó Valenzuela sobre la situación de salud en el país.
Sin cifras
En su informe de 2019, ONU/Sida indicó que para 2018 existían unas 37.9 millones de personas viviendo con el virus en todo el mundo; de la cifra, 23.3 millones tienen acceso a la terapia antirretrovírica. Destacó que en la región latinoamericana “hay diferentes tendencias”, entre el porcentaje de aumentos y reducción de contagios, en la que incluye a 16 países.
La organización excluyó a Venezuela por falta de datos oficiales desde 2016. A la fecha, el Ministerio de Salud se ha negado a hacer público todo tipo de datos epidemiológicos, lo que imposibilita saber la situación del VIH/Sida en el país.