Divide y vencerás, dice el dicho. Pero el Movimiento Al Socialismo (MAS), que a lo largo de dos décadas manejó los hilos del poder en Bolivia, lo aplicó a su interior y desató una crisis que amenaza con llevar al país a dar un giro hacia la derecha.
Los dos protagonistas del conflicto son el presidente Luis Arce y el exmandatario Evo Morales. Tras haber sido aliados, no sólo se enemistaron, sino que se convirtieron en enemigos a muerte. Ninguno de los dos estará este domingo en las boletas de votación de las elecciones presidenciales, pero ellos son quienes podrían definir el resultado.
Casi 8 millones de bolivianos (en un país de 11.3 millones de habitantes) están habilitados para acudir a las urnas para elegir presidente, vicepresidente, diputados y senadores. Llegan a esta jornada hartos de la lucha de poder en el MAS, pero también con la preocupación por el alza de precios, por la situación económica, por la falta de combustible… y el miedo a la violencia.
Lee también ¿Giro hacia la derecha en Bolivia?
“En vez de contar votos, contarán cadáveres”, amenazó Ruth Nina, líder del Partido Acción Nacional de Bolivia, luego de que se impidiera a Morales contender como candidato presidencial.
El dirigente indígena, quien ya fue presidente entre 2006 y 2019 y se vio obligado a dimitir en medio una crisis política y denuncias de fraude electoral, insistió hasta el último momento en que debía ser el candidato del MAS, el de la izquierda, el del pueblo. Sin embargo, la justicia lo inhabilitó para buscar el que sería su cuarto mandato, al señalar que nadie puede gobernar Bolivia por más de dos periodos.
Morales tiene en su haber, además, una orden de captura por presunta trata de una menor cuando él era presidente. Pero él defiende su inocencia y afirma que se trata de una persecución en su contra emprendida por Arce para impedirle contender y se mantiene refugiado en el poblado de Lauca Eñe.
Arce optó por no contender ante su popularidad desplomada, resultado de un gobierno desatinado, que ha pasado de una crisis a otra, incluyendo un supuesto “intento de golpe de Estado” que denunció en junio de 2024, cuando soldados tomaron el Palacio Quemado, sede de gobierno, y que Morales denunció como una “farsa” o un “autogolpe”.
Mientras el MAS se partía en pleitos, los bolivianos clamaban por una mejora en su situación, en un país donde la inflación rondaba en julio 24.9%.
En el primer semestre de 2025, según las cifras del gobierno, la inflación acumulada fue de 15.53%, porcentaje que duplicó 7.5% proyectado por Arce. Se trata de los datos más graves desde 2008.
Los bloqueos de los simpatizantes de Morales, con los que buscaron presionar para que se permitiera a Morales contender, agravaron la situación.
Los bolivianos se quejan de que los precios están por las nubes: la carne de res subió 10.7%; la de pollo, 12.9%; la de la papa, 20.8%.
Según datos oficiales, la pobreza extrema se ubica en 11.9%; sin embargo, de acuerdo con la Fundación Jubileo, dedicada a la promoción de la transparencia y buena gobernanza, podría rondar 17.5% si se considera la inflación acumulada.
“Más familias son pobres, pero no aparecen en las cifras oficiales. Al aplicar una actualización basada en la inflación acumulada, tanto la pobreza extrema como la pobreza moderada aumentan de forma significativa”, advirtió.

Los bolivianos están cansados y, en este escenario, piden un cambio. “Nuestra situación está realmente (...) por los suelos. Nuestra moneda se ha devaluado, los sueldos no alcanzan, todo está carísimo”, dijo a la AFP Freddy Millán, un ingeniero de 53 años que vive en la ciudad de Santa Cruz. Una “gran mayoría quiere el cambio porque está cansada de esta política del socialismo”.
Incluso bolivianos que tradicionalmente han votado por la izquierda, ahora ponen sus ojos en los candidatos de derecha.
El resultado: dos figuras de derecha (de un total de ocho candidatos) se ubican, según las encuestas, en las mejores condiciones para arrebatar el poder al MAS, aunque quizá no en primera vuelta, lo que también sería un hecho inédito.
Se trata del empresario Samuel Doria Medina, candidato por la alianza Unidad, y del expresidente Jorge Tuto Quiroga (2001-2002), de la alianza Libre.
Lee también Envía COPPPAL a 30 observadores a elección en Bolivia; conoce los cargos que se votarán
Doria Medina ha apelado a su faceta de empresario y de outsider de la política para asegurar que llevará a Bolivia por el camino del crecimiento.
Quiroga promete un “cambio sísmico”. Sus planes son parecidos y pasan por un recorte drástico del gasto público y el fin de los subsidios.
Sin embargo, muchos bolivianos aún tienen presente que, en su año de gestión, Quiroga, quien completó el mandato de Hugo Banzer tras la renuncia de éste, provocó que la indigencia extrema se disparara, y un muy bajo crecimiento del PIB con su llamado Plan Tuto que, según él buscaba incentivar el crecimiento económico.
De acuerdo con la última encuesta de Ipsos Ciesmori, antes de que entrara en vigor la veda, Doria Medina tenía 21.2% de intención de voto y Quiroga, 20%.
Lee también Banxico retrasa informe trimestral sobre inflación; esta es la nueva fecha de publicación
En tercer lugar se ubica el senador Rodrigo Paz Pereira, con 8.3%; el candidato oficialista, Eduardo del Castillo, impulsado por Arce, tiene entre 0.2% y 2%.
Otra encuesta, de Captura Consulting, coloca también a Doria Medina en primer lugar, con 21.6%, seguido por Quiroga, con 20%. En cualquiera de los casos, ninguno de los candidatos tendría los votos suficientes para ganar en primera vuelta —se requiere más de 50% de votos, o 40%, con al menos 10 puntos de ventaja sobre el segundo lugar.
Si se confirman estas previsiones, Bolivia se encaminaría a una segunda vuelta por primera vez desde que la Constitución plasmó esa posibilidad. Los dos candidatos más votados irían al desempate, previsto para el 19 de octubre.
Lee también Sube voto de adultos mayores en elecciones presidenciales; participación en algunos estados llega a 80%
Las encuestas marcan resultados más claros en el caso de la Asamblea, donde todo indica que la derecha obtendría mayoría. Tradicionalmente, las encuestas en Bolivia no han sido de fiar, porque suelen dejar de lado un voto que es clave en el país: el rural. Otro factor a tener en cuenta: la cantidad de indecisos, hasta 30% según algunos sondeos, y que serán clave en la jornada.
Morales ha llamado al voto nulo, a pesar de que, todo indica, ello irá en detrimento de la izquierda y favorecería a la derecha, el domingo, o en octubre próximo. Bolivia podría sumarse así a la lista de países latinoamericanos que vira a la derecha: Argentina, El Salvador, Ecuador, algo que seguramente será visto con buenos ojos por el presidente estadounidense Donald Trump, quien además mejoraría así sus opciones de negociar con un país rico en litio que, sin embargo, no ha sabido aprovechar.
La sombra de la violencia se cierne también sobre estas elecciones, con el propio Morales convocando a movilizaciones en caso de que triunfe la derecha.
Lee también México en una encrucijada: sin crecimiento, no hay nada que sostenga al país
“Con Morales aparentemente poco dispuesto a aceptar su exclusión de la carrera, el riesgo de más violencia sigue siendo significativo”, advirtió en un artículo Tiziano Breda, analista para América Latina y el Caribe de la organización Datos Sobre la Ubicación y los Acontecimientos de los Conflictos Armados (ACLED), organización estadounidense que hace mapeos de datos sobre violencia política y protestas en el mundo.
El mismo día de la jornada electoral, dijo, podrían esperarse ataques a las casillas electorales.
La crisis, señaló, podría extenderse incluso ya con un nuevo presidente. “Independientemente de quién sea el nuevo presidente de Bolivia, es probable que las tensiones sociales y políticas persistan mucho más allá de este ciclo electoral. La grave situación económica y las crecientes necesidades populares seguirán impulsando las movilizaciones, y es probable que Morales continúe movilizando a sus seguidores para posicionarse como un interlocutor político ineludible y el representante clave de la izquierda. En cualquier caso, las elecciones podrían marcar el fin del modelo de gobierno del MAS, que ha durado dos décadas, y provocar un cambio radical en los ámbitos político, económico y social del país”.