En el mundo occidental, Estados Unidos tiene un sistema peculiar para ejercer el presupuesto público. En primer lugar, la Cámara de Representantes y el Senado deben aprobar el proyecto de presupuesto a ejercer, como sucede en general; pero, a partir de 1939, en el Congreso debe tomar una votación adicional, por separado, para aprobar el límite de la deuda federal. Todos los presupuestos públicos heredan un nivel de deuda pública, mismo que debe asociarse con el tamaño de cada economía. La deuda pública nominal puede crecer sin representar ninguna amenaza, siempre y cuando guarde una proporción estable respecto del total de la economía misma, de su riqueza nacional y su capacidad para crecer. Estados Unidos tiene al mismo tiempo la economía más grande del mundo, y la deuda más elevada del planeta, que son ambas de tamaño parecido, es decir, que la relación deuda/PIB es hoy de algo más del 100% (118%), semejante al porcentaje de Francia, España o Inglaterra. Otro país desarrollado, como Japón, tiene el doble del tamaño de su deuda entre su PIB, el 200% aproximadamente.

Si el Congreso estadounidense no aprueba el “techo” de deuda pública, implícita en el proyecto de presupuesto, el gobierno de Estados Unidos ya no puede pedir prestado y debe “cerrar”, es decir, debe despedir empleados públicos, y reducir programas esenciales en Salud (como Medicaid y Medicare), Educación, Seguridad, Servicios públicos. Es dudoso que los recortes alcanzaran al ejército, que en Estados Unidos es casi sagrado. Desde 1939, el Congreso ha aprobado 103 aumentos en el límite de la deuda, lo que da una especie de voto de confianza al gobierno, en votaciones mayoritariamente de procedimiento, como un simple trámite. En los últimos años, sin embargo, los republicanos a menudo han amenazado con no aprobar el nivel de deuda presupuestado, lo que paralizaría al gobierno. , el sorprendente nuevo “estadista”, catapultado por Donald Trump, ha amenazado precisamente con hacer eso para 2025, lo que ha llevado a pensar a muchos que Musk ha desplazado a Trump como presidente entrante, o por lo menos, que gobiernan en sincronía.

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¿Quién es el famoso Elon Musk? Para comenzar, Musk puede ser un desconocido en la política, mas no en el mundo de la clase de multimillonarios que crece como una gran ola en países como Estados Unidos o China. Musk es hoy nada menos que la persona más rica del mundo, con una fortuna de casi medio billón de dólares, 439 mil millones de dólares en 2024. Su riqueza se basa hoy en la propiedad de la compañía de automóviles Tesla (unos 14 mil empleados), de la innovadora empresa de viajes al espacio Space X (unos 12 mil empleados), así como otras grandes empresas tecnológicas. Nacido en Sudáfrica en 1971, emigró a Canadá a los 18 años, estudió Economía y Física en los Estados Unidos y adquirió la ciudadanía estadounidense, después de amasar una fortuna en Silicon Valley. Ganó 175 millones de dólares cuando se vendió PayPal a eBay, siendo Musk socio mayoritario, apenas en 2002. Ese dinero lo destinó a Tesla y a Space X. Su ascenso ha sido vertiginoso.

Sus padres son Errol Musk y Maye Musk, quienes tuvieron tres hijos, Elon el primero. Más tarde, Errol se divorció de Maye y se casó con Heide Bezuidenhout, que tenía una hija de cuatro años en ese momento, Jana. Más tarde, Errol Musk, el padre, tuvo dos hijos con Jana, su hijastra. Él y Elon se distanciaron. Padre e hijo, sin embargo, comparten la idea de que engendrar hijos es una de las prioridades de la vida en el planeta hoy en día, particularmente de padres con genes privilegiados, como los que Musk presume. En congruencia con este lema, Elon tiene, a sus 53 años, tres esposas y por lo menos 11 hijos. Elon es también un destacado científico, de manera que ha procurado experimentar con la gestación in vitro y con este método ha “producido” gemelos y trillizos. Creativo, como es, bautizó a un hijo pequeño X AE A-Xii, o X, para abreviar, que coincide con el rebautizo de Twitter por X, su plataforma de influencia política más importante, adquirida en 2022.

De 2002 a 2021, Musk aprovechó su perspicacia empresarial para superar a Jeff Bezos como el hombre más rico del mundo, y su fortuna no ha dejado de aumentar desde entonces. Sus puntos de vista políticos han evolucionado también rápidamente. Él se presenta esencialmente como un tecno-utópico libertario, más o menos en congruencia con sus relaciones de pareja (hoy se encuentra en proceso de construir una suerte de colonia cerrada de mansiones en la periferia de la ciudad de Austin en Texas, sede importante de sus negocios, para poder reunir a un número importante de hijos y esposas y poder hacer una “vida de familia” extendida. Pero el libertario Musk ha procurado alianzas económico-políticas que giran en torno a personajes de la élite conservadora extrema, tales como los jefes de estado Giorgia Meloni en Italia, Narendra Modi en India, Jair Bolsonaro en Brasil o Javier Milei en Argentina, otro supuesto libertario. Su cercanía con Trump, entonces, no debería sorprender en absoluto. Tampoco es sorprendente el que detrás de los casos de India, Brasil o Argentina, sus afinidades políticas se hayan traducido en pactos en favor del acceso privilegiado a la compra de litio para la producción de baterías eléctricas para Tesla (Brasil y Arhgentina). En India, Musk obtuvo de Modi la reducción arancelaria para la venta del modelo más económico de Tesla, pese al esfuerzo de India por producir autos eléctricos nacionales pequeños. De los países mencionados, obtuvo también privilegios para el acceso al mercado de la red de telecomunicaciones para internet de su empresa Starlink, un servicio que pretende extender su red, de cientos hasta miles de satélites en órbita, con capacidad para conectar por internet todos los rincones del planeta (incluidos los espacios rurales apartados, lo que encaja con su faceta libertaria). Starlink es una derivación del proyecto más ambicioso de Musk, el de SpaceX, que pretende no solamente volar a Marte, ¡sino colonizar dicho planeta! Mientras tanto, ha obtenido contratos para colaborar con la NASA en diferentes proyectos de su programa espacial. El libertario, después de todo, mama de las fuentes presupuestales de los gobiernos, sobre todo, el de los Estados Unidos. De ahí su apuesta por Trump.

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Musk se subió al carro de Trump en 2024, y se subió con su cartera. Donó a Trump y a otros candidatos republicanos 277 millones de dólares para la campaña electoral, lo que lo convirtió en el mayor donante al partido republicano y compró así su pase para tener un papel dominante en el próximo gobierno. Trump prometió convertirlo en codirector de un nuevo puesto cuya función sería nada menos que reducir el tamaño del gobierno de Estados Unidos. Con relación al proyecto de presupuesto para el próximo año, Musk forzó una votación negativa sobre un compromiso entre demócratas y republicanos para aumentar el límite de la deuda y mantener el gobierno en marcha, como ocurría desde los años de la segunda Guerra Mundial, como mencionamos al principio. Dos días después, se aprobó un nuevo compromiso presupuestario con la aprobación del jefe Musk. La repentina transformación de Musk en la voz principal en el debate presupuestario (es decir en las finanzas del país más rico y poderosos del mundo), y su evidente cercanía a un Trump envejecido, sumada a su vasta y creciente riqueza y su encomienda para adelgazar al gobierno, tiene a muchos en Washington especulando quién es el poder detrás del trono.

Quién sabe. A Trump le encanta la publicidad y difícilmente abandonará el centro de atención pública. Lo que es bastante claro es que la ultraderecha conservadora está en el poder y continuará sus esfuerzos para minimizar el gobierno con el fin de maximizar el control corporativo, particularmente las riquezas personales de Trump y Musk. Mientras Trump y Musk no rompan su alianza por interés, Musk no sólo es el hombre más adinerado del mundo, sino quizá también el más poderoso político no electo. Su avaricia y su poder convierten a ambos en un riesgo para la seguridad nacional de los Estados Unidos… y el planeta.

*Investigadores de la UAM

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