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El pasado mes de septiembre, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) dio un nuevo impulso a su iniciativa para eliminar más de 30 enfermedades transmisibles y afecciones relacionadas en la región de las Américas.
Muchas son enemigos conocidos, como la tuberculosis, el VIH y el cáncer de cuello uterino, pero varias son enfermedades desatendidas que afectan a comunidades vulnerables, marginadas o inaccesibles. Estas enfermedades son en su mayoría prevenibles, siempre tratables, y sin embargo siguen asolando a millones de personas.
La malaria, por ejemplo, es una enfermedad que se esconde en los rincones de más difícil acceso de las Américas. Es un padecimiento emblemático entre todos los que abarca la iniciativa de la OPS: una expresión de la pobreza y la desigualdad social que afecta desproporcionadamente a las comunidades alejadas de los servicios de salud.
Aunque la malaria es endémica en 84 países de todo el mundo, su transmisión en nuestra región se concentra en zonas remotas de bosque tropical, como la cuenca del Amazonas, en comunidades indígenas de difícil acceso en Mesoamérica y en zonas asoladas por la pobreza en la isla de La Española. Geográficamente, estas zonas suman menos de un tercio del continente y aun así ponen a 142 millones de personas en situación de riesgo.
Desconectadas de las redes nacionales y de las campañas de promoción de la salud, y distanciadas por barreras físicas o sociales, estas comunidades se enfrentan a muchas enfermedades y afecciones de las que las poblaciones mejor atendidas rara vez se preocupan, como la enfermedad de Chagas, el tracoma o la filariasis linfática.
Y a medida que enferman, también se empobrecen. Agotan su subsistencia diaria recorriendo largas distancias hasta los centros de salud, pierden productividad y acaban atrapadas en un círculo vicioso. Eliminar estas lacras que afectan su salud sería un paso hacia una mayor prosperidad para estas comunidades.
A nivel macroeconómico, también aliviarían los presupuestos sanitarios, ya de por sí limitados. El retorno por cada dólar invertido en el diagnóstico y tratamiento de la tuberculosis se estima en 40 dólares, mientras que el beneficio socioeconómico mundial de eliminar enfermedades tropicales desatendidas como la lepra, la leishmaniasis y el Chagas podría ascender a 16.600 millones de dólares para 2021-2030.
La buena noticia es que nuestra historia demuestra que la eliminación de enfermedades es posible. Las Américas fueron la primera región en erradicar la poliomielitis en 1994, y desde entonces hemos acumulado varias victorias, incluida la eliminación del sarampión, la rubéola y el tétanos neonatal.
Los avances en la lucha contra la malaria también han sido alentadores. Solo en los últimos cinco años, Paraguay, Argentina, El Salvador y Belice fueron certificados libres de malaria por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y actualmente tenemos ocho países en una trayectoria sólida hacia la eliminación para 2030.
Estos éxitos convierten a las Américas en la región líder en la carrera mundial contra la malaria y nos demuestran que podemos hacer más. Con las lecciones del Covid-19 aún frescas, no hay mejor momento que este para luchar por la eliminación de las enfermedades transmisibles.
Las innovaciones pueden apoyar nuestro impulso, basándonos en lo que hemos aprendido en los últimos años. La tecnología geoespacial, por ejemplo, puede ayudar a localizar focos de transmisión para planificar intervenciones específicas. La telemedicina puede llevar la atención a lugares que enfrentan obstáculos físicos, sociales o económicos. La mejora de las pruebas rápidas puede facilitar el cribado y la detección precoz, y ahora con medicamentos a precios asequibles -como para la hepatitis C- puede ampliarse el acceso a la cura.
Pero más allá de las herramientas, las nuevas estrategias también pueden ayudar: con una dosis en lugar de dos de la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) podemos ampliar la cobertura para eliminar eficazmente el riesgo de cáncer de cuello uterino en las niñas de nuestra región, y también vacunar a los niños, que pueden contribuir a la transmisión.
Mediante la búsqueda proactiva de casos de tuberculosis y la ampliación del tratamiento preventivo en poblaciones de alto riesgo, como en las prisiones, los sistemas de salud pueden reducir su incidencia y mortalidad.
Los países de la región ya se habían comprometido con la Iniciativa de Eliminación impulsada por la OPS en 2019, pero el Covid-19 retrasó nuestra determinación. Ahora es el momento de retomar el camino.
Tenemos los medios, y nuestro reto hoy es asegurar que estos se integren en los sistemas nacionales de salud y lleguen a las personas que más los necesitan. La OPS está dispuesta a prestar su apoyo. Nuestros Fondos Regionales pueden ayudar a garantizar que las vacunas, los diagnósticos, los medicamentos y las tecnologías emergentes sean accesibles a precios asequibles.
Estoy seguro de que nuestro esfuerzo colectivo dará sus frutos. Eliminar enfermedades como la malaria salvará vidas, evitará sufrimientos y discapacidades. También reforzará los sistemas de salud pública y ayudará a hacer frente a desigualdades socioeconómicas profundamente arraigadas, beneficiando en última instancia a todos los pueblos de las Américas.
*Director de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)